Intentar rescatar la memoria, sobre todo de algo tan efímero como el teatro (porque, aun cuando pueda ser recogido en algún formato, incluso en el mejor de los formatos posibles, el más fiel y eficaz, nunca podremos reproducir esa necesaria y consustancial proximidad con el espectador, esa condición de hecho vivo que identifica y singulariza el arte de las tablas), resulta, no solo una acción altruista, sino un verdadero acto de arrojo y amor, que ambos, a no dudar, suelen ir de la mano.
Contada casi en primera persona por haber compartido durante mucho tiempo empeños y azares con los protagonistas de este libro, su autor, Aliocha Pérez Vargas, quien es licenciado en Teatrología por la Universidad de las Artes (ISA) y asesor escénico de Teatro Rumbo, en el 2016 obtuvo mención especial, en el acápite estudiante, en el Premio Anual de Crítica y Gráfica de la revista Tablas y en el 2018 mereció el Premio de Puesta en Escena con la obra El casting, en el festival de teatro Elsinor de la Facultad de Arte Teatral del ISA. Artículos suyos han aparecido en diferentes revistas como Conjunto, Tablas, Cauce y La Gaveta.
Como señala Aliocha en las palabras introductorias, Titirivida: memoria de un retablo, es la historia de un viaje, el derrotero de esta agrupación a lo largo de los años, las cimas y los avatares que la acompañaron. Aunque, si solo de esas circunstancias tratara este libro, si se estancara en lo puramente anecdótico y en una detallada cronología, acaso no valdría siquiera un comentario (que las listas de fechas y acontecimientos están desde siempre condenadas al olvido), pero si algo destaca en estas memorias es cómo una mirada desprejuiciada y sabedora, partícipe aunque no cómplice, hurga en cada hecho dejándonos ver las luces y las sombras que lo acompañaron. Critica desde dentro, desde la perspectiva que dan los años y un oficio siempre en evolución, y eso me parece muy destacable, tan valioso como el análisis que se hace de las causas que motivaron la fundación del núcleo titiritero, así como dejar constancia de sus propósitos estéticos y las circunstancias coyunturales que determinaron el sentido de sus fabulaciones los contextos económicos, políticos, sociales y culturales que rodearon la obra de esta agrupación.
De cada montaje no solo se puntualiza en su concepción y hasta los artilugios que lo hicieron posible; también, como quedó ya apuntado, una óptica nada complaciente señala lunares a la vez que resalta logros y, lo más importante, al hacer un análisis del entorno, de las puestas que en ese momento invadían la escena nacional, coloca a Titirivida en su real dimensión para que el tiempo, la desidia y la desmemoria no borren los indiscutibles aportes de este grupo a la escena nacional y como tal, no solo logró hacerse ver, sino colocarse entre la vanguardia de los titiriteros cubanos.
Además de un homenaje a Luciano Beirán, ese nombre indispensable en la cultura pinareña, que entregó al teatro de títeres y para niños los más fecundos años de su vida y un legado de constancia y buen hacer; a Noel Gorgoy, músico también imprescindible, cuyas canciones iluminaron tantas puestas y a todos los que con su esfuerzo y talento han contribuido a mantener viva la agrupación, este libro es, también, un llamado de atención y una advertencia para que la memoria de nuestras tablas no se pierda, porque si bien alguna que otra cosa pueda merecer el olvido, hay mucha riqueza por rescatar, muchas puestas emblemáticas, muchos protagonistas más o menos arrinconados que dieron lustre a nuestra escena y, cuando menos, tiene un recuerdo que transmitir.
Y a esta historia, contada o no por Aliocha (ojalá que por él), le deben seguir otras, otros viajes por la memoria de un teatro que tuvo una de las mejores Santa Camila de la historia (se dice que, a los ojos de Brene, la mejor); con el que Bertha Martínez realizara un montaje memorable y en el que habría seguido trabajando (también se dice) de no haber sido por la ignorancia y la apatía; un teatro que cierta vez cayera en un marasmo creativo del que un puñado de jóvenes, con puestas que subvirtieron todos los cánones provincianos de entonces, lo hicieran despertarse; eso, por solo citar unos ejemplos.
Agradezcamos este libro y a su autor el meritorio esfuerzo, el compromiso y el arrojo.
Quedamos a la espera de nuevas entregas.*