El título de estas líneas da paso a reflexionar sobre algo que muchos de los que me abordan diariamente en el plano personal me han comentado, solicitado e instado a redactar.
He de decir que me es imposible plasmar la inmensidad de criterios que me transmiten, las inconformidades, prejuicios, sinsentidos y otros aspectos que bien puedo compartir o no.
Por supuesto, hay cosas con las que no estoy de acuerdo y nunca lo estaré, así lo he dejado claro –y antes de que me ataquen los defensores a ultranza o aquellos que lanzan sus gritos con argumentos ciegos– recordemos que todos tenemos derecho a una opinión. Pero por sobre todas las cosas, tenemos derecho a ser, a estar.
Lo anterior quizás parezca un trabalenguas, pero considero, es un buen pie para hablar sobre los derechos y el bienestar de cada cual.
Dos ideas pueden extraerse de lo anterior y de todos los comentarios escuchados en los últimos días: tolerancia e inclusión. Sí, ambas vienen implícitas desde el punto de partida de las observaciones por parte de terceros. No hay necesidad de decir más.
En sus formas más abstractas, respeto y aplaudo ambos vocablos. No obstante, cuando la razón no asiste, se toma por sentada la inclusión como si fuera un juego, o se simplifica el primero de ellos como el solo acto de soportar… aborrezco entonces a quienes se abanderan con estas últimas formas.
Para los menos instruidos, la tolerancia es el acto del respeto, la aceptación y el aprecio a la diversidad de culturas de nuestro mundo y sus formas de expresión. Esto, fomentado desde el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.
En el caso de la inclusión, esta reúne a personas de diferente origen racial, étnico, cultural y social, con experiencias variadas, en un entorno seguro, positivo y afectuoso. Es un enfoque social que reconoce y valora las habilidades y potencialidades únicas de cada individuo, buscando que todas las personas sean parte activa de la sociedad, en igualdad de condiciones.
Ahora bien, no nos vayamos por las mismas ramas de siempre, y evitemos los clichés, las banalidades y las presiones que acompañan a estos vocablos en asuntos relativos a la sexualidad. Seamos más profundos.
En este sentido, y en cuanto a sexualidad se refiere: se es, no se es, o simplemente se es de un tercer, un cuarto o hasta un quinto modo. Y para zanjar este asunto, todos somos seres humanos, y si usted, amigo lector, es de quienes “soportan”, pues entienda que no tiene por qué avinagrarse con la vida ajena. Se tenía que decir y se dijo.
Lo más importante, como decía líneas arriba, es la verdadera esencia de cada una de las palabras que dan título a este espacio. Vayamos más allá.
Hagamos viral el proporcionar apoyos e igualar las oportunidades para todos, sin que importe nada más que su especie. Que lo imperativo sea ley, y garanticemos entonces derechos, deseos, capacidades y dignidades plenas.
Si me preguntan, en nuestra sociedad aún reina la displicencia, ocasionada por falta de valores, de conciencia… y estamos repletos de prejuicios y discriminación, los cuales cada vez generan más odio, temor, falta de apoyo e incomprensión.
Y esto es importante, pues si desde nuestras “vidas perfectas” solo quedamos como espectadores ante terceros… ¿qué será del resto?, ¿qué será de las nuevas generaciones y qué esperar para con nosotros mismos?
Desafortunadamente, estos dos vocablos todavía tienen que recorrer un camino largo y pedregoso. Pero toda gran marcha comienza con el primer paso.
Eliminemos entonces las barreras psicológicas, sociales y físicas que entorpecen; mejoremos los tratos, respetemos, celebremos lo que nos identifica sin mortificaciones.
De obviar esto último, se socavan y sacuden los cimientos más básicos de la civilidad, al tiempo que se fomenta la divergencia y el desafuero.
Ser comprensivos en estos tiempos es, más que una necesidad, un deber de todos.
Recuerdo ahora la anécdota de un amigo al llegar a un restaurante capitalino, y este adjudicarse, a modo de “título nobiliario”, la mencionada inclusión tan de moda. Sin embargo, bombo y platillo de aquel quedaron por el suelo cuando se les preguntó si tenían alguna carta en braille para un invitado ciego que los acompañaría.
Pensemos en ello.