A nivel mundial, la discapacidad es un problema que se relaciona muy a menudo con los derechos humanos. Por increíble que parezca, es la propia sociedad la que está llena de tabúes y pone innumerables barreras contra los seres humanos que padecen alguna invalidez.
Por ende, para estas personas la cotidianidad está invariablemente asociada al fracaso y a la dependencia de terceros, situación que según estadísticas mundiales arroja que poco más del 40 por ciento de los discapacitados no llega nunca a satisfacer sus necesidades y aspiraciones.
Sin embargo, hay quienes como Raúl Gil González, Pepo para sus amigos y conocidos, adoptan la llamada “paradoja de la discapacidad” y luchan por sus derechos, se crecen ante las adversidades y aúnan voluntades ante el trabajo diario.
Para ellos su impedimento no los hace infelices ni lejanos o huraños, todo lo contrario, pues afirman que su calidad de vida es tan buena como la de las personas ordinarias.
En nuestro país, gracias a la obra de la Revolución y a nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, se crearon organizaciones para aglutinar a las personas que como Pepo tienen algunas imposibilidades, y ofrecerles así las mismas oportunidades que se les niega en otros rincones del planeta.
Esta es la historia de un excelente artesano sordo-ciego del municipio de Consolación del Sur, uno que con sus manos convierte el arte en magia.
LA VIDA…
Pepo nació en Consolación y era un niño como todos los demás, y aunque con rasgos de miopía legados por sus abuelos, la vida transcurría para él con total normalidad. Según narra, usaba espejuelos, porque los lentes de contacto le provocaban alergias y le resultaban muy incómodos.
Recuerda también que de pequeño era muy inquieto y siempre estaba de un lado para otro. Hasta que un día, al salir de la escuela en la que cursaba su tercer grado, fue impactado por una persona que venía a toda velocidad en una bicicleta y no pudo esquivarlo.
“Pasé días en observación, pues debido al accidente tuve una contusión severa en la frente que me dejó un chichón enorme. En aquel momento no me detectaron nada y continué mis estudios.
“Al poco tiempo, mi maestra se percató que ponía demasiado esfuerzo para leer la pizarra y forzaba la vista con regularidad. Por supuesto, mi inocencia no me permitió darme cuenta que algo malo pasaba, ya que pensaba que era de mi misma miopía. Y nunca dije nada”, comenta.
Pero la vida a veces suele ser cruel y no da lugar a la inocencia. Al cabo del tiempo uno de los ojos de Pepo se tornó blanco y fue cuando su familia decidió acudir al instituto oftalmológico Ramón Pando Ferrer.
“De lo sucedido al llegar allí tengo vagos recuerdos. Creo que nos dijeron que habíamos demorado mucho en consultar el problema. En esa fecha tenía secuestramiento total de un ojo y parcial del otro.
“Tuve cirugías del ojo izquierdo y pude ver durante varios años más, pero empecé a desarrollar desprendimientos de retina y así fue deteriorándoseme la visión”.
Pero eso no fue todo. Con el paso de los años, por los ‘90, y ya acostumbrado a su debilidad visual, Pepo se percató que la vida le asestaba otro duro golpe que no esperaba. Comenzaba a notar que tenía problemas en la audición.
Según cuenta, a principio no podía creer lo que le estaba sucediendo y se envolvió en un caparazón de negación. En su mente, la falta de audición no debía pasar a males mayores.
Pero una vez más abrió su corazón y se puso en manos de la Revolución; hoy agradece que la medicina cubana le haya implantado una prótesis auditiva con la que recuperó la escucha casi completamente.
ANCI
De forma casi instantánea a su primer problema, se incorpora a la Asociación Nacional del Ciego (Anci) a finales de los ‘80, según sus recuerdos. En 1995 lo citan de la organización para participar en atletismo. Pudo hacer la preselección y obtuvo varios premios mientras compitió.
En 1999 lo llaman nuevamente para ser parte de un campeonato de pelota para ciegos, evento en que se dieron cita alrededor de 4 000 personas, y en el que él y su equipo obtuvieron el tercer escaño.
“Tenía 27 años cuando me enviaron a pasar un curso en Bejucal para ciegos y lo cumplimenté en la mitad del tiempo de los seis meses previsto, el resto ayudé a los profesores y a mis compañeros.
“Pertenecer a la Anci para mí es lo más grande, pues esta asociación me tomó de la mano y me rehabilitó. Me enseñó que la vida continúa sin importar cuántos golpes recibamos. Gracias a ella pertenezco a un centro de trabajo del que me siento muy orgulloso. La asociación me devolvió mi espíritu y me dio un propósito en la vida.
“Gracias a ella es que hice todo lo anterior y hoy puedo exhibir mi trabajo”.
Pero la cotidianidad de Pepo va más allá, porque su compromiso y voluntariedad lo han hecho merecedor de las condiciones de vanguardia municipal y provincial por 16 años consecutivos, mientras que en la más alta esfera lleva otros tres años como líder de forma ininterrumpida.
De igual forma, también entre sus responsabilidades consta el cargo de coordinador del municipio para la asociación sordo-ciega, y alega risueño que aún es campeón invicto de damas para el occidente de la Isla, aceptando retos, tanto de videntes como de sus iguales.
EL TRABAJO
“Las manualidades las descubrí desde la infancia, creo que fue innato, pues siempre me gustaron las artes plásticas. Con el tiempo mejoré y combiné prácticas hasta perfeccionar el estilo que tengo en la actualidad, que consiste en una técnica única de su tipo en el país basada en el papier maché.
“Me inicié seriamente en el 2005 al presentarme en un concurso y resultar premiado. En 2006 participé activamente en la remodelación y restructuración de la Casa de Cultura del municipio y presenté una exposición unipersonal que fue visitada por el entonces ministro de cultura Abel Prieto”.
Para Pepo no hay cosa más sagrada que su labor, por lo que le dedica gran parte de su tiempo con seriedad y esmero, dándole a la técnica un enfoque único de su tipo en el país, de acuerdo con los conocedores de la manifestación.
“Dios siempre da determinadas virtudes a las personas como nosotros, de una u otra forma nos premia. Hago mis obras con las manos y utilizo el tacto de forma igual a como un arquitecto utilizaría su vista. Gracias a la vida, he logrado tener la sutileza necesaria para tocar alguna pieza –un carro por ejemplo– y recordarla de forma muscular para posteriormente reproducirla”.
INVIDENCIA… ¿LIMITACIÓN?
“El hecho de ser invidente obviamente es una limitación, sería muy altanero decir que no lo es, pero para nada nos hace diferentes. Creo que, desde mi posición, desde mi arte, me siento sumamente útil a la sociedad.
“Muchas personas siguen mi trabajo y constantemente me preguntan qué estoy haciendo y dónde pueden ver mis creaciones. Eso me da fuerzas y me mantiene en pie creando”.
Para Pepo los retos de la vida diaria son sumamente complicados, pues una persona como él debe luchar desde la incomprensión y apatía de algunos hasta la sobreprotección de otros.
“Alguien como yo tiene bastantes limitaciones. Pero no por eso dejo de hacerles comprender a los demás como soy, a los obstáculos que debo enfrentarme y nuestra forma de sobreponernos.
“Por desgracia, todavía no existe una cultura definida hacia las personas sordo-ciegas. Por ese motivo abro mi corazón y trato de educar a los que me rodean sobre esta discapacidad. Creo que el ejemplo que doy diariamente es de mucha ayuda para otros.
“A las personas como yo que se recluyen en su discapacidad y se menosprecian, les diría que la vida de por sí es hermosa. Que abracen a la sociedad y que se hagan sentir útiles. Que no se sientan minimizados ni amedrentados por nada. Que recuerden que nosotros también podemos llevar felicidad a los demás desde nuestra perspectiva”.