Gilberto Mena Mena, lleva 33 años como productor de tabaco tapado. Comenzó junto a su padre, que era un entendido en el tema, pero con toda la experiencia acumulada se niega a creer que “se las sabe todas” y confiesa que en cada campaña siempre hay algo que aprender.
Es socio de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Benigno Acosta, radica en el kilómetro cinco de la carretera a La Coloma, y según el promedio de los resultados de las últimas cuatro campañas, obtiene un rendimiento de 1,9 tonelada por hectárea, de los cuales 866, 56 kilogramos tienen la calidad requerida para ser empleados como capa.
EL CONOCIMIENTO
Dice que como en casi todo en la vida el aprendizaje no termina, que cada año hay algo nuevo, porque es distinto el clima, cambian las variedades y unas llevan más atención que otras. Asegura que las actuales no se parecen en nada a las que sembraban hace 30 años.
“Hay que cambiar las metodologías, se necesita del asesoramiento y la preparación día a día, ese es un consejo que le doy a los productores que comienzan, que busquen ayuda, porque el país los necesita.”
Reconoce que mucho le debe a los especialistas de la Empresa de Acopio y Beneficio de Tabaco (ABT) Pinar del Río y a los de la Estación Experimental. “Esto es lo que a mí me ha gustado toda la vida, y si uno le hace lo que hay hacerle, se obtienen buenos resultados”.
Justamente por esa razón es considerado como productor líder por el Instituto de Investigaciones del Tabaco y en su vega se experimenta con nuevas variedades y técnicas.
Se define a sí mismo como un productor criollo, porque prefiere el uso de la tracción animal para las labores agrícolas al empleo de la maquinaria, a su juicio es una manera de proteger y cuidar la tierra y añade: “No sé si será resabio o que me estoy poniendo viejo, pero soy así, y es la manera en que estoy enseñando a mi hijo, que ya lleva conmigo seis años”.
DE ANCESTROS Y SUCESORES
Esa continuidad generacional le enorgullece, porque su padre siguió con el legado del abuelo, que comenzó “en el capitalismo”; ahora uno de sus dos descendientes ya lo hace y entre los tres nietos el más pequeño de ellos despunta como un genuino veguero.
Asegura que no cree que su papá tuviera muchos rivales en Cuba: “Era un hombre muy cuidadoso y entrar a un campo de él era como hacerlo a la sala de una casa, porque no había una hierbita, un papelito, ni una hoja partida o una mata con hijos, vivía con la ilusión de tener el mejor tabaco, diera más o menos capa, hasta su muerte siempre exigió que se hicieran las cosas bien”.
Delegado al Primer Congreso Internacional de Investigaciones del Tabaco e integrante de la comisión para incrementar el rendimiento de la solanácea en la provincia, Gilberto Mena escribe a diario historias que reafirman a este cultivo como una tradición familiar.
Él y su esposa Norlan Corrales llevan 34 años casados. Aunque ambos ejercieron profesiones vinculadas a la economía, las abandonaron para consagrase por entero a la producción agrícola.
“Siempre he sido muy observador, y estaba al lado de mi papá desde chiquito. Estudié, pero sin perder mis raíces y todo eso se me quedó impregnado. Hago lo que aprendí de su ejemplo, más los nuevos conocimientos que he adquirido de los técnicos. El tabaco tapado necesita de esa seriedad, quisiera que siempre sea así y estoy seguro de que estoy logrando con mi hijo, el futuro de mi vega está garantizado”.