Y sí, mañana ya será 2022. Este año, para muchos fatídico, triste, llega a su fin. El saldo de fallecidos por la COVID-19, las miles de familias que quedaron marcadas por la pandemia y la inseguridad que generó el virus hizo que no pocos pidieran a gritos que terminaran sus 12 meses.
Para otros no fue del todo negativo. A muchas parejas les nació un hijo, se graduó un nieto, se concretaron proyectos de vida, porque las cosas no son en blanco y negro y el 2021 también tuvo sus destellos de felicidad.
No obstante, termina y esta noche habrá quien salga a darle las vueltas a la ceiba o quien agarre una maleta y salga a caminar a la calle o quien tire una cubo de agua para que se lleve “todo lo malo” y dejará en manos del destino lo bueno y no tan bueno que nos pueda ocurrir a partir de mañana.
Mas, siempre he pensado que al destino hay que ayudarlo y no basta con desear que los contagios por COVID-19 sigan rozando el cero si por otra parte incurrimos en indisciplinas y dejamos de usar el nasobuco y estar al tanto de lavarnos las manos y desinfectarlas a cada rato. Y ojo, los números dicen que vamos en ascenso.
No basta con desear, por ejemplo, que la capacidad de compra del peso cubano y del salario sea mayor si los precios siguen por los cielos y la oferta no satisface la demanda, si no se desinfla la inflación y sobre todo si quienes tienen la potestad para fijar unos y topar otros no pegan el oído a la tierra y escuchan lo que dice y preocupa al cubano de a pie.
Y no basta con desear que a Cuba le vaya mejor si no hacemos todo lo que esté a nuestro alcance porque así sea. Y habrá que estudiar, trabajar, echar adelante para que el futuro sea mejor de lo que ha sido este año, para que crezcan nuestros niños y tengan más y mejores oportunidades en esta Isla que, a pesar de las vicisitudes y las escaseces, se vistió de solidaridad y se hizo grande con sus vacunas y con su amor para todos.
No será suficiente desear buenas vibras y mucha suerte para un país que necesita de su gente y también de sus amigos para seguir adelante.
Urge buscar nuevos caminos para la economía, desarrollar esos actores no estatales a los que se les ha otorgado amplias posibilidades para erigirse como claves importantes en los territorios; explotar al máximo los recursos endógenos de los municipios; lograr encadenamientos productivos; sustituir las importaciones de cuanto se pueda hacer, producir y construir aquí, y exportar hasta al último confín del mundo. Pero para eso hay que ser competitivo, tener calidad, ofertar producciones exclusivas, únicas, distintivas del mercado cubano.
El 2022 no será mejor solo porque así lo añoremos. Y de sobra hay quien quiere que nos vaya peor. Precisamente por eso Cuba tiene grandes retos. El primero y más difícil es el de crecerse, de prometer y cumplir a su juventud un porvenir en el que pueda concretar su proyecto de vida.
Y no se trata de lujos. Tiene que ver más bien con la realización personal y profesional, con servicios de calidad, con una retribución lo más cercana posible a aquello de “cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”.
Entonces, cuando esta noche el 2021 llegue a su fin y se quemen los muñecos del año viejo, nos abracemos todos y celebremos estar vivos, juntos para seguir adelante, pensemos que el 2022 será mejor también en la medida que nos enfoquemos en ello como persona, desde la individualidad y como país.
Porque aquí lo más importante es el bienestar de los cubanos, la felicidad colectiva, esa que se ve en la risa de un niño y en el triunfo de un atleta, en quienes se ven más protegidos en el nuevo código de familia, en quienes hacen florecer la tierra y en aquellos que ponen su hombro sin exigir nada a cambio para probar una vacuna.
Por eso, luchemos por un año mejor desde todas las perspectivas y para todos los nacidos en este archipiélago, bajo la égida martiana que custodia la Carta Magna: “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.