El lobby luce diferente: una cinta amarilla y un compacto muro de sillas de madera define el límite entre la zona roja y el resto de las áreas. De un lado, el teléfono en la carpeta interrumpe el silencio y a ratos, también lo hace la llegada de familiares con algún “refuerzo” comestible o de otro tipo.
Del otro lado, solo se ven figuras envueltas en suaves armaduras verdes y máscaras transparentes que van de puerta en puerta.
En una de esas puertas encontramos a Ana Ibis Soler, quien tiene casi 11 semanas de gestación y hace varios días fue trasladada desde San Juan y Martínez hasta el municipio cabecera para ser ingresada.
A sus 35 años, la COVID-19 la sorprende durante el comienzo de su primer embarazo. La alta vulnerabilidad de su estado requiere de atención prioritaria ante el incremento de casos confirmados y fallecimientos en la provincia.
Desde el pasado día 19, por una decisión de gobierno, y gracias al trabajo mancomunado de la Dirección Provincial de Salud y el Mintur, el Hotel Pinar del Río funciona como un hospital para gestantes, con test de antígeno y PCR positivos.
“Convertimos la instalación en hospital en tiempo récord. Es algo que lleva recursos, avituallamiento, y una serie de condiciones para que todo marche bien. Trabajamos de conjunto con la Dirección de Salud para garantizar la mejor alimentación y las condiciones de vida que necesitan. Y aquí estamos prestos a resolver cualquier situación”, afirma Alipio Trujillo Cabrera, director del hotel.
El doctor Severo Rodríguez Echevarría es el responsable de asistencia médica del centro. Todos le llaman “Profe”. Le interrumpimos la ajetreada jornada, y entre preocupaciones y ocupaciones, nos pone al tanto de lo que allí ocurre.
“Las embarazadas se encontraban dispersas en diferentes centros de aislamiento, entonces se decidió concentrarlas en un lugar con las mínimas capacidades y el personal médico especializado. Es importante que la población conozca que no podemos recibir pacientes que vengan directo de la casa. Existe un procedimiento que parte del área de salud y luego transita por la consulta de filtro del hospital León Cuervo Rubio.
“Es cierto que es un lugar con mejores condiciones y todo el mundo quisiera venir para acá, pero allí es donde se valora el estado clínico, se realizan análisis complementarios y a través de una radiografía de tórax se define si no existen complicaciones respiratorias que le permitan ingresar aquí. También se tiene en cuenta la disponibilidad”.
El centro cuenta con 200 capacidades. Hasta el pasado 27 de agosto, se encontraban ocupadas 149, entre gestantes y puérperas. Aunque la situación del país es compleja en cuanto a medicamentos, el profe Severo asegura que hasta el momento no les ha faltado ninguno de urgencia, pero sí requieren de al menos un balón de oxígeno, pues en caso de alguna complicación respiratoria habría que remitir el caso al “León Cuervo Rubio”.
“Tenemos cuatro o cinco alternativas de antibiótico, las vitaminas y los tratamientos de base a las maternas. En el caso de los medios de protección no contamos con la cantidad que necesitamos pero hemos ido mejorando, la principal dificultad está en los guantes”.
Si algo resulta fundamental es la atención a las pacientes. Para ello cuentan con una cobertura diaria de seis especialistas en Medicina General Integral, un ginecobstetra a tiempo completo y otro durante el día, al igual que un clínico. Sin embargo, resulta preocupante que aunque mayormente reciben apoyo del área de salud en los horarios de ocho a cinco, solo existen dos enfermeras de manera permanente, que por demás están casi a punto de jubilarse y aun así se ofrecieron voluntariamente para la tarea.
SIN DESCANSO, LA SATISFACCIÓN DEL DEBER CUMPLIDO
Al adentrarnos en la zona roja, conocimos a Yazmín Piña Montano, una mantuana de 16 años que espera un varón. Confiesa que a pesar de estar lejos de la familia y en una situación tan difícil en la que está en juego su vida y la del bebé, las atenciones recibidas son inmejorables, tanto en la alimentación como en el tratamiento médico.
A ellas les cuesta hablar. Aunque afortunadamente luchan contra la enfermedad en un lugar confortable, con todas las atenciones necesarias, en el rostro se les dibuja la añoranza por la casa y la familia; la angustia de saber el peligro que corren ante un virus tan impredecible.
Manolo Berbe López es el ginecobstetra que durante siete días tiene la misión de velar la estabilidad gestacional de estas mujeres. Hacía solo unas jornadas que llegaba de Matanzas, y sin volver a casa, luego de 47 días en los que brindó su apoyo como parte de la brigada Henry Reeve, decidió quedarse para continuar la lucha.
“En Matanzas trabajé en un hospital provincial que se tuvo que adaptar a las maternas, muy parecido a lo que tenemos aquí porque no había capacidad. Desgraciadamente las embarazadas se complican muy rápido, al igual que las puérperas. Aquella fue mi primera vez trabajando con la COVID-19 y fue una experiencia que ahora me sirve de mucho.
“Fue duro: éramos 800 colaboradores de todo el país tratando de ayudar y en un mes prácticamente se fue resolviendo la situación. Uno aprende, hace amistades, y los pacientes son muy agradecidos, más cuando saben que eres de otra provincia, para ellos es algo astronómico, y realmente todos somos cubanos. Ahora mismo, tengo compañeros de Matanzas que están aquí para ayudar también”.
Es la hora de la merienda, nos cruzamos con Ernesto Rosabal. Hace 30 años trabaja en el hotel, y aunque es el cantinero del lobby bar, ahora su función es la de llevar los alimentos a las pacientes.
“Esto es un deber para salvarnos todo. Lo más importante es estar vivos, aunque no cobres un peso, ahora lo de menos es el dinero. Los que estamos aquí, lo sentimos de corazón”.
Con el afán de conocer más sobre el funcionamiento del centro, atravesamos pasillos desiertos, en busca de alguna de esas consagradas enfermeras que no creen en el peligro que para este virus implican los años.
Son solo dos para más de un centenar de pacientes. Aplicar antibióticos y otros medicamentes lleva tiempo, paciencia. Bárbara Morejón Padrón sabe que las embarazadas tienen sus características, “pero lo primero es atenderlas bien, porque están fuera de la casa”.
Esta mujer es enfermera desde 1976. Desde el comienzo de la pandemia ha trabajado en varios centros de aislamiento. Es escueta cuando le pregunto el porqué de su decisión: “Claro que me ofrecí, porque esto es una batalla, un sacrificio”.
Yoannia Cabrera Martínez confía en que vamos a salir adelante. Es especialista en Medicina General Integral y pertenece a la ‘Henry Reeve’ que estuvo en Catar en junio de 2020.
“Cuando regresé en diciembre, fui a apoyar a La Habana, en el hospital de campaña de la UCI y ahora estoy aquí con las gestantes. Atiendo embarazadas y puérperas, es un trabajo constante, difícil, pero es muy gratificante ver que logran irse de alta, algunas ya felices con sus bebés”.
Dejamos la zona roja. Compartimos palabras y gestos de agradecimiento con parte del valiente escuadrón que se expone constantemente para cuidar a otros. Una de las principales instalaciones hoteleras de la provincia es ahora un campo de batalla por la salud. Allí, la misión es doblemente importante. Merecen ellas las mejores atenciones para llevar a feliz término la llegada de una nueva vida.
Importante conocer la situación de nuestras embarazadas en la provincia, excelente lugar como hospital de campaña para las gestantes que necesitan ser atendidas por su condición de futuras mamás.