Sí, RTV lo volvió a hacer. Y es que ya a las 8:30 p.m. del domingo estoy sentado frente al televisor, algo extraño debido a la deficiente programación de ese día. Sin embargo, tras la fallida y polémica entrega de la telenovela cubana Tú (tema debatible para otra ocasión), nos llega también de la mano de Amílcar Salatti la serie Calendario.
Y es que para los que fuimos eternos estudiantes rebeldes la serie nos refleja tanto así que volvemos a sentarnos en las últimas mesas al fondo del aula y coincidimos en el “chucho” o la imperfección de esos años mozos.
No obstante, para los que el tiempo nos cambió para bien y nos hizo conocer el mundo de la pedagogía y el magisterio al menos una vez en la vida estos 45 minutos – o meses del año si se quiere – comienzan a recordarnos de igual manera el sabor agridulce de “domesticar” lo que fuimos.
Quizás suene como una especie de trabalenguas, pero la serie, incluso para aquellos que nada los ata al magisterio, se siente en carne viva.
Calendario tiene además la virtud de ser la primera teleserie de su tipo que se produce de manera independiente en nuestro país, lo cual hace que el producto sea más deseado.
La magia de la realizadora Magda González Grau decide retratar en 13 capítulos, a partir de las problemáticas propias de sus protagonistas, un acercamiento a varios de los conflictos reales que bien pueden aquejar a los jóvenes de un noveno grado.
Y ahí me quisiera detener, pues nada mejor que las “junteras” del barrio, o los socios de la escuela en este caso, para reflejar resquicios poco tratados en la televisión nacional; hendijas que tiempo atrás eran consideradas como tabú.
En este aspecto destacar el acierto de tópicos como los vicios y el consumo de pornografía, la homofobia, la discriminación regional y la emigración interna por causas que responden a mejoras económicas.
Además, la prevalencia en ocasiones de consumir y adoptar lo foráneo por sobre la identidad nacional, así como también el apuntar a las desigualdades o la brecha entre las diferentes clases sociales de la Cuba de hoy, por solo citar los más notables, me parecen muy bien.
Cuba es diversa y es hora de mostrarla desde su juventud real, la de hoy, y a ello nos invita la serie.
Por supuesto, no olvidarnos en el plano del magisterio al temor de enfrentar lo desconocido, y la no subyugación a la cuadratura de mentes añejas frente a métodos innovadores o simplemente diferentes que sí suelen funcionar con los jóvenes.
Pero lo más importante es que, pese a que se esbozan tales conflictos – muy reales diría – cada uno de ellos se desentrama y se resuelven con una sutil vuelta de escena, que responde a soluciones desde la valentía, la sensibilidad y la honestidad que siempre nos ha caracterizado.
Calendario en solo dos meses – capítulos –, con una excelente dirección artística, fotografía y puesta en escena, ha demostrado su valía y el por qué defiende el horario estelar de un día ya casi destinado a ver algo del “paquete”.
Y no por último menos importante, pero desde la culminación de la telenovela Entrega se tenía una especie de deuda con el profesorado de la isla.
Estamos en presencia de un producto comunicacional audiovisual develado no solo para engrosar la larga lista de la llamada teoría de la “Industria cultural” de Theodor Adorno y Max Horkheimer, sino de un audiovisual pensado para la reflexión de los jóvenes y también sus padres.
Audiovisual, aseguro, esencial para los momentos que se viven actualmente; cotidianidad en donde la ética debe ir acompaña y entrelazada a la voluntad de ser y convertirnos en mejores seres humanos.