Este será un cuatro de abril distinto: sin festejos, acampadas en los cerros empinados, excursiones a sitios históricos, bicicletadas, juegos deportivos o bailables.
La crisis planetaria ocasionada por el nuevo coronavirus, nos obliga a celebrar de una forma diferente el aniversario 58 de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y 59 de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM).
Algunos se recogerán en sus casas, donde estudiarán o crearán contenidos y materiales que tributen a sus centros laborales, apoyarán de esta forma el distanciamiento social, imprescindible para evitar la propagación de los contagios.
Otros cosecharán la tierra para que no nos falte qué poner en la mesa.
Varios más, como el doctor José Carlos, de apenas 31 años, deberán permanecer en el hospital, lejos de sus familias, atendiendo los casos confirmados de la enfermedad, que tanto precisan de sus cuidados y su compañía en este difícil trance.
Por campos y ciudades circularán con sus nasobucos los estudiantes de Medicina. Jornadas enteras dedican a sus pesquisas, mientras sus padres se muerden las uñas de tanta preocupación. Entre tanto, estos muchachos tocan puertas en las barriadas y averiguan qué vecino presenta el más ligero síntoma respiratorio o si alguien hizo fiebre la noche anterior.
También están los trabajadores de los servicios, responsables de la higiene de calles y hospitales y los que pasan horas frente al mostrador de una tienda, a expensas de un contagio por el contacto con la población. Mención especial merecen también mis colegas periodistas, quienes mantienen informadas a las audiencias a través de sus valientes coberturas.
Los jóvenes somos protagonistas en esta batalla del pueblo cubano contra la pandemia. Desde nuestras profesiones diversas y útiles, contribuimos no solo a desterrar ese patógeno que trae al mundo loco y triste, también ayudamos a construir un país mejor.