En días recientes, el dramaturgo pinareño Iran Capote recibió la beca El reino de este mundo que otorga la Asociación Hermanos Saíz, para la puesta en escena de Este tren se llama Deseo.
Con Sandra Pérez, Yune Martínez, Marlon López y Yadira Hernández en el elenco, Jorge Lugo como director general de teatro Rumbo y la producción de Ana Loaces, la obra estrenará las tablas vueltabajeras antes de mayo.
En tanto, Capote detalla los impulsos creativos que lo hicieron versionar Un tranvía llamado Deseo del estadounidense Tennessee Williams:
“Un tranvía llamado Deseo es uno de los clásicos que más me apasionan. Esa obra y algunas de Shakespeare, siempre he sabido que las llevaría a escena. Solo esperaba el momento, cada obra tiene el suyo. Y el momento de Tennessee Williams resultó ser ahora. La principal motivación es su protagonista, Blanche DuBois, esa especie de alter ego que tenemos los artistas. Blanche soy yo y también mucha gente que conozco, es un extracto de biografías cercanas. Descubrir eso ha sido muy revelador. Queda mucho del referente original, pero luchamos por no exponerlo a flor de piel. Nuestra investigación textual y escénica ha ido borrando las evidencias para que nuestras voces puedan reconocerse, aunque el espíritu de lo que Tennessee escribió sigue latiendo.
“Con Este tren… aprendemos mucho sobre el trabajo con obras clásicas, pautamos nuestros intereses estéticos con mayor solidez. Cada sesión de ensayos nos devuelve el deseo de seguir haciendo teatro, nos devuelve la esperanza en el arte. Cada hora de trabajo es para mí, en lo particular, la reafirmación de que mi apuesta por un arte que compite hoy con la tecnología y el medio audiovisual, es válida.
“Contamos en presente una historia de hace muchos años, y no hemos querido quedarnos en la capa previsible de una mera actualización. Nuestras búsquedas están encaminadas a levantar estructuras, dramaturgias, discursos, tomando el referente solo como puerto de salida. Armamos con las propias experiencias biográficas, sociales, económicas el discurso de personajes inmediatos del contexto cubano. Y eso es muy provechoso, porque huyes del calco, de la reproducción literal de un texto harto conocido.
“Hemos matado a Tennesse Williams, a Blanche DuBois, a Stanly Kowalski, a Stella, a Marlon Brando, a Elia Kazan, a Vivien Leigth, para dar a luz esta historia. De no ser así, estaríamos aburridísimos.
“Es una puesta en escena con la que quiero rendir homenaje a mis referentes. Allí están las huellas embadurnadas de Jorge Lugo, Carlos Díaz, Pedro Almodóvar, Reinaldo Arenas, Virgilio Piñera, Rainer Fassbinder, Andy Warhol, Woody Allen, Shakespeare… y otros tantos”.
¿Cómo contribuye la beca El reino de este mundo a la materialización de la puesta y su promoción?
“Obtener la beca ha sido un paso importante para que la arrancada no perdiera fuerza. Es un dotación económica que nos quita un poco de tensiones a la hora de producir lo que deseamos a cabalidad. Son tiempos difíciles para la producción de espectáculos. El contexto de la pandemia y la economía amenazaban con detener procesos, lógicamente, pero la luz se hizo. Estamos muy agradecidos a la Asociación Hermanos Saíz por el apoyo que nos brindan. En verdad resultan de mucha ayuda para los artistas más jóvenes.
“Nosotros ideamos una campaña de promoción para Este tren se llama Deseo, porque queremos cambiar poco a poco las maneras de promoción que tienen las obras de teatro. Y para ello se necesita apoyo de las instituciones de la cultura. La AHS fue quien primero dio ese paso. Los resultados ya se ven. El público dirá la última palabra”.
¿Cómo es ese público que asiste a las puestas? ¿El teatro debe formarlo o entretenerlo? ¿Qué necesita el teatro y sus hacedores (dramaturgos, actores…) para conquistar a esa parte de la sociedad no siempre interesada en el arte?
“Teatro Rumbo tiene un público muy lindo, heterogéneo. Algo que nos encanta. No queremos hacer teatro para una elite ni para un gremio ni para críticos solamente. Queremos hacer teatro para el pueblo en general. Por eso insistimos en investigar sus problemáticas, en escuchar lo que se dice en la calle, en ver las maneras de comportarse, de expresarse ante determinados fenómenos.
“Los cubanos somos seres muy expresivos, muy teatrales. Sería un crimen obviarlo. Adoro cuando durante la función puedo escuchar susurros desde la platea: ‘Es así’, ‘Es verdad’, ‘Se parece a fulano o mengano’, o estallan en risas ante determinada situación que los hace sentirse reflejados o se quedan en un silencio que te eriza los pelos cuando frente a ellos hay una crítica fuerte a determinado tema de interés social, político, económico. Yo sé que están en diálogo aún desde ese silencio. Ahí está lo interesante del teatro para mí, no busco ya en otra parte.
“Respeto todas las estéticas y los discursos de mis colegas, pero cuando uno hace una obra en la que la masa, revuelta y diferente, como la nuestra, se siente identificada, existe un diálogo, una conexión valiosísima que solo es propia del teatro. Algo que no deja que el arte de la representación se muera. No me gusta que el público se sienta raro, distanciado de la historia que se cuenta para ellos.
“Me he acercado a mucha gente y he preguntado si les gusta ir al teatro. Y te dicen cosas como: ‘No entiendo las obras’, ‘Es algo muy pesado’, ‘Me quedo dormido’. El público perdió la motivación, no hicimos investigaciones sobre ello, se alejó la escena del presente. Y ahora se pagan las culpas. Hablo a modo general.
“No soy de los que cree que el teatro haya que hacerlo para uno mismo como artista, no soy de los que defiende los mamotretos escénicos. Soy de los que combina el entretenimiento con el mensaje, con el discurso entre líneas. La realidad del cubano con su rejuego de picardías. Eso es lo que defiendo. Es urgente rescatar al público, crear una cultura teatral en los espectadores, como pasa en otras provincias. Esa es una de mis luchas”.
La pandemia ha demandado nuevos desafíos para el montaje y la difusión de la puesta… ¿confieres valor a la digitalización del teatro, al intercambio online? ¿Crees que quedará como práctica en el contexto posterior a la COVID-19?
“La digitalización quedará y podremos usarla a favor, sobre todo como estrategia de promoción, pero nunca un dispositivo suplantará la demanda presencial que tiene el teatro. Nunca”.
La creación artística y su interpretación son proyecciones del mundo interno de su autor… ¿Cómo es esa cosmología interna de Iran? ¿Cuánto de tu San Juan natal cargas en tu mitología personal?
“Cada una de mis obras es un pedazo de mi vida, o fragmentos de varios pedazos a la vez. En cada texto, puesta en escena, poema, cuento, dejo pedazos de mi piel, los expongo para los otros. Quizás con la esperanza de que me entiendan, de que vean sus biografías reflejadas en la mía. O viceversa.
“Mi raíz sanjuanera está en todo. Sale a flote. Aunque hable de la orilla izquierda en París o de un barrio de Nueva Orleans. Para mi barrio El Jíbaro escribí un libro de poemas que quiero mucho y ahora preparo un cuaderno de cuentos. Allí está mi educación sentimental y las personas que más amo sobre la tierra”.
Decía Lorca que el teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana, y al hacerse humana, habla y grita, llora y se desespera. ¿Qué deseas compartir con el espectador cuando escribes? ¿Crees en el poder sanador del arte?
“Cuando escribo teatro me pongo en el sitio de los espectadores. Construyo las obras pendientes de qué puede serles interesante y que no. Para hacer teatro hay que entender la otredad.
“Creo que los artistas podemos cambiar el mundo. Doy fe”.