Tatuarse la pieles una costumbre que ya practicaba el hombre prehistórico. Tanto en la antigüedad como en la actualidad hay quien le atribuye al tatuaje un valor mágico.
Por ejemplo, los pueblos primitivos grababan en su piel la forma del animal más temido, para evitar tener malos encuentros con él. Se creía que un escorpión tatuado en el muslo libraba de su picadura. Los egipcios se tatuaban desde la antiguedad. Las sacerdotisas de la vaca sagrada Hator, tatuaban su bajo vientre y son numerosas las momias halladas en excavaciones arqueológicas con tatuajes de todo tipo. Los asirios y los fenicios también emplearon estas prácticas. Se tatuaban la frente con signos alusivos a la divinidad, uso religioso que se prolongó a lo largo de los siglos y que todavía perduraba en Italia a principios del XX.
El tatuaje fue redescubierto en Europa, cuando la expedición inglesa al mando del capitán James Cook regresó a Londres en 1769. Volvía de Tahití y con él arribaban a la palabra tattu, de origen polinesio, y una serie de aborígenes con el cuerpo repleto de tatuajes que fueron exhibidos en la capital inglesa como atracción en barracas de feria.
A lo largo de la historia, estos dibujos, perennes u obras de arte realizados sobre la piel, han pasado por diferentes etapas o han tenido distintos conceptos.