Un “porfia’o” con resultados

Nominado en dos ocasiones al Premio Habano, Reinel Lázaro Rojas Medina es de los campesinos que lo apostó todo por la tierra y ella le agradece con creces

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Para este joven lo más importante es la calidad de la capa que obtiene en cada campaña Fotos/ Tania Pérez Mollinedo

Cuando hace casi 12 años decidió irse de lleno para la vega, muchos de sus amigos lo tildaron de loco. Lo que por aquel entonces inició por una hectárea, hoy se ha convertido, a fuerza de sacrificio y constancia, en una caballería de tabaco tapado con más del 50 por ciento de capa de exportación.

A Reinel Lázaro Rojas Medina lo haló la tradición. Actualmente es uno de los mayores productores de la hoja en Pinar del Río y con solo 34 años ha sido nominado al Premio Habano en dos ocasiones consecutivas. A su empeño en el tabaco, le suma otros renglones que le ayudan a crecer y a disfrutar de los frutos que le da el campo.

Reinel ha sido nominado dos veces consecutivas al Premio Habano en la categoría de Producción Fotos/ Tania Pérez Mollinedo

¡Qué mayor dicha para un campesino que poder vivir de su tierra! ¿No es acaso ese el principio fundamental de lo que promulgó Fidel aquel 17 de mayo de 1959?

UN SUEÑO QUE NACIÓ EN EL JUNCO

A María Laudia Medina todo las conocen por Amarilys. Aunque hace más de 30 años vive en el kilómetro seis de la carretera a La Coloma, fue en El Junco, cerca de Cuba Nueva, donde creció la tradición por el cultivo del tabaco y el amor por la ganadería.

Hoy, su hijo Reinel sigue ese camino. Hubo un tiempo en que El Junco se volvió un monte, pues ya el abuelo no estaba; sin embargo, él desmontó la tierra y allí sigue sembrando tabaco, tiene plátano y retomó la crianza de animales con carneros, cerdos y vacas.

Amarilys y su esposo han estado siempre al lado de su hijo. El apoyo, la guía y los consejos lo han acompañado en cada paso, y a pesar de que reconocen que es un “loco”, les reconforta y enorgullece su emprendimiento y su perseverancia.

“Gracias a mi familia hoy siembro tabaco. Esa tradición siempre estuvo en la casa, desde que lo hacían mis abuelos. Cuando empecé lo hice en esta tierra del seis de La Coloma, que era de mi papá. Hace seis años desmonté el área de El Junco y he ido creciendo.

“El tabaco hay que conocerlo. Yo adquirí la experiencia desde niño con mis abuelos y luego con mi papá que me ayudó mucho y me enseñó todo lo que había que hacerle. Al principio tuve algunos encontronazos con productores más viejos. Pero soy un porfia’o, siempre he hecho las cosas a mi manera y me ha dado muy buenos resultados”.

Reinel rememora cómo después del huracán Ian tuvo que prácticamente reconstruir toda su infraestructura. Hoy cuenta con cuatro casas de tabaco con capacidad para 30 000 cujes y desarrolla también la cura controlada en una kalfrisa y tiene otra en construcción.

“El proceso que demora 50 o 60 días en una casa tradicional, en la kalfrisa lo hago en 21 días. También estoy construyendo mi propia escogida para beneficiar la hoja también aquí. Haría el ciclo completo del cultivo. Además es de mampostería, que funcionaría como almacén para proteger el tabaco durante la temporada ciclónica.

“El tabaco lleva mucho. Ahora que terminó la parte del campo hay que seguir cercando y preparando la tierra para la próxima campaña”.

Y aunque asegura que al tabaco tapado no le pueden faltar los bueyes, los tractores le han facilitado expandirse.

“La maquinaria ha sido fundamental en la finca, es lo que me ha permitido desarrollarme en una caballería de tabaco tapado y poder tener fuerza de trabajo, que hoy está difícil de encontrar.

“Tengo que decir que me ha ido bien. Cuando empecé el tabaco no se valoraba como ahora, al no ser por quienes lo llevan desde las raíces. Hoy se ha desarrollado mucho y los campesinos que se dedican al cultivo están contentos.

“La tradición me hizo, como dice el dicho, ‘dar alante’. Cuando llegó la oportunidad del MLC, que fue lo que estimuló a los productores a sembrar más, ya yo andaba por las 10 hectáreas de tabaco tapado, tenía un equipo y una infraestructura creada. El esfuerzo y el sacrificio han valido la pena”.

DIVERSIFICAR GARANTIZA

Conversamos en la finca, donde además del tabaco, desde hace años trata de diversificar las producciones para garantizar el autoconsumo, sobre todo la alimentación de su fuerza de trabajo.

“La mayoría de mis trabajadores son de lejos. Todos los días hay un recorrido que sale a las cuatro de la mañana a recoger el personal. Tengo 80 trabajadores, y he tratado de sacar de la finca todo lo que necesito para garantizarles merienda y almuerzo a todas esas personas”.

Para ello, y también para su consumo tiene sembradas dos caballerías de arroz, un área para frijoles y cerca de 500 gallinas ponedoras, actualmente al 85 por ciento.

Cerca de 500 gallinas ponedoras son hoy una garantía para la alimentación de su familia y los trabajadores Fotos/ Tania Pérez Mollinedo

“Aquí damos almuerzo con huevo tres veces a la semana. La Empresa de Tabaco nos vende la comida y también con ello desarrollamos los cerdos, los carneros y el ganado vacuno. Además, tengo un barco y de lo que se pesque se come en la finca.

“El campo es duro, es por eso que lleva estímulo, pero la alimentación es lo principal para quien trabaja la tierra. Hay muchos campesinos, productores, incluso amigos que ven la merienda y el almuerzo como un salario, y no es así. Eso es lo fundamental para q un ser humano pueda trabajar. A partir de ahí empieza todo.

“Mis trabajadores se respetan mucho. Nunca ha existido un problema entre ellos. No puedo estar al pendiente de todos al mismo tiempo porque es mucha extensión de tierra, pero tengo cinco jefes de brigada que están conmigo desde que empecé y hemos logrado un equipo muy fuerte”.

Socio de la CCS Gervasio Hernández Silva, Reinel no solo garantiza la alimentación de sus trabajadores y su familia, sino que a menudo contribuye con donativos al hospital pediátrico Pepe Portilla del municipio cabecera.

LA TIERRA HALA

Quizás cuando estudió Mecánica en el politécnico Primero de Mayo o cuando hace más de una década decidió emprender con una paladar, Reinel no imaginó que 12 años después estaría entre los grandes del mundo del tabaco en Cuba. Sin embargo, no es el Premio Habano lo que le quita el sueño.

“La idea no es el premio en sí, sino que hace muchos años me tracé una meta y de verdad que me da orgullo. Llevo sembrando tabaco el mismo tiempo que tengo la paladar. Era yo personalmente quien atendía ese lugar. Pero busqué un administrador para ella y me fui completo para la finca.

“Todo el mundo me tildó de loco, pues mucha gente hubiera hecho lo contrario, más en aquel tiempo en que era relativamente fácil adquirir los recursos. Hoy se mantiene la paladar, pero esto me haló, el tabaco es todo, es mi vida”.

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