Para Yunaris Castro Castillo y Roilán Hernández Díaz el 2021, como para la mayoría de los cubanos, fue difícil. Mas en medio de tanta tristeza generada por la COVID-19, la alegría tocó otra vez a su puerta como 12 años atrás.
Ellos, que están juntos hace 18 años, querían un segundo bebé y las posibilidades se tornaban remotas. Mucho tiempo intentándolo sin resultados, después una misión internacionalista para él. Tras su regreso no cejaron en el empeño, hasta que la Consulta Provincial de Reproducción Asistida les brindó otra posibilidad.
“Ya nuestro niño, Rodny, tiene 12 años y desde que cumplió el primero sabíamos que queríamos otro hijo, pero no salí jamás embarazada. Yo lo necesitaba porque siempre añorábamos que tuviese un hermano o hermana y también porque pensaba que así le daría más espacio. Vivía y vivo muy pendiente de todas sus cosas. Resulta que ahora vivo pendiente de los dos”, cuenta Yunaris.
Ella, que casi había perdido las esperanzas y se conformaba ya con su pequeño, supo de la consulta municipal. Su esposo terminó la misión en octubre de 2018 y en febrero de 2019 decidieron empezar a atenderse. Un último esfuerzo del que no se arrepentirán jamás.
“En los análisis la prolactina lo mismo daba alta que baja y me remiten para la consulta provincial para que se me realizaran otro tipo de pruebas. Allí me recibió la doctora Marta Valladares, otros médicos, las enfermeras y el resto de equipo. Estuve casi dos años tratándome, y vi todo imposible. Sentí mucho estrés porque no salía embarazada.
“El tratamiento para la prolactina es con bromocriptina o cabergolina. Usé el primero y es engorroso porque el medicamento da muchos síntomas, entre ellos deseos de vomitar y aun así lo mantuve alrededor de 24 meses, todos los días”.
Yunaris agradece la profesionalidad en la consulta: “Te transmiten confianza, apoyo, seguridad; te dan ánimos para continuar cuando una se derrumba, que es lo que necesitas en esos momentos, porque es muy difícil ver que el mes pasado no pudo ser y este tampoco. Te explican al detalle tus posibilidades reales de quedar embarazada.
“Siempre estaré en deuda con ellos. Estuvieron pendientes de mí hasta el día que me fui de alta con mi hija en brazos”.
El tratamiento previo a quedar embarazada y los nueves meses de la gestación, resalta Yunaris, se llevan mejor si uno cuenta con el apoyo de la familia. “Mi esposo me acompañó cada día, me dio fuerzas para no desistir”.
OBSTÁCULOS EN EL CAMINO
“Estaba esperando para ser inseminada y la menstruación no aparecía. Entonces me hice un test de embarazo, casi por rutina, para saber, para descartar una posibilidad remota, pero no tenía mucha seguridad porque no tenía síntomas. Cuando vimos las dos rayitas, una oscura y otra bien clara, ¡para qué fue aquello! Pasé días y semanas sin creerlo, pero resultó”, recuerda con emoción.
“A partir de ese instante yo no quería hacer nada, solo cuidarme. Hice reposo porque me sentía una ‘penita’, que ahora no te sé decir si era real o existía solo en mi mente y reconozco que quizás fui a los extremos porque quería lograr el embarazo”.
Sin embargo, los momentos más complejos estaban aún por llegar. Pinar del Río se encontraba en medio de su peor etapa desde que iniciara la pandemia y por mucho cuidado que tuvo la familia, Yunaris se contagió.
“Yo no logro saber dónde me enfermé. Alcancé a ponerme solo dos vacunas y aunque con la COVID-19 no me sentí tan mal, sentimentalmente, en el plano emocional, siento que me afectó bastante.
“Lloraba por todo y por nada. Lloraba por el que llevaba en el vientre y por el que estaba afuera. Lloraba por cosas insignificantes, y es algo que me ocurre todavía. La COVID-19 te destruye muchísimo, fallecía tanta gente y tenía miedo. Había pasado por mucho para lograr el embarazo y me tropiezo con el virus.
“Después, en la pos COVID hice una pequeña neumonía y estuve ingresada. Fueron días muy tristes, pero nuevamente los médicos de la consulta estuvieron ahí todo el tiempo para mí”.
Llegadas las 36 semanas la presión arterial de la muchacha empezó a descontrolarse.
“El ginecólogo me indica tomar mi presión a diario y estaba en 140/90. Ingresé un martes y el miércoles por la noche me pasaron a inducción. La presión no se controlaba, cuando lograron bajarla y estabilizarla me indujeron y parí con 36 semanas y cuatro días, el 11 de noviembre pasado a las 3:40 de la tarde”.
Aislyn se llama la pequeña que ahora ilumina la vida de sus padres y su hermanito, quien ya toma partido y participa en las atenciones a la bebé.
“Aún hay COVID. En estos días la cantidad de contagios crece otra vez, y no quiero que la toquen, que la carguen, porque no quiero pasar de nuevo por lo que ya viví”, asegura esta madre.
“Si algo puedo recomendar a las parejas que desean un bebé y no consiguen quedar embarazadas, es que agoten hasta la última posibilidad, que acudan a la consulta, que se atiendan con dedicación.
“Hoy miro la niña y no me lo creo: tuve tropiezos durante el embarazo, pero a pesar de ello la tengo en mis brazos y estamos felices por ello”.