A Orisel la conocí en mi primer año de universidad en Pinar del Río. Por las vueltas del destino la Educación superior me abrió los brazos con la carrera de Derecho, aunque muy dentro de mí sabía que mi futuro sería ir grabadora en mano a la búsqueda de noticias o historias dignas de ser contadas, como las de esta joven pinareña, profesora de la casa de altos estudios de Vueltabajo.
En mis 28 años he conocido pocas personas con tan alto sentido de la perseverancia. Recuerdo que la miraba y pensaba: “yo quiero ser como ella, saber tanto, tener esa capacidad para dilucidar los más complicados algoritmos (no precisamente matemáticos), ser indetenible, amar la profesión, tener esas ansias de investigar”; todo ello es Orisel.
Agradezco haberla tenido como profesora. Sin temor a equivocarme y teniendo en cuenta su edad, puedo decir con total cariño y certeza que ha sido una de mis mejores educadoras (no le concedo el primer lugar solo a ella pues sería injusto con el resto de maestros excepcionales que he conocido).
Cuando supe de su premio no pude sino alegrarme, como si lo hubiera recibido una amiga entrañable del pasado. Lo merece. La excelencia, y ella resume todo lo que significa esa palabra, debe premiarse.
El Premio Nacional al Jurista Joven se otorga todos los años y reconoce la labor general integral de los de esa categoría de toda Cuba: Premio José Garcerán de Vall Vera: “La UNJC con el propósito de reconocer los méritos extraordinarios de aquellos juristas jóvenes, hasta 35 años, que han sobresalido por una sostenida labor de esfuerzo y entrega al quehacer jurídico, que no obstante su corta ejecutoria profesional han alcanzado la excelencia en la docencia, las investigaciones o el ejercicio de la profesión, contribuyendo de manera creciente y efectiva al perfeccionamiento”.
EL DULCE SABOR DEL ÉXITO
Orisel Hernández Aguilar es una muchacha sencilla y modesta. Quien la vea por la calle quizás no imagina todo el talento que guarda, y aun así no pierde su esencia.
Mucho significado guarda para ella este premio: “Se conjugan varias cosas, cuando recibimos un reconocimiento de cualquier tipo, de alguna forma es un punto de llegada. Da la posibilidad de hacer una evaluación, de sentirnos satisfechos con lo logrado y también de mirar hacia atrás y decir ‘bueno pues hay cosas que quizás las puedo hacer mejor’.
“Es un incentivo recibirlo en la condición de jurista, como integrante de un sector muy amplio, con personas valiosas, que desempeñan una función social de tanto peso y relevancia dentro de la dinámica del mundo del Derecho. También funciona como un punto de referencia en la carrera y el quehacer propio, pues puedo decir ‘a la altura de un desempeño profesional de una década y un poco más he logrado esto’”.
Implica además, en sus palabras, plantearse nuevas metas y un compromiso con la Unión Nacional de Juristas de Cuba (UNJC), a la cual le agradece pues en su proceso formativo fue tan importante como la universidad.
“Para mí es sobre todo una apuesta en el tiempo futuro, por una superación constante y por la posibilidad, desde la docencia que es para mí un gran compromiso, de tributar más a los demás. Se trata de mantener esta vocación de servicio y ayudar al crecimiento de otros que vienen detrás o se incorporan, pues la carrera no solo la estudian jóvenes, sino también personas de edades diversas con una pasión por el Derecho. Es el acompañamiento más que nada, la orientación en función de formar mejores profesionales”.
Desde su época de estudiante despuntó como una persona enfocada, segura de sí misma. Su constancia durante los cinco años de carrera le ganó el reconocimiento a la mejor graduada de su año y de ahí en adelante fueron solo pasos hacia la cima, inevitablemente con muchos tropiezos, pero la perseverancia tiene la capacidad para convertir cualquier revés en triunfo.
Y aunque la mayoría de los alumnos de Derecho sueña con las togas, la defensa de los inocentes y la solemnidad de los juicios, la ilusión de Orisel no llegó a salir de la universidad. Permaneció dentro del aula donde se formó, pero ya no como pupilo sino como educadora, guía y formadora. Desde 2007 moldea la vocación de quienes llegan apasionados por el mundo de las leyes y la legalidad.
“Me he dedicado íntegramente a la labor docente-educativa desde mi graduación y ha sido un tiempo de crecimiento profesional. Llegué a la categoría de profesora titular y también me he desempeñado como investigadora, vinculándome a proyectos, participando en eventos científicos. Es una trayectoria investigativa larga que concluye de alguna forma con el doctorado en Ciencias Jurídicas.
“La colaboración con entidades del sector, promovida a través de la plataforma de integración que articula la Unión de Juristas, me dio la posibilidad de integrarme a redes investigativas y eventos que trascienden las fronteras nacionales. Esa interacción me ha hecho crecer como profesional; eso es a todo lo que de alguna forma he estado vinculada y en lo que he puesto mis empeños durante este periodo de desarrollo”.
JURISTA: DE PROFESIÓN Y DE CORAZÓN
Ya han pasado 10 años, pero todavía cuando nos encontramos por la calle y detenemos nuestro paso unos instantes para preguntarnos cómo nos va, vienen a mi mente los lunes, miércoles y viernes en la mañana. Los primeros turnos de esos días eran para la asignatura Historia general del Estado y el Derecho. Recuerdo el nerviosismo que invadía a toda el aula, pues el carácter exigente de la profe Orisel y la capacidad de su inteligencia para desafiar los límites, intimidaba sobremanera a unos muchachos que hacía solo apenas unos meses habían dejado la enseñanza preuniversitaria para adentrase en un mundo completamente nuevo, como lo es la Educación superior.
Para muchos fue exigente demás, extremadamente dura, mordaz; pero siento de corazón que no hubo mejor educadora para darnos la bienvenida a la universidad. Hoy le agradezco, de seguro todos lo hacemos, su dedicación, su empeño para volvernos mejores, los conocimientos que nos transmitió: desde el sentido de la puntualidad y la importancia de tener horarios y planificar nuestro tiempo, hasta el surgimiento de los estados, las bases del Derecho, la creación de los primeros documentos jurídicos.
Cada parte de ella emana amor por su profesión. Lo percibes en cómo sus ojos se agrandan, en la pasión de sus palabras, en su ímpetu por mejorar, por enseñar. La integralidad la define, es sin dudas merecedora de su premio. Un aplauso al sacrificio y la entrega.
“Para mí, ser un jurista integral implica preparación constante y mantener una vinculación con los componentes que integran el saber jurídico, además de asumirlo como ciencia, lo cual lleva dedicación, estudio, análisis, superación continua. También conlleva una responsabilidad social no solo hacia el ejercicio comprometido con la profesión, sino con la vinculación a la organización de la que somos parte. En ese sentido el jurista debe ser un agente activo, que es el punto de partida desde el cual tributa también al desarrollo social en sentido general”, afirma.
ENSEÑAR ES SU PASIÓN
Como profesora tiene una fe inmensa en lo mucho que pueden lograr las jóvenes generaciones. Nadie le quita el convencimiento en la idea de que no hay límites para ellos y es capaz de transmitir ese sentimiento de confianza sincera:
“La juventud tiene la capacidad de sorprender. Mientras estoy frente a un aula y veo a los jóvenes vinculados a la investigación, a la docencia o a una tarea de impacto social, reafirmo que pueden ser la fuerza motriz para impulsar y renovar institucionalmente todo cuanto haga falta. Debemos demostrarles que se puede y las metas son posibles, así serán capaces de hacer más cada día y contribuir al desarrollo del país y asumir al ejercicio del Derecho, no solo como una profesión, sino también como un compromiso y una actitud ante la vida. Nuestro deber es aportarles las herramientas, la formación básica, las habilidades. Solo nos corresponde poner el camino, ellos sabrán andarlo, de eso estoy convencida”.
El agradecimiento tras recibir el premio no podía faltar: “Dar palabras y mencionar nombres sería algo muy excluyente o correría el riesgo de dejar personas fuera. En determinados momentos debemos referirnos a quienes nos han formado desde el primer nivel educativo hasta el último, a la familia; pero sin dudas pienso en los primeros docentes que tuvo la carrera de Derecho cuando se fundó en Pinar del Río. Nos inculcaron este mismo sentido del compromiso, la devoción y nos acercaron siempre al trabajo de la Unión de Juristas. Muchos no están pero me habría alegrado compartir este logro con ellos”.
En medio de una pandemia como esta, con el mundo puesto en stop, las economías paralizadas, todos los planes pospuestos, las personas confinadas en sus hogares y la incertidumbre, más fuerte que nunca, de cómo será la cara del futuro Orisel no le permite a la ansiedad jugar con su mente.
“Ahora mismo es complicado, pues no sabemos lo que deparará el futuro, además nos enfrentamos a un escenario en el que la normalidad como la conocíamos ya no volverá a ser, probablemente, nunca más la misma. De alguna forma todos nos estamos reinventando en este tiempo o recomponiendo las formas mediante las cuales vamos a llegar a las metas que teníamos”.
Y tengo la certeza de que alcanzará todo cuanto se proponga y seguirá su camino hacia la cima, porque la constancia y dedicación son también sus segundos nombres.