La educación es entrega, no hay moneda que la pague y el dador recibe a cambio felicidad.
Berta había nacido en 1926, y la tarde de su cumpleaños 94 seguía siendo la reina de su casa en el barrio La Conchita: arboledas, jardines, pájaros cantores, vecinos amistosos, y tanto verde, que verdeaban al sol sus portales, sus techos y hasta el aire.
De allí llegó su voz a mi casa en Pinar del Río, y en su voz los versos aprendidos en la escuela de la finca La Gallega: techo de guano, paredes de tabla, Martí, la bandera, un bando de escolares y una sola maestra del primero al sexto grado: Lila Alonso Mitjans.
Llamé a Berta por su cumpleaños. Familiares y amigos la acompañaban, y gracias a su teléfono en alta voz, la oí recitar, con palabra segura y memoria de niña, los versos de su infancia campesina…
“Tres listas azules y dos listas blancas, un triángulo rojo, la estrella de plata. Así es la bandera de Cuba, mi patria, y esa es la que quiero con toda mi alma”.
Olvidé sus muchos años, yo estaba en Pinar con ella en La Conchita, y oyéndola caí como bajo un encantamiento: Berta había resguardado, por más de 80 años, y con qué celo, los versos que Lila le había enseñado.…
“Marianita salía de Yara, la detuvo un mambí capitán y le dijo, “preciosa Mariana, vuelve, vuelve a tu cuarto a bordar. La bandera que estaba bordando era blanca, azul y punzó. Marianita bordaba pensando, libertad para Cuba, por Dios”.
La aplaudían los del portal, más versos querían…
“Ya no duerman, corran vuelen, abran puertas y ventanas que ahí viene José Martí con la bandera cubana”.
Verdeaba el portal, hasta los versos verdeaban…
“-Levántate, cubano, que ahí viene el español. -Déjalo que venga, déjalo venir, que aquí está Maceo para combatir”.
Colgué sin querer colgar, y porque los versos seguían conmigo, logré repetir algunos y me acordé de Lila. Fue un recuerdo entrañable, como si la hubiese conocido, y a solas y en silencio la honré, y con ella a las maestras y maestros que supieron educar, en una sola aula y en el mismo horario, a niños y niñas de seis a 12 años, gustosos, sin prisa y ahorrando tiempo para versos.
“¡Ya no duerman, corran, vuelen, abran puertas y ventanas que ahí viene José Martí con la bandera cubana!”.
Berta los recitaba en los actos cívicos y luciendo siempre el lazo que Felipa, su madre, le ponía, de cinta de tafetán, grandísimo y parado en medio de la cabeza. Y sin que su lazo importara, decía también los versos que Lila pretendía que dijeran los varones, y ellos, por tímidos no decían…
“Cuánto me gusta llegar a mi escuela bien temprano, mi bandera saludar, muy firme, como cubano. Cuando la saludo sé que comprende mis empeños, el gran amor y la fe de su soldado pequeño”.
Eran versos espontáneos, llenos de gracia, sencillos.
Supe de ellos una tarde de privilegio.
Que otros los conozcan.
Que maestros y maestras los enseñen.
Que otros sean enseñados, porque son muchos los que ansían ser llevados a las aulas.
Y que nuevos niños los reciten al pie de la bandera y cerca de Martí.
Por: Nersys Felipe