Una sociedad sin valores es humanamente un caos. Porque, precisamente, son los que permiten guiar la conducta y rigen las normas y la moral de los hombres.
Si nos ocupamos de vivir para nosotros y por nosotros, en un momento en que la lucha por la supervivencia a escala mundial y local ocupa un lugar especial, estamos completamente perdidos como humanidad.
Hace solo unos días, en un recorrido por la ciudad, presenciamos cómo un grupo de adolescentes en plena calle se decían malas palabras, e incluso, se “amenazaban en son de juego» con un pico de botella que había tirado en una esquina de la calle.
Por supuesto, los adultos presentes les llamaron la atención, pero ellos hicieron caso omiso, y hasta se burlaron abiertamente de manera desafiante. Estas actitudes no pueden ser de ninguna manera el preludio de lo que nos depara el futuro.
Sembrar valores humanos en la familia y su fomento en las escuelas, barrios y comunidades es un ejercicio que hace mucha falta incentivar, pero; por supuesto, no solo con las palabras y discursos, sino con la prédica del ejemplo.
Si un hijo observa a los padres constantemente mentir y simular, es muy difícil que pueda ser honesto. Por otra parte, si se cría en un ambiente violento, tampoco podrá ser sensible ante las demás personas, sus intereses, necesidades y problemas, así como no mostrará empatía, mucho menos, estará dispuesto a trabajar y colaborar en colectivo para el bienestar de la mayoría.
Y no solo preocupa la formación actual de niños, adolescentes y jóvenes, sino lo que los adultos dejamos a flor de piel cada día. Si de forma cuidadosa y enfática observamos el rico ajiaco social actual, veremos en nuestros coetáneos manifestaciones evidentes de falta de respeto y solidaridad.
Se han perdido “un poco”, para no ser extremistas, las buenas costumbres, la consideración por los adultos, la modestia a la hora de enfrentar los momentos de la vida, la bondad con los vecinos, el amor por los demás…
Son evidentes algunos ejemplos en los que la falta de gratitud, la humildad y la prudencia predominan y, por desgracia, cada una de esas manifestaciones son granitos de arena que van en contra de una sociedad en la que aún prevalecen rasgos de equidad, los deseos de hacer el bien y no el mal.
Es una realidad que los tiempos son difíciles y que las diferencias sociales afloran en cada esquina, pero aun con las carencias y dificultades, el ser humano debe aprovechar y hacer gala de lo que lo diferencia de las demás especies.
Tal vez algunas experiencias de las que vivimos como la falta de caballerosidad en los ómnibus y otros lugares, la insensibilidad ante las carencias y problemas ajenos, la violencia verbal en lugares públicos nos parezcan ocasionales y hasta justificadas, pero no.
Nos estamos jugando el todo por el todo. El respeto hacia los demás en la calle, en los centros de servicio, en el vecindario, en la circulación vial son factores cruciales para vivir en comunidad y mantener una relación justa y adecuada con las otras personas.
Los valores constituyen el sustento del comportamiento humano, de ahí su importancia, y en su formación son elementos primordiales la correcta educación a hijos, a nietos, así como el paradigma que logremos como ser ante ellos. Solo así conseguiremos hombres y mujeres de bien.