En la comunidad de Perico García, en el consejo popular Entronque de Palacios, los pobladores no quieren otra leche que no sea la de las vacas de Ovidio Alonso Matos.
“Hubo un tiempo en que la traían de otro lugar, pero que va. La de ese guajiro no viene ‘santiguada’ ni nada parecido, dicen algunos lugareños”.
De sus 40 años de vida, este guantanamero lleva 12 en Los Palacios. Pero no solo cambió de provincia, sino que prefirió dedicarse a la agricultura y dejar a un lado la profesión en que se formó.
DE UN EXTREMO A OTRO
“Soy natural de Imías, allí me hice licenciado en Cultura Física y Deportes, ejercí como profesor y hasta como metodólogo, incluso, cumplí misión internacionalista en Venezuela. Allí me enamoré de una palaceña, y aquí estoy, hace más de 10 años. Hemos creado una familia, tengo dos niñas, y realmente ya me siento pinareño”.
Confiesa que, a pesar de haber estudiado, es el campo lo que le gusta desde que era un niño. Hoy pertenece a la CCS Martín González del municipio y cuenta con una extensión total de 52,14 hectáreas.
“Pedí la tierra en usufructo. Hacía más de 25 años que este terreno no producía nada, solo marabú. Lo desmonté y ya llevo un quinquenio explotando el terreno.
“Primero me dediqué a la cría de cerdos, pero después de la Covid-19 se complicó el sector con el abastecimiento de la comida, por lo que decidí emprender otros caminos”.
PROBAR CON EL TABACO
“Nunca había visto una mata de tabaco. Lo mío eran los cochinos, tenía como 1 000. El presidente de la cooperativa me dijo: ‘Oriente, ¿qué vas a hacer ahora?’.
“Entonces le respondí que si me daba un motor me ponía a sembrar tabaco. Pensó que me había vuelto loco cuando le dije que iba a plantar 70 000 posturas. Al final fueron 200 000, y ese año obtuve cuatro toneladas. El pasado fue la segunda siembra y alcancé seis, en esta campaña tratamos de ir por más”.
Ovidio dedica 15 hectáreas a la modalidad de sol palo de las variedades Habana ‘92 y Corojo 2016. Al principio guardaba el tabaco en la antigua cochiquera, pero luego del paso del huracán Ian, le autorizaron a convertir un antiguo almacén en casa de cura, lo acondicionó, y ya cuenta con 16 aposentos.
“El 20 de agosto eché semilleros de tabaco, tomate y pimiento, pero vino un temporal muy grande y lo perdí casi todo. De tabaco quedó algo, es el que estoy cortando hoy. Luego volví a regar y la lluvia me echó a perder 200 canteros más, pero seguí en el empeño hasta que conseguí las posturas. Tengo sembradas 100 000, debo incrementar 50 000 más”.
Ovidio reconoce lo engorroso del tabaco, pero disfruta dedicarle tiempo, esfuerzo, pero sobre todo, aprender.
“Desde que empecé me asesoré con personas mayores que sabían y habían hecho campañas anteriores. Con ellos aprendo todos los días, porque aún laboran conmigo. El tabaco es una planta muy agradecida, cuando le aplicas lo que lleva en su momento, te da buenos resultados.
“Para preparar la tierra uso tres yuntas de buey. Si es cierto lo que dicen de que a los productores de Los Palacios les pagarán divisas, mi próxima meta es comprarme un tractor”.
Las tierras de este guajiro también producen alimentos durante las campañas de los cultivos varios, allí cosecha pimiento, e igualmente tomate para consumo y la industria.
“Me ha dado muy buenos resultados la materia orgánica del ganado como fertilizante en los cultivos. Tampoco me falta el agua, pues tengo un sistema de riego con el agua del río y de algunas lagunas, en las que pretendo sembrar alevines de tilapia”.
APOSTAR POR EL GANADO
¡Ven Mariposa, Espejuelo, Shakira…! Así, a viva voz, y con el acento característico del oriente, llamaba a las reses. Una a una bajaba desde la colina hasta el potrero.
“Cada res tiene su nombre, poseo 28 vacas y 18 novillas, además de toros de ceba. Mi meta es llegar a las 100 vacas. Tengo los planes de carne cumplidos y los de leche por encima de lo pactado siempre. El pasado año me autorizaron el sacrificio de 10 animales, y ya en enero puedo matar 13 o 14”.
Durante todo el año Ovidio garantiza la leche para los 37 niños de la zona y para 10 ancianos de otra bodega cercana.
Para el ganado tiene sembrado kingrass, pero también los alimenta con caña. Cada día, a las dos o tres de la tarde, guarda sus reses que se mantienen protegidas con un custodio.
“La idea es crecer en tierras, porque la masa se va incrementando, en eso estoy enfocado ahora. Yo les garantizo la leche a los niños de la comunidad y eso no puede fallar”.
En la finca, donde pasa la mayor parte del tiempo, cuenta con un grupo de trabajadores permanentes. Cada uno recibe un salario de 1 000 pesos diarios más el desayuno.
No les llama jornaleros, como es costumbre en el argot campesino. Tal vez, por su formación pedagógica, prefiere decir que tiene un claustro bien sólido, y que gracias a eso alcanza tan buenos indicadores.
“Aquí prácticamente no se descansa, pero disfruto lo que hago. Esto es lo mío”.