La Operación Carlota, concluyó el 25 de mayo de 1991, con el regreso de los últimos 500 militares cubanos que permanecían en la República Popular de Angola. Dos días después, hace 30 años, en El Cacahual, Raúl comunicó: «A nuestro pueblo y a usted, Comandante en Jefe, informo: ¡la Operación Carlota ha concluido!»
El país está concentrado en la pandemia, digno de tener en cuenta como en su momento lo fue Playa Girón, hace 60 años, y la Guerra en Angola, hace 33. Quizás alguien se pregunte cuál es la relación.
Sencillamente es una especie de silogismo que nos permite asegurar que, si en los dos grandes hechos bélicos los enemigos fueron derrotados, con la epidemia también sucederá, porque el elemento más valioso, valedero y consagrado es nuestra gente.
Es más, podemos asegurar que todos son consecuencias, basadas en el aprendizaje, la experiencia, el optimismo y la seguridad en la victoria, con un denominador común: la juventud presente en los tres casos.
Hace poco, en un reportaje anterior, reseñaba las frecuentes embocadas contras las caravanas en la epopeya angolana y decía que la “ruta de Menongue a Cuito Cuanavale era como basurero de más de 160 vehículos; una emboscada destruyó 36 camiones de combustible que se dirigían a reforzar los suministros de la fallida ofensiva de 1987”. Pero faltó una precisión, ese desastre no tuvo que ver con los cubanos, sino con las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) que desoyeron los consejos y al final tuvieron que ser rescatados por los nuestros.
HÉROE DE ESTOS TIEMPOS
El cuatro de junio de 1948 vino al mundo en Cayo Güin, en Baracoa, Oriente, un humilde cubano que se crió en un rancho campesino, campamento de los rebeldes que hicieron la Revolución y por azares de la vida, después del triunfo, fue llevado, con 12 años, como soldado tirador para participar en cuanto atrincheramiento miliciano hubo en Guantánamo, hasta que se ganó la oportunidad de ir para el Batallón de la Frontera.
Ese mismo hombre lo tengo hoy delante como el mayor retirado Artemio Rodríguez Cuza, que fue soldado, clase y oficial de las FAR, con una envidiable hoja de servicios, que va desde ser operador de una combinada cañera hasta pasar a alumno de la Academia de las FAR Máximo Gómez Báez en la que se preparó como jefe de Estado y Plana Mayor, en la especialidad de Mando táctico de las tropas de la DAAFAR; Vanguardia Nacional en los ejércitos Oriental y Occidental; dos misiones en Angola (1975-76 y 1987-89) y una veintena de medallas y condecoraciones.
Una larga vida es difícil de atraparla en poco espacio, pero hay que aclarar que llegó a Pinar del Río en 1966, cuando el comandante Omar Iser Mojena se hizo cargo del Cuerpo de Ejecito de la provincia.
Artemio es de carácter indomable, propio de los guantanameros, de esa irreverencia que no calla su verdad ante ningún oficial, pero con el debido respeto que exige la ética militar y muy preocupado por la veracidad de la historia. Aunque de poco hablar y en voz baja, está en constante apego con la justicia, pero más que eso, su pasión son las FAR y la Revolución.
LA HORA DE LA VERDAD
Los jóvenes de hoy no deben tener añoranza por la Sierra, el Moncada o el Granma; como tampoco Artemio no añora el carecer de la edad necesaria cuando Playa Girón –solo tenía 12 años – porque después se enfrentó a un momento histórico y colosal en dos misiones.
No pretendemos narrar paso a paso lo que hizo, pero si algunas acciones, como cuando oficial respondió al mando de importantes comandantes y se vio involucrado en combates, emboscadas, captura de soldados contrarios (un piloto sudafricano), toma de posiciones enemigas y hasta cercos de los que tuvo que abrirse paso a tiro limpio y con el apoyo de su aviación, que a la vez de ayudarle le resultaba riesgosa.
Sintió atracción por la aviación y tuvo la oportunidad de protegerla desde tierra; en 1982 fue trasladado a la Unidad 7000, escuela de pilotos de aviación Comandante Ernesto Guevara de la Serna, e incluso después estuvo entre 1986 y 1989 como jefe de plana mayor del primer escuadrón aéreo L-39.
En la guerra en varias ocasiones le vio la cara a la muerte, recibió reprimendas por avanzar más allá de lo adecuado, por el riesgo para la vida, como también tuvo encontronazos por opinar de alguna acción insegura, pero la guerra es así, máxime ellos que se enfrentaron con la UNITA y los sudafricanos que se disputaban los Morros de Tongo, al igual que los pasos de ríos como el Cuvo-Keve.
El dos de diciembre de 1975, el comandante Estrada le ordena destruir los cañones de 140 milímetros de los sudafricanos. Era realmente una acción suicida, pero cuando iba en camino un enlace angolano en moto lo ataja, para entregarle un mensaje dirigido a Trueno -su indicativo por radio – que decía a “Dónde coño tú vas, quién te mando, regresa a tu posición.”Y firmaba el comandante Leopoldo Cintra Frías, que comprendió la locura que cometería.
Corría enero y la misión eran los Morros de Tongo ocupados por el enemigo, y al comandante Romárico Sotomayor le ordenan cerrar el flanco derecho para que no recibieran refuerzos. En la exploración detecta que en su retaguardia el enemigo se había reservado una segunda posición, pero no la habían ocupado. Lógicamente la artillería cubana la tenía colimada y tiraba sobre ella, no podían imaginar que ahí estuvieran efectivos cubanos.
Artemio se comunicó con el indicativo Lapicero (comandante Romárico) para que moviera los tiros hacia atrás o adelante, pero lógicamente la respuesta del jefe fue decirle “hasta del mal que iba a morir”, por su locura… a la larga hicieron las correcciones y ordenaron nuevamente que recuperara la posición.
En febrero ya estaban a orillas del río Cuvo-Keve, el puente roto impedía el acceso del comandante López Cuba con un regimiento de tanques, y no llevaba infantería.
La orden no se hizo esperar, a la una de la madrugada les informaron que realizarían el desembarco helitransportado a las ocho de la mañana. Partieron dos naves, que realizarían dos viajes cada una. Saltaron a baja altura, el combate llegó al cuerpo a cuerpo e, incluso, después supieron que los helicópteros tenían impactos en el fuselaje.
El encuentro fue feroz, pero lograron escalar el morro y quedaron cercados, pero había que ofrecer información para el movimiento del regimiento de tanques, no podían retirarse. “Estábamos cercados, no puedo precisar cuántos días, pero con la acción decisiva y pericia de un piloto cubano, con su MiG-23, nos libró de la pesadilla.
“En el último vuelo de helicópteros, cuatro de los soldados quedaron fuera del cerco, perdieron el contacto y se lanzaron al río. Fue un milagro que los animales no se los comieran, eran Félix Fernández, guantanamero; Roberto Rodríguez, de Las Mangas, Artemisa; Roberto Quintana, de San Cristóbal, y otro un pinareño o habanero, que después de unieron a la agrupación.
“El grupo combatió tan heroicamente que fue reconocido por un emisario personal del Comandante en Jefe y posteriormente el comandante Romérico Sotomayor nos comunicó la indicación de Fidel que no nos dejara combatir más y nos enviaran para Luanda…, aunque me opuse, eran jóvenes de 20-28 años: entre otros, los que recuerdo, Luis García, de Guane; Malagón, de Viñales; Pedro Rodríguez, de Guantánamo; Arrebato, de La Habana; Amable Rodríguez, Isla de la Juventud; y Prisciliano, de Mariel, que pelearon fieramente.
“En mi vida militar -hace casi 60 años- mi momento más glorioso fue en agosto de 1975, cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro, durante una ceremonia en La Habana, me colocó las insignias de teniente y me dijo una frase que jamás olvidaré: “Te voy a ascender por valentía y honestidad”.
Y la muestra debe estar en sus casi 20 condecoraciones, donde se incluyen dos misiones en Angola, con las dos medallas de primera clase de Combatiente Internacionalista, la Ignacio Agramonte, Victoria de Cuito Cuanavale, servicios distinguidos de la FAR, Victoria Cuba Angola y muchas por los aniversarios de las FAR.