‘Está prohibida la entrada sin autorización’, advierte educadamente al equipo de prensa el agente del orden que custodia la entrada a una de las zonas en cuarentena de la capital de Cuba, debido a la Covid-19.
El primer suboficial de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) Amelio Mejías explica que el cierre va desde la calle Egido y Merced hasta Muralla, en el municipio de La Habana Vieja, y que no es posible entrar o salir sin el permiso correspondiente.
En la vía paralela, otro integrante de la PNR realiza similar función, un primer eslabón dentro de la cadena organizativa que permite a la comunidad continuar viviendo, a pesar de la restricción de movimientos.
La Habana es hoy el punto más tenso del enfrentamiento a la pandemia en la nación caribeña, con alrededor del 50 por ciento de los casos que se confirman cada día y todos sus municipios con transmisión de la enfermedad.
La víspera, de los 836 positivos diagnosticados en Cuba, la capital aportó 452, con La Habana Vieja (43), Centro Habana (41) y el Cerro (24) entre las demarcaciones que presentan una situación más compleja.
Tal panorama motivó que el Consejo de Defensa Provincial dispusiera medidas especiales para detener la propagación de la epidemia, en áreas como los consejos populares de San Isidro y Belén, en La Habana Vieja.
Allí, los trabajadores del comercio y de cooperativas mantienen en funcionamiento puntos de venta especiales, que desde las 08:00 y hasta alrededor de las 18:00, hora local, ofrecen variados productos.
Cada mañana, detalla el presidente del consejo popular de San Isidro, Osvaldo Pérez, el equipo de salud realiza la pesquisa casa por casa, para comprobar el estado de las personas y la posible aparición de casos sospechosos.
Es la actividad más importante y en ello trabaja un médico por manzana, diez en total en esta zona, añade.
De igual forma laboran los mensajeros, voluntarios de la comunidad distribuidos en dos grupos, los que permanecen en el cuadrante aislado y los que salen a buscar otros productos.
Su desempeño es fundamental para facilitar la vida de la gente, pues acercan a los hogares tanto las medicinas como los alimentos, ya sean los que se distribuyen por la canasta familiar normada o aquellos que expenden las tiendas recaudadoras de divisas, como aceite y pollo.
‘Organizamos la venta por núcleo familiar, para que llegue a todos’, agrega Pérez, que en medio del trabajo intenso de estos días pierde la cuenta de si han sido cuatro, cinco o seis las jornadas que terminan poco antes de las 21:00, cuando solo pueden permanecer en la calle los agentes del orden.
Próximo al lugar donde el presidente del Consejo dialoga con Prensa Latina, un joven prepara la solución de cloro que rociará sobre las aceras, y una bicicleta cargada de bolsas con vegetales, frutas y viandas avanza despacio, para dar tiempo a los vecinos que deseen comprar.
Puede que haya cuarentena, pero la actividad no se detiene, como evidencia el paso de algunas madres con sus hijos, rumbo al consultorio del médico de la familia.
La campaña de vacunación contra la poliomielitis, que inició la nación caribeña este lunes y debe alcanzar a más de 450 mil niños, marcha en este escenario con medidas especiales de seguridad, para evitar la coincidencia de personas en los sitios donde se lleva a cabo.
Ayamey Ponciano es una de las residentes que acude a inmunizar a su bebé de seis meses. ‘Nos han atendido muy bien’, dice, pero reconoce que es muy difícil el ‘encierro’, fundamentalmente porque todos los productos no están al alcance, como los culeros desechables que tanto necesita.
Enfundado en una bata verde, Manuel Bocourt, presidente de uno de los Comités de Defensa de la Revolución en el área (organización comunitaria), prepara la entrega de los periódicos a las personas que tienen suscripciones y también la venta de papa, un producto altamente demandado.
Destaca la labor de quienes colaboran, algunos muy jóvenes, y reflexiona sobre la importancia de ‘cuidarnos entre todos’. ‘Cuando esto pase, reconoceremos a los que tanto se han esforzado’, comenta.
La mañana avanza cuando el equipo de Prensa Latina se mueve por las calles del municipio de Centro Habana. Bajando por Padre Varela, que los habaneros llaman Belascoaín, las vallas que cierran las vías pertenecientes al consejo popular Los sitios, también en cuarentena, reflejan una concepción organizada de la medida.
Agentes del orden custodian el lugar, mientras los mensajeros del barrio recogen las mercancías para distribuirlas a los residentes; un panorama que contrasta con el del vecino municipio del Cerro, donde el bloqueo de algunas calles era violado por los transeúntes y hasta algunos vehículos.
Pareciera que la Covid-19 no es una amenaza para esas personas, pero la doctora Tamara Chávez, jefa de Docencia en el policlínico local, advierte que solo en su área de salud atienden dos eventos de transmisión (aportan más de 10 casos), 49 focos (menos de 10) y en general 91 residentes permanecen ingresados como pacientes activos.
Esas cifras mueven a diario a más de un centenar de estudiantes de Ciencias Médicas y otros tantos trabajadores encargados de la pesquisa casa a casa, para detectar posibles sospechosos de estar infectados con el SARS-CoV-2, causante de la enfermedad.
Al mediodía, todos vuelven al centro asistencial a despachar la información de lo hecho en la mañana, en la tarde volverán a las calles, como cada jornada.