Una peligrosa ruta de tráfico de personas atraviesa el Estrecho de la Florida. Dolorosas son las cifras de hombres, mujeres y niños que han desaparecido en el mar al intentar la azarosa travesía, atraídos por los cantos de sirena del sueño americano, y víctimas de la política del Gobierno de EE. UU., al estimular la inmigración ilegal como arma en la guerra sucia contra Cuba.
Recientemente, agentes federales arrestaron a tres hombres en los cayos de la Florida, vinculados al contrabando de inmigrantes cubanos, lo que llevó al desmantelamiento de parte de una red dedicada a este deleznable negocio.
Funcionarios de la Guardia Costera reportaron que sus naves han interceptado a 107 cubanos en lo que va de año, superando ya la cifra total de los 12 meses anteriores, según medios de prensa.
La mafia que opera esa ruta cuenta con casas secretas en Miami; una flotilla de lanchas rápidas, tripuladas por gente dispuesta a todo por ganarse unos dólares, y una larga experiencia en esta y otras actividades ilegales.
Los delincuentes establecen contacto con cubanos residentes en territorio estadounidense y ofrecen, mediante el pago de una fuerte suma de dinero, unos 10 000 dólares, para trasladar, desde las costas del archipiélago hasta Miami, a sus familiares.
Otro modus operandi consiste en, mediante teléfonos celulares o a través de internet, contactar a personas en la Isla dispuestas emigrar por esa vía, o uno de los «organizadores» viaja a Cuba para encargarse directamente del viaje.
El pasado 2 de marzo se produjo una salida ilegal por la costa norte de la provincia de Villa Clara, organizada desde EE. UU. empleando una lancha rápida de tráfico de personas. Dos días después, a tres millas náuticas de Cayo Sal, en Bahamas, zozobró la embarcación, con saldo de un muerto y varios desaparecidos.
Muchos riesgos corren quienes emprenden tamaña «aventura», pues a la avaricia de los organizadores no le importa la capacidad de transporte de las lanchas: mientras más personas viajen en ellas, mayor es la ganancia.
Para esos traficantes, acostumbrados a trasladar estupefacientes desde Sudamérica a EE. UU., y a enfrentar la competencia con suma crueldad y violencia, la vida de sus «mercancías» no vale nada.
Se sabe que la orden dada por los cárteles a los lancheros, si las fuerzas del orden detienen una embarcación en el mar, con migrantes a bordo, es hundir la embarcación y no dejar testigos.
El estímulo constante a la emigración ilegal, mientras se incumplen los acuerdos refrendados entre Cuba y Estados Unidos sobre este tema; la permanencia de la Ley de Ajuste Cubano; más el cerco económico, recrudecido en medio de la pandemia de la COVID-19, señalan, con toda claridad, quiénes incentivan la emigración ilegal y la tragedia que viven algunos incautos en la siempre peligrosa ruta del Estrecho de la Florida.