Hay medallas que no se ganan solo en un terreno de béisbol. Hay medallas que van más allá de lances, fildeos, jonrones. Hay hombres que ven en cada reto que le impone la vida un desafío.
Lo sabe bien Branlis Rodríguez, Mario Lázaro Sánchez y hasta el mismísimo Elian Moreno, todos ellos tuvieron que dedicar muchas horas de esfuerzo, consagración, estudios y superación para lograr un sueño de toda una familia, titulares de la prestigiosa carrera de Licenciatura en Cultura Física.
Unos hablan de la metodología para recuperar el brazo de un lanzador, otros de la capacidad de la fuerza explosiva en los pitchers. Con más vehemencia, Mario habla de la articulación de prácticas deportivas en las pequeñas ligas del béisbol, todos tienen un denominador común, su entrega.
Difícil ha sido el camino como reconoce un prestigioso tribunal encabezado por hombres sabios como el recién nombrado doctor en Ciencias Pablo Elier Sánchez, o los elogios de un tutor feliz como el doctor en Ciencias Víctor Cordero, que no esconde el regocijo de ver materializado el sueño, no solo de ellos sino de su familia y el equipo que los ha acompañado hasta aquí en medio de tantas vicisitudes.
La China mira a Branlis con ojos de madre orgullosa. El 27 pinareño no lleva puesta la franela que tantas veces ha empapado de sudor desde el box. Hoy viste de gala, habla pausado, menciona términos científicos, y tal parece que es un especialista de muchos años por el rigor con que aborda cada temática. Su madre estalla de alegría desde un rincón, solo suelta bajito al periodista un “gracias por estar aquí, no me cabe más orgullo en el pecho, hemos luchado duro para tener un licenciado en la familia”.
Yaimara García Tapia es la madre de Mario Lázaro, un corre camino que lleva el 70 en la espalda. Dice que es un homenaje de su hijo a algo divino, y que este número le ha dado suerte.
Su hijo disertó, y con categoría, tanto fue así, que muchos de los que lo veían desde la mesa del tribunal de expertos, aseguraban que las pruebas científicas mostradas no dan margen a la duda, que son avaladas, además, por un resultado deportivo de un municipio consolareño líder en el béisbol de Pequeñas Ligas.
Todos estos muchachos han ganado otra medalla en su carrera deportiva. Bordaron con letras doradas un sueño colectivo que hoy compulsa al resto de sus compañeros que han venido aquí a felicitarlos. Moreno le extiende el brazo, Branlis se abraza con Víctor, los padres que son ya otra familia sonríen, lloran. Van de un sentimiento a otro, y solo dan tiempo a decir “hay que apurar el ‘motivito’ porque a las dos comienza la otra discusión”, solo que esta tiene como escenario un diamante de pelota.
Hay medallas que no se ganan en un terreno de béisbol, pero que nadie dude, forman parte del diamante, porque son símbolos de sacrificio, entrega y rigor científico.