¿¡Sabes quién se fue!? Fulanito, Esperancejito… y me dijeron que Ciclanito también estaba cruzando la frontera para entrar al “hueco”.
Comentarios como este los escuchamos a cada rato en medio de la cola del pan, una barbería o porque un amigo nos llega con el chisme. Es una realidad, y para nada satisfactoria, todo lo contrario, pues desafortunadamente muchos de los protagonistas de estas historias son jóvenes.
Veamos, la migración en sí no es un fenómeno ajeno al ser humano, pues recordemos que, gracias a ella, hace millones de años el hombre se diseminó y pobló la mayor parte del planeta.
¿Razones? Pues muchas: y van desde buscar refugio por asuntos relativos a conflictos bélicos, la ilusión de mejores condiciones económicas o de vida, hasta las reunificaciones familiares y tantas otras.
Empiezo así porque la migración en sí no es un problema. Lo que sí lo es son las apuestas inseguras y arriesgadas a modo de itinerarios multi-fronterizos por gran parte del hemisferio sur.
Digo esto porque en su afán de proteger a sus ciudadanos, Cuba ha abogado siempre por una migración segura y ordenada, pero para nuestros “amigos” del norte estas palabras no significan nada. Máxime cuando otorgan a los cubanos estatus y garantías que les son ajenas y negadas a quienes cruzan desde otros países.
A ello súmese el último llamado del presidente Biden, al decir en una de sus recientes intervenciones que levantaría las restricciones en cuanto a la cantidad de arribos de terceros países a suelo norteamericano. Dígase terceros países: Cuba, no nos ceguemos.
Por supuesto, el llamado “Sueño Americano” o el idílico “American way of Life” son en gran medida el motor impulsor de tales afanes con travesías nómadas.
En medio de todos estos avatares los cubanos han sido víctimas de historias terroríficas que van desde estafas, intimidación, violaciones y agresiones físicas hasta amenazas de muerte y asesinatos.
Lastimosamente es el precio que le otorgan muchos a la supuesta “libertad”.
Increíble cómo a tantos se les nubla la mente con tales obsesiones, al punto de perder el raciocinio y, para sustentar el “sueño”, no queda más remedio que deshacerse de toda una vida de sacrificios.
Venta de pertenencias, ropas, casas, carros y tantos otros bienes a precios irrisorios para ganar en tiempo y que en no pocas ocasiones cientos o miles han regresado solo con el polvo ignominioso del camino.
Es cierto que tenemos carencias, miles de ellas. Es cierto que estamos muy lejos de ser perfectos o de siquiera cumplimentar el sueño de libertad, justicia e independencia económica que queremos, pero también lo es que a pesar de todo no hay nada como el suelo que nos vio nacer, aun con sus millones posibles de defectos. Y eso no se atrevería a negarlo ni el más reacio de los de la otra orilla.
Y me pregunto: ¿no es mejor construir que abandonar? ¿No es mejor crear y partirse el brazo por un porvenir seguro y justo que gritar en contra de los nuestros?
Para ello, la juventud que decide echar el resto en esta isla debe crear desde lo objetivo, no callar ante lo mal hecho, no dar cabida a un mal ejemplo, enfrentar las desigualdades y la apatía. Ayudar a suplir escaseces desde el compromiso y la participación popular. Debe erguirse.
Es imperante y necesario reinventarnos y continuar cultivando este universo desde nuestra óptica de país libre; donde, a pesar del bloqueo, las mentiras y las manipulaciones mediáticas en la red de redes, prime la esperanza y la fe en el mejoramiento humano y en la vida futura como dijera el Apóstol.
Recordemos que se hace mucho más desde dentro que desde afuera, y que los cambios que queremos no vendrán por sí solos. Tenemos que acompañarlos, idealizarlos, cuidarlos, protegerlos, mimarlos. Olvidémonos de aquellos que tanto dentro como fuera del país persisten en el despiadado deseo de hacer trizas esas ideas; a ellos abofeteémoslos con el ejemplo. Nuestro proyecto de futuro no podrá ser otro que el de integrarnos siempre a la lucha constante por defender no solo lo conquistado, sino, con más fuerza aún, lo que resta por conquistar. Siempre bajo la mirada segura y certera que propone nuestro socialismo.