Quienes la conocieron la adoraron. Era una madre grandiosa, de esas que no falta ni juzga, de las que solo ama y educa para trascender. Era la abuela Rosario de los niños, una actriz imperecedera a todo tren, diestra defensora de la narración oral. Era “un ser de luz” dicen los que la llevan en el alma y sienten su partida hoy.
Luisa Marina Pérez Álvarez comenzó su carrera escénica en el otrora teatro guiñol de Pinar del Río. Le gustaba el teatro dramático, pero el azahar la puso frente a los niños, para enamorarla definitivamente. Círculos infantiles, hospitales pediátricos, casas de abuelos, hogares maternos en numerosas comunidades y festivales nacionales disfrutaron su lucidez escénica.
Andaba maquillada siempre, aun dentro del hogar, con una sonrisa luminosa como el alba. “Creo en la honradez, en la verdad y la sinceridad” expresó en cierta ocasión a Guerrillero– como una máxima de vida; y aconsejó a las generaciones emergentes estudiar para ganar el triunfo.
La recordaremos tal y como era: traviesa, ocurrente, jovial, tenaz protectora del arte. ¡Tu Pinar te abraza, Luisa! ¡La función continúa!
Conozca más sobre Luisa Marina Pérez Álvarez en: Descubriendo en Pinar del Río a la abuela Rosario
A Luisa NO la puso el «azahar» frente a los niños. El AZAHAR es la flor del naranjo. Realmente, a Luisa le puso el AZAR (la suete) frente a los niños.