La necesidad de la unificación monetaria y cambiaria ya es impostergable. Podemos tener dudas, ansiedades, comprensiones o desacuerdos, pero la sustitución de importaciones y fomentos de exportaciones, la existencia de una moneda nacional que contribuya al equilibrio macroeconómico, eliminar la confusión en las mediciones de los costos reales de la actividad empresarial es un imperativo en la proyección al desarrollo, sin que sea una varita mágica, garante de soluciones inmediatas.
Mucho se ha dicho y todos hacemos el mayor intento para entender lo que se nos ha explicado sobre economía. Debatimos acerca del día cero, la canasta básica y hasta, calculadora en mano, algunos han multiplicado los salarios actuales por 4.9 para aproximarse a un estimado de ingreso, sin que se sacien temores, sobre todo en medio de un desabastecimiento de productos de primera necesidad en el mercado estatal que, de aparecer, se encuentran a precios adulterados por quienes saben leer el momento y sacar partido de la precariedad.
Aunque el ordenamiento monetario estima las implicaciones sociales, sobre todo desde el subsidio y la asistencia social a personas y grupos económicamente vulnerables, sus mayores impactos están en el orden del imaginario, del universo ideocultural que se reafirma en el ajiaco que mezcla los valores de la Revolución, la memoria histórica, la idiosincrasia cubana y la complejidad del presente.
Después de 60 años hemos aprendido las secuelas nocivas del igualitarismo, sin embargo, la homogeneidad de la Revolución, en defensa de la equidad como estandarte, nos hace creer que todos merecemos lo mismo, hasta llegarnos a inocular malas prácticas que van desde la falta de compromiso social, la desmotivación por el trabajo o la evasión de las responsabilidades que acarrean los puestos de dirección.
A la papelera de reciclaje habrá que enviar todo vicio del pasado. Como hemos añorado por tanto tiempo, tendremos en Cuba la posibilidad para estimular a los que más lo merecen, para vivir con el fruto de nuestro trabajo digno, sin esperar por la remesa, sin multiplicar por 25, o 24, o 24.50.
A cada cual según su capacidad, según su trabajo. Llegó la hora para quienes se han esforzado, para los que estudiaron, los que producen, los que le dedican horas extras a su institución, los que han asumido liderazgos comprometidos a expensa de los tiempos libres.
Unificación monetaria y cambiaria, transformación de subsidios excesivos y gratuidades indebidas y reforma salarial integran el proceso al que estamos convocados, comprendiendo que es, como acentuó el General de Ejército Raúl Castro Ruz, la transformación más determinante para avanzar en la actualización del modelo cubano, por su repercusión en todas las esferas del quehacer económico y social de la nación.
A mi criterio, creo que estamos conscientes de la complejidad que enfrentamos y reconocemos que la inflación es, probablemente, el mayor riesgo de la tarea.
Quizás la debilidad económica de esta hora nos frene la esperanza en el aumento, el respiro financiero a todo pulmón, pero, si en algo ganamos con la información, es la confianza en que la propuesta lleva años de análisis, consulta popular, construcción de consenso, comparación con contextos internacionales, voluntad política para acercarnos a lo que merecemos como pueblo.
Terapia de choque, referido al efecto negativo asociado al desempleo o quiebre de empresas, insuficiencia salarial o desamparo a las familias de trabajadores son realidades ajenas que se descartan del nuevo orden, lo que no quiere decir que, con toda justicia, se siga apuntalando a los que no trabajan o se buscan la vida entre vericuetos que asesinan los bolsillos de los asalariados.
En el país, a cierre de 2019 se registran más de 57 000 desempleados que, en la nueva coyuntura, tendrán que trazarse estrategias de gestión del salario, sin que la batalla gubernamental contra la inflación y la corrupción deje muchas oportunidades para el invento, como se le ha dado en llamar desde el sentido común.
Subirán los sueldos, las jubilaciones y las pensiones de la asistencia social con el fin de respaldar el aumento de los montos minoristas por la eliminación de algunos subsidios a productos y servicios y las gratuidades, atendiendo a que la unificación conlleva una devaluación y necesariamente tendrán que ajustarse los precios del mercado.
La aspiración de que el salario sea la principal fuente de ingresos y permita el acceso a bienes y servicios de calidad no es solo un sueño colectivo, sino un principio constitucional. Lograrlo está en las manos de la población laboralmente activa que tendrá que entender que consagración, productividad y eficiencia dejan de ser fríos clichés para convertirse en garantías de los accesos al bienestar, a la posibilidad de soñar.
Al fin una pirámide correctamente orientada, que garantice el desarrollo de las fuerzas productivas cubanas, el estímulo al obrero por sus resultados.
Hasta la fecha, los anuncios dan señales de vitalidad. Por solo citar un dato, en el 2019 la mayor incorporación de la fuerza laboral fue en actividades de agricultura, ganadería y silvicultura, las que tienen su apartado de justicia con la reforma, otorgando el lugar que ameritan en un país agrícola que se afana en ser cada vez más próspero y sustentable.
Embarazadas, niños y ciudadanos imposibilitados de laborar están protegidos; pueblo laboralmente activo está llamado al trabajo como apuesta al desarrollo con justicia social.
En el perfecto ideal, una reforma de tal magnitud debía ampararse por la capacidad de una economía sólida. No es nuestro caso. Hoy seguimos impactados por el bloqueo imperialista, y para colmo, por la crisis que dejan los nueve meses de COVID 19 y las malas jugadas de los eventos meteorológicos, de manera que muchos desafíos están en el camino, y somos nosotros los designados para asumir, implementar, conquistar y vencer.