Un enemigo invisible, microscópico, se ha abalanzado sobre el mundo en los últimos meses y ha mostrado a los hombres lo frágiles y pequeños que pueden tornarse frente a la adversidad. La COVID-19 ha dejado, además de dolor y muerte, una gran enseñanza para todos: solo el amor y la solidaridad son capaces de salvarnos.
De esos valores conoce muy bien Ricardo Zamora Álvarez, pinareño, licenciado en Enfermería con diplomado en Urgencias y Emergencias Médicas y uno de los integrantes de la brigada Henry Reeve activos en la batalla contra la tragedia epidemiológica desatada en Italia, considerada el desafío más grande que ha vivido Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
A Ricardo lo ubicaron en Turín, capital de la región de Piamonte. Labora en un edificio antiguo, otrora taller de locomotoras, luego centro cultural que recesó sus funciones habituales a propósito del coronavirus y que fue adaptado como hospital de campaña.
“A nuestro arribo a la ciudad fuimos recibidos por el presidente de la región, la alcaldesa y un grupo de solidaridad con Cuba que nos ha acompañado durante la estancia en esta nación. Fue una bienvenida muy linda, con un calor humano que nos conmovió”, me contó el enfermero a través de la red social Facebook.
Su ritmo de trabajo es tan agitado que tardó unos días en contestar mi cuestionario, pero accedió con el mayor placer a contar sus vivencias para los lectores de Guerrillero:
“Nuestra brigada la conforman 16 enfermeros y 20 médicos. De Pinar somos nueve, aunque pudiera decirte que somos uno solo. Compartimos preocupaciones y alegrías y tenemos una verdadera camaradería. Hoy cumplimos dos meses de trabajo en este rincón del mundo donde hemos aprendido a querernos y a respetarnos como una gran familia.
“Los días aquí son bastantes ocupados. Trabajamos en turnos rotativos de ocho horas. Los lunes, miércoles y viernes recibimos además clases de italiano.
“El desayuno, el almuerzo y la comida es en el hospital y el poco tiempo libre que nos queda lo dedicamos a la comunicación con los familiares, los cuales son, a mi juicio, uno de los pilares fundamentales para el éxito de esta misión. Mi esposa es licenciada en Enfermería y siempre me ha apoyado en mis decisiones, lo cual valoro muchísimo.
“Prestar servicios en este lugar ha sido una escuela para mí y mis compañeros. Teníamos la experiencia anterior de la lucha contra el Ébola en África, en otro contexto totalmente diferente, pero con similares protocolos de protección personal.
“En Cuba poseemos un alto sentido de la solidaridad, es una actitud que se nos inculca desde pequeños. A pesar de la nostalgia que experimentamos al dejar nuestra tierra atrás, nos reconforta saber que devolvemos la salud a un ser humano necesitado, no solo de atención médica, también de afecto y apoyo emocional.
“Recuerdo con emoción el primer paciente que traté aquí. Cuando salió de alta médica me dijo que daba las gracias eternamente por la oportunidad de que los cubanos lo atendieran. Me confesó que nunca olvidaría nuestra humildad.
“De este país me llevo muchas anécdotas, imágenes que me han marcado como la de banderas cubanas colgadas en los balcones y muchachos universitarios cantando la Guantanamera. También recordaré el intercambio con profesionales médicos italianos que han sabido ser verdaderos anfitriones para la brigada.
“A mi retorno a Cuba deseo hacer muchas cosas, pero lo primero es estar en casa, donde me aguarda el tesoro inmenso de mi familia”.