El inicio de la temporada ciclónica, que se pronostica sea muy activa en la cuenca del Atlántico Norte, marca el comienzo de seis meses de poco sosiego para Pinar del Río, territorio más azotado en Cuba por esos eventos hidrometeorológicos.
De ahí que hasta el 30 de noviembre en esta porción del archipiélago se viva sobre aviso casi constante y la población se mantenga atenta ante la amenaza de formación y desarrollo de ciclones tropicales.
No por conocidos esos enemigos los pinareños se confían, sobre todo porque la huella de destrucción siempre constituye motivo de preocupación para quienes tienen que empezar de cero y reconstruir sus viviendas, más allá del esfuerzo gubernamental por ayudar a resarcir los daños.
Para este año los especialistas estiman la formación de al menos 20 ciclones tropicales en la cuenca del Atlántico Norte- que incluye el Golfo de México y el Mar Caribe-, sin dudas una cifra que asusta y obliga a la vigilancia permanente.
Muy fresco en la memoria permanece el huracán Ian, de categoría tres en la escala Saffir-Simpson, que el 27 de septiembre de 2022 se ensañó con la provincia y azotó durante unas siete horas.
Vientos máximos sostenidos de 205 kilómetros por hora, más de 40 mil evacuados y estragos en todos los sectores de la economía y la sociedad, Ian será recordado, además, por las serias afectaciones a la ciudad capital.
Proteger a las familias, sus recursos y los bienes de la economía constituye prioridad en cada periodo, fundamentalmente en un territorio afectado de alguna manera por una veintena de ciclones en las últimas dos décadas.
El Centro Meteorológico Provincial, la red de estaciones y el radar de La Bajada- un referente mundial en el seguimiento a ese tipo de eventos- mantienen la información oportuna a la población y a las autoridades de la provincia.
Pinar del Río también dispone de 12 centros de gestión para la reducción del riesgo de desastres y 62 puntos de alerta temprana, sin dudas, fortalezas para asumir esta etapa.
A ello se suman varios proyectos con colaboración internacional para reducir riesgos de desastres, como es el caso de Cuenca Resiliente, que no solo favorece la capacidad de respuesta y la toma de decisiones, sino que impulsa el desarrollo agrícola desde la comunidad en los municipios de Guane, Sandino y Minas de Matahambre en las cercanías del río Cuyaguateje.
Asimismo, propone un sistema de alerta temprana y trabaja de manera coordinada entre actores estatales, no estatales y la población.
Porque no obstante la práctica por tantos años y eventos climáticos, en Vueltabajo nadie se confía frente a la amenaza de un ciclón tropical.