“Es Titirivida, repartiendo amor, sin temerle al frío, ni tampoco al sol”. Así reza una de sus canciones más conocidas, y en efecto, de valentía y pasiones está cubierto el camino transitado por la agrupación teatral pinareña, desde su creación el 16 de abril de 1994.
Aquellos no eran buenos tiempos para las artes escénicas en Pinar del Río. La dura crisis económica, la inexistencia de salas y el letargo creativo al interior de los colectivos teatrales conformaban un panorama desfavorable.
Pero las dificultades arrastran a unos, mientras que a otros, los impulsan a levantarse por encima de ellas. Justo ahí, en ese último grupo, se colocarían entonces el músico Noel Gorgoy Quiñones y los actores Luciano Beirán González, Carlos Piñero Blanco y Marlenys Torres Montesinos.
NECESIDAD DE HACER TEATRO
Los cuatro fundadores de Titirivida habían pertenecido al grupo de teatro para niños Caballito Blanco. Al separarse de ese conjunto para conformar un proyecto propio, aseguran en el acta fundacional estar “motivados por el amor al arte y apoyados en el atrevimiento como forma artística”.
En otro documento, también firmado en la etapa inicial del grupo, los artistas reconocen lo imperioso de sobreponerse a la falta de recursos materiales y buscar nuevas maneras de llevar el teatro a los infantes, un público que consideran “de primera clase”.
“Tenemos que encaminarnos a una búsqueda constante en el patrimonio de nuestra nacionalidad e identidad, no solamente para el saneamiento de nuestras finanzas, sino para el saneamiento de la cultura. Sentimos la necesidad de hacer Teatro, y tenemos que saber ya cómo quererlo y cómo lograrlo”, aseveran.
Amparados por esa voluntad de hacer, aquellos precursores bautizaron sus bicicletas como ciclo-teatros; en ellas acomodaron el retablo y los títeres y se fueron, pedaleando, hasta los más diversos confines de la geografía provincial.
De acuerdo con el teatrólogo Aliocha Pérez Vargas, autor del texto Titirivida: memorias de un retablo, los términos identidad, imaginación, austeridad y funcionalidad marcarían, desde entonces, un estilo de trabajo que llega hasta nuestros días.
En sus declaraciones al investigador pinareño, el actor Carlos Piñero describe con pocas palabras el sentir del grupo en aquel entonces: “Había mucho agotamiento físico, pero también un gran espíritu. Compartíamos el agua, la merienda; y la alegría de los niños, cuando llegábamos a las escuelas, nos inyectaba nueva energía”.
¡Qué admirable la hazaña de aquellos titiriteros! ¡Qué hermosa lección para los teatristas cubanos de todos los tiempos!
LA PROEZA CONTINÚA
Han pasado 30 años y otra vez el contexto económico y social del país conspira contra el desarrollo del arte teatral. En la nómina de Titirivida ya no aparece ninguno de los fundadores; sin embargo, la certeza de que detenerse no es una opción continúa reinando en el grupo.
“Inspirados en esa labor de ellos, seguimos trabajando”, afirma Nelson Álvarez Guerra, actual director.
Él, que fue parte del público de Titirivida en su niñez, confiesa que nunca imaginó que algún día le tocaría conducir sus destinos. “Lo veía en mi escuela primaria, no fui un niño que lo llevaban al teatro. Recuerdo perfectamente la imagen de ellos trabajando con su retablo, con su guitarra…
“Es un privilegio enorme, también es una responsabilidad, pues no estoy dirigiendo una agrupación que fundé, estoy obligado a mantener la memoria de quienes me antecedieron; pero eso me gusta más porque tengo una historia, una impronta, un arsenal que defender y proteger, y en los cuales puedo inspirarme”.
Nuevas prácticas escénicas, nuevos estilos en el diseño de los títeres, nuevos mensajes… Álvarez Guerra reconoce que el grupo ha ido adaptándose en cada etapa a las circunstancias del momento y a las demandas del público infantil, que también ha ido cambiando. No obstante, insiste en que hay esencias invariables en el trabajo de Titirivida.
“Las diferencias en la poética de una generación y otra no marcan una ruptura. Creo que esos valores patrios, humanos, sociales que siempre defendió Titirivida en sus espectáculos, y el respeto a la memoria es lo que sigue hilando la unión entre la generación que fundó el grupo y la actual”, explica.
Para la actriz Marydania Blanco Torres, la familiaridad entre sus integrantes también es uno de los atributos de Titirivida. Según confiesa, “encuentras una conexión, una ayuda en todos los sentidos”, y es esa armonía uno de los factores que ayuda a consolidar el trabajo del grupo.
LA MÚSICA, UNA GRAN PROTAGONISTA
La adaptación de clásicos del teatro para niños, así como el montaje de obras propias ha dotado a Titirivida de un repertorio amplio y diverso, a lo largo de sus tres décadas de existencia. Es la música interpretada en vivo el denominador común de todas las puestas en escena asumidas por el colectivo, un sello del que es responsable en primer lugar el cantautor Noel Gorgoy.
“Su música para niños no hacía concesiones ni agregaba ñoñerías a sus textos; metáforas e imágenes se mezclaban con un lenguaje llano, en un puente musical que se apropia de infinitos referentes rítmicos y armónicos”, resalta el teatrólogo Aliocha Pérez Vargas.
Odalis Rodríguez y Yoha González, los actuales músicos de la agrupación, se saben herederos y responsables de la preservación de ese legado.
“Mi primer maestro en la música para niños fue Noel Gorgoy. Él influyó mucho en la manera en que yo iba a hacer mi música después”, nos cuenta Yoha; mientras, Odalis destaca que asumen la música como un personaje: “Emocionalmente nos lleva a los actores y a mí misma a transmitir lo que queremos expresar”.
De ahí que el repertorio musical del grupo sea el protagonista de la celebración por los 30 años de Titirivida, una iniciativa que acordaron llamar Concierto Titiritero.
Con el acompañamiento de los músicos y actores invitados, una docena de canciones y títeres restaurados para la ocasión harán que el público recorra la historia del conjunto el propio 16 de abril, a las 9:00 p.m., en el teatro José Jacinto Milanés.
“Es un reto y un sueño, algo que quienes nos antecedieron hubiesen querido también experimentar”, considera Odalis Rodríguez.
Una exposición fotográfica, el estreno de una obra del dramaturgo chileno Carlos Grey, así como compartir escena con otras distinguidas agrupaciones del teatro para niños en el país constituyen otros festejos programados en el transcurso del año.
Tales proyectos creativos muestran la vitalidad de un colectivo teatral que ha sabido sortear obstáculos y prender en nuevas generaciones de teatristas, más allá de aquellos primeros cuatro valientes.
Como en sus primeros años, Titirivida sigue siendo una fuerza a favor del teatro cubano para niños.