Nuestro país, casi de la noche a la mañana, despertó de repente insertado en el desarrollo tecnológico del siglo. La internet, a través del servicio de los datos móviles y, en menor medida, por el servicio Nauta Hogar, pasó a estar al alcance de una mayor cantidad de cubanos, ya que el mayor acceso antes navegaba a través de redes institucionales.
Desde un joven hasta un adulto de la tercera edad, o un menor. En estos momentos, son millones de personas en esta isla que se despliegan por Facebook, Instagram, WhatsApp; visualizan videos de YouTube; leen noticias en diferentes medios de prensa digitales, como si desde siempre lo hubieran hecho a lo largo de sus vidas.
Consumir información en internet puede ser para el ocio y el aprendizaje. Sin embargo, hacia donde queremos enfocarnos: en Cuba, como en el resto del mundo, son unos cuantos los padres que les proporcionan a sus hijos un teléfono celular, y ahora, con datos móviles, permanecen “enajenados” del riesgo y daño real que les pudieran ocasionar.
Si alguien vio en estos días el documental que televisó RT, que trata el acoso en las redes sociales a influencers, de seguro, como me pasó a mí, se le encendió el bombillo, pero de color rojo, dado el hecho de que no todos los padres que les recargan las líneas a sus hijos para comprar paquetes de datos están al tanto de lo que estos consumen.
Tanto lo que reproducen, leen, como con quiénes se comunican. Lo que hacen dentro de la internet, sin algún tipo de límites o privaciones que se pudieran configurar para evitar el ciberacoso y que los menores accedan a contenidos no aptos para su edad, es más temible que una bomba y necesita de gran atención, aunque para muchos no es de importancia.
Este fenómeno del ciberacoso, si bien para el contexto internacional no es nuevo, pues se han demostrado hechos como estos ante la justicia, así como el daño futuro que representa para el desarrollo de un menor o adolescente, no debe ser subvalorado en nuestra experiencia, pues tarde o temprano podemos ser víctimas de estos delitos.
Hay que tener siempre en mente que los niños, por más que sean súper hábiles en el manejo de las nuevas tecnologías, precisamente por su inocencia, pueden llegar a ser manipulados de las formas más crueles y engañosas, a punto de que por el envolvimiento maligno o temores, no compartan con los mayores lo que puedan sentir.
La directora ejecutiva de la Unicef, Henrietta Fore, declaró en 2019 que para los niños y jóvenes de todo el mundo, internet se ha convertido en un sitio sin bondad; que las niñas son más propensas que los niños al acoso digital, especialmente a través de fotografías, y que el índice de todos estos casos, preocupantemente, ha tendido al aumento.
En este mes, en España y el resto de la comunidad europea fue noticia el intento de suicidio de una niña de 13 años tras la ingesta de 16 pastillas de Diazepam, ya que esta llevaba sufriendo durante cuatro años un severo acoso por compañeras del instituto, tanto en el colegio como virtual, a través de las redes sociales.