Conservar la vitalidad, poner la vista en el horizonte y no perder el entusiasmo a medida que se corren las cortinas de la juventud, permite comenzar una nueva etapa de la vida. Con ese espíritu Luz Marina Lugo Cruz (Luz), con sus 103 años cumplidos el pasado tres de enero, provoca a cualquier persona a ampliar la distancia esperanzadora.
Se presentó en la sala de su hogar, en el edificio al costado del parque Colón, en la que esperaban sus seis retoños para ayudar en los recuerdos. Sus ojos brillaron como dos luceros ante la tarde oscura que se tornaba lluviosa.
Escuchar su voz fue un bálsamo para mi alma, pues dudaba de su mente clara, la que inspira los recuerdos de lo vivido, y que todavía lucha para que estos no la abandonen, porque esas efusiones deben de acompañarla para alargar la existencia y dar más valor a la experiencia acumulada que a todos los placeres anteriores concebidos.
Luz, desde sus cortos siete años ya trabajaba para buscar el sustento propio y ayudar a la familia; muy jovencita contrajo matrimonio y se dedicó a los suyos, entonces se hizo obrera en La Conchita desde su fundación en 1943, en la que era jornalera y en tiempos de pico de producción trabajaba de sol a sol.
Ser parte de los pocos sobrevivientes que laboraron bajo el mandato del último dueño, Sixto Ferro, quien pícaro desconfiado, escondía el dinero en latas de conservas que sellaba para ocultar las ganancias; hasta que en 1960, la industria pasó a manos del pueblo que representaba al gobierno revolucionario. Este la inspiró tanto que no dudó en ser fundadora de los CDR, de la FMC y de la Milicias, varios certificados así lo constatan.
Vivir más de un siglo presupone la revisión de uno mismo, de lo que uno sabe, luchó y amó en su andar. ¿Para qué? Para seguir siendo útil, repartir sabiduría y continuar como tronco genealógico de seis hijos, 18 nietos, 20 biznietos y tres tataranietos.
“El secreto de una larga vida está en conjugar el trabajo, rodearse de amor y llevar una vida sana que son garantías de salud. Sus ´niños´, cinco varones y una hembra que oscilan entre edades adultas y que menciona para no olvidar sus nombres o motes: Pedro, Tino, Papi, Berto, Juan y Laude, todos confluyen en mi compañía, me alegran el alma y me hacen dichosa”, por eso, con la satisfacción de verlos unidos les regala la eterna sonrisa de una madre dichosa.
Juan, el benjamín de los hijos, muestra el vídeo donde todavía escoge los frijoles y el arroz de la cena, pues la salud física y visual la acompañan, no usa espejuelos y motoramente realiza movimientos dentro del hogar.
El mundo de Luz es intenso, acumula en su pecho la fuerza, la pureza y la ternura, demostrando satisfacción de sentirse realizada, como si llevara adentro el cabalgar de un Quijote, quien resucita pasiones para seguir viviendo.