Nuevo momento, nuevas improntas, esperanzas, desafíos. Llega el día cero y, además de la eliminación de gratuidades, subsidios y el CUC y el aumento de salario al sector presupuestado, algunas exigencias puntuales le hace la Tarea Ordenamiento al imaginario social, la cultura, las ideas y la rutina cotidiana.
Llegó la hora en el país para comprender, desde el estado de ánimo del bolsillo y la mesa familiar, que todos no trabajamos por igual, no tenemos los mismos compromisos. Hasta aquí, la equidad y justicia social defendida por la Revolución pagaba salario fijo a Juan y María, siempre que tuvieran la misma calificación y similar contenido. Esa realidad cambia y se convierte en el primer encuentro con los viejos esquemas aprendidos por el igualitarismo.
Gana más quien más produce. Demostrar a las organizaciones que nuestro aporte individual es imprescindible dejó de ser un incentivo para el trabajador cubano. En la década del ‘80, carros y casas eran asignados como estímulos, después televisores o equipos electrodomésticos, pero, con la crisis, generaciones de proletarios solo han vivido la época del reconocimiento moral, acompañado del diploma y la flor que se entrega en el acto público, lo cual, querámoslo o no, también ha mermado su carga simbólica.
No es secreto que, para los profesionales, se ha perdido la motivación por la formación de posgrado, la participación en proyectos de ciencia e innovación, el orgullo por la promoción a puestos de dirección. Llevamos tiempo de alienación, de trabajar por el salario, porque no nos marquen en el barrio como desvinculados, por acumular tiempo para tener derecho a la jubilación.
La dirección del país ha estudiado a profundidad cómo revertir una situación que, además de inmovilizarnos en la precariedad y ante la crisis, le resta al empleo asalariado su posibilidad de satisfacer la autorrealización humana. Nada puede ser más productivo que un trabajador motivado. Todos los procesos cognitivos fluyen en términos de creatividad para la innovación, productividad, excelencia, búsqueda de soluciones y, los afectivos, se anexan para incrementar compromisos, sentidos de pertenencia, alegría por los éxitos de la organización, exaltación verdadera por el resultado.
La Tarea Ordenamiento es, sin ser varita mágica a todos nuestros problemas, la solución encontrada para estimular las fuerzas productivas cubanas, pero un cambio de este tipo en el momento de crisis económica que vivimos supone aumentar, de manera considerable como es el caso, los precios de productos costosos en el mundo y por los cuales nosotros pagábamos una tarifa casi inapreciable.
Para poner un ejemplo sensible hablo del precio de la electricidad. Patrullas Clic le decían en mi época de la primaria, luego las campañas de los medios, los llamados de atención del déficit cubano de petróleo, los históricos apagones, el reclamo de autoridades del ramo. Nada nos ha hecho ser un país con cultura energética y en las más difíciles circunstancias, con conocimiento de causa del costo importador para Cuba, a las diez de la noche en cada casa cubana hay luces y equipos encendidos innecesariamente.
En el primer trimestre del 2021, cuando hayamos pagado dos de las nuevas facturas, todo miembro consciente de la familia estará apagando luces cuando salga del baño y la computadora cuando dejen de usarla, porque el peso de la economía, por sí mismo, tiene repercusión en la educación humana.
Con los nuevos precios de los medicamentos quizás ya no compraremos medicinas para guardar por si las necesitamos y quizás así la mala práctica de guardar “pan para mayo”, en la que se nos ha ido la mano sobre todo en este año de la COVID-19, vaya mitigándose, siendo más racionales en nuestros cálculos, para tener, de ser posible, lo estrictamente necesario para vivir.
Eliminar subsidios innecesarios, otra de las fases de la tarea y necesidad imperiosa del país, impone la pauta de ser gestores y responsables de nuestra vida y ese es otro encontronazo con los esquemas mentales. Nos acostumbramos a culpar al Estado por todo lo malo que pasa en nuestros espacios de socialización, aun cuando ya sabemos que un estado asistencialista conlleva a la inercia y a la creencia irracional de que todos somos iguales.
El estado socialista crea la igualdad de oportunidades para los accesos a la educación, la ciencia y la cultura, pero no hay que dar pescado para comer, sino proveer el camino para que cada cual gestione su instrumento y vaya por el pescado que necesita. A nivel de ideas y símbolos, eso es otro de los estereotipos a desechar en la nueva realidad. Ser más competitivos es una exigencia del país y, como cualquier coterráneo, el estímulo material es el resorte que necesitamos para el intento.
Más salario para el que más lo merezca es un principio de justicia social, pero sus manejos deben despojarse de entes corruptos y oportunistas que tanto daño han hecho, y hacen, a nuestros intentos por actualizar el modelo económico y social cubano. Claridad y ejemplaridad son ingredientes primarios de este proceso en el que necesitamos confiar para el avance como pueblo, de ahí el compromiso de los decisores y la responsabilidad del proletariado cubano para hacer uso de los espacios de participación política existentes.
Es la hora de tomar las riendas, de echarnos el país a cuestas, de empujarlo al desarrollo próspero y sustentable. Trabajar más y mejor, confiar en la dirección política, hacer incidencia sobre los que piensan diferente, escuchar, actuar con moralidad, pero también arriesgarnos y delatar lo mal hecho es parte del compromiso de quienes estamos haciendo la Revolución en la trinchera.
La inflación, el desabastecimiento, la posible productividad en medio del déficit de tecnologías y materias primas, el acceso al dólar como moneda de cambio, los costos de los servicios, la seguridad social de los más vulnerables son preocupaciones unánimes. Solo el tiempo y, sobre todo, nuestro esfuerzo y organización popular, podrán materializarnos lo que hoy atesoramos en voluntades y anhelos.
Unido a las nuevas estrategias, organizacionales e individuales, de cara a la productividad y eficiencia, otros sentidos de vida de los cubanos deben seguir afinándose: la participación social y política en espacios barriales y sindicales; la construcción del proyecto familiar centrado en la educación de los niños y jóvenes; el consumo cultural responsable; la humanidad y la solidaridad para acompañar a quienes lo necesitan; el trabajo social voluntario; la fiesta, alegría, celebración y encuentro son esencias que garantizan la felicidad de un pueblo.
Trabajar para tener y tener para ser será un tema de debate en muchas casas cubanas en este cierre de año. Cambió el contexto y aunque se mantienen inamovibles los principios que lo sustentan, han de cambiar nuestras maneras de insertarnos y relacionarnos. Trabajo, economía familiar, civismo, diversidad humana, solidaridad y socialismo, son palabras que debemos cargar de nuevos sentidos para empezar 2021, un año que se asoma con pretensiones de avanzar, de dar pasos firmes en el difícil trillo imaginario que recorre lo que somos como país y lo que queremos ser.