El quehacer en las acciones de transformación en los barrios vulnerables es agenda prioritaria para el Gobierno cubano. La idea de impulsar ese cambio en el lugar donde es más necesario nace de las intenciones más sanas de este país, pero mucho hay que perfeccionar aún en el noble objetivo.
Partimos de una voluntad política para transformar el barrio, pues ya había dicho el primer secretario del Partido Comunista de Cuba y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que es allí donde empieza la Revolución. Sí, pero esa voluntad hay que apoyarla y a la vez darle alas.
¿Qué es relevante en este proceso de transformación? A todas luces dos elementos resultan esenciales. Uno: que las acciones sean sostenibles, y dos, que se gesten a partir de un proceso de participación popular.
Que aquello que se transforme en el barrio sea perdurable, que tenga calidad; que responda ciertamente a las necesidades de los pobladores depende, en primera instancia, del nivel de participación que posean los vecinos, primero en identificar sus problemáticas y segundo en su solución. Aquí resulta vital implicar a la gente, que sientan el cambio suyo.
Como parte de la transformación en los barrios habrá que hacer un trabajo más exhaustivo en temáticas relacionadas con la dinámica demográfica, el envejecimiento poblacional, la atención a madres solteras, a hijos de padres que cumplen sanción y a familias vulnerables y de bajos ingresos.
Hasta el momento, las principales acciones en los repartos vueltabajeros han estado relacionadas con la vivienda, el abasto de agua, los viales, la asistencia social y el desempleo, cuestiones que coinciden, además, con los problemas identificados en la tercera visita gubernamental a Pinar del Río, los días 27 y 28 de enero.
Las labores han estado antecedidas ciertamente por una pesquisa profunda de los trabajadores sociales, de los grupos de prevención en cada Consejo Popular, pero incluso en el diagnóstico deben tener los residentes una participación activa, porque ello es ejercer también el poder popular en su expresión más pura.
¿Cuáles son sus deseos, sus aspiraciones? ¿Prefieren remozar la bodega o mejorar el parque infantil? ¿Qué pueden aportar para ello? ¿Hay algún carpintero, albañil, pintor en el barrio que se sume? ¿Van a arreglar los padres las sillitas y canales del parque? ¿Cómo priorizar asuntos todos importantes como pueden ser la imagen de la escuela o las acciones constructivas en el consultorio o la bodega? ¿En qué empleamos el presupuesto?
Y este último aspecto sobresale también como uno de los temas a los que le prestó especial atención Manuel Marrero Cruz, primer ministro de Cuba.
En su visita recalcó que tiene el delegado que conocer qué parte del presupuesto se ejecutará en su circunscripción y en cuáles obras, tienen que saberlo también los vecinos, discutirlo e implicarse.
Solo así serán perdurables en el tiempo las acciones en cada localidad, y es que se trata de una transformación integral que parte del ejercicio de ese poder popular, no de una intervención desde afuera, en la que los vecinos sean simples espectadores.
Esta idea de mejorar los barrios es primero noble, justa y responde a una voluntad extraordinaria si se tienen en cuenta las limitaciones económicas que vive este país.
Poner los recursos y dineros donde sea prioritario y sumar a todos en función del barrio es la clave para una transformación para bien.