Para defender a Cuba existen muchas trincheras y en todas se necesita la certeza de que allí hay patriotas, listos para ese combate épico que le dé a la Revolución la victoria tan necesaria para seguir adelante.
En solo días sonará el clarín y millones de cubanas y cubanos vamos a responder, como tantas veces, sin vacilaciones ni cansancios. El 26 de marzo, en las elecciones generales, otra vez se romperá el corojo y los mambises de siempre saldremos a la carga.
Nada diferente se espera de este pueblo, que sabe muy bien el significado de sus votos unidos por los 470 candidatos a diputados.
Es un derecho soberano y digno que defenderemos en las urnas; es una conducta cívica, que nos distingue, y que está por encima de intereses personales o de cálculos de conveniencia.
Hay una fuerza mayor para afincar nuestra aprobación por los propuestos, y esa razón es la independencia y, sobre todas las cosas, esa razón es la Patria.
Frente a nuestras banderas monolíticas, que representan la democracia socialista, refrendada mayoritariamente en la Constitución de la República, se pretenden levantar otros estandartes que buscan promover la apatía y la desidia política. Utilizan, como tantas otras veces, nuestras dificultades y carencias para anclar en ellas una campaña feroz y desleal, encaminada a fracturar el histórico muro de resistencia y consenso, que protege la soberanía de la nación.
Como en muchas otras ocasiones, la Patria es ara y no pedestal, y hay que defenderla de todos los embates. Son numerosas las razones para el voto unido y sobresale entre ellas el reconocimiento al mérito de los propuestos, que no les ha llegado desde riquezas materiales o prebendas de ocasión, como suele pasar en tantas latitudes de este planeta a la hora de conformar Parlamentos o Congresos.
Nuestros candidatos son hijos humildes de este pueblo, son los vecinos del barrio, los maestros y estudiantes de las aulas, los científicos modestos y grandiosos, los campesinos consagrados a la tierra, los médicos de nuestras familias, los artistas virtuosos, los obreros que se funden en el día a día de los cubanos.
Boleta en mano, se ha de sentir que en ese documento descansa la responsabilidad individual de ser consecuentes con la historia y la fidelidad a la obra que defendemos.
Poner en ella la marca que nos hace partícipes de las principales decisiones del país, es un privilegio que nuestro socialismo nos otorga y una oportunidad indiscutible de afianzar este sistema político, como garantía de no sucumbir ante los apetitos anexionistas e imperialistas que nunca han desaparecido.
Son tiempos difíciles y acechan los riesgos de quienes urden el plan de alentar la desconfianza y la desesperanza, para convertirlas en apatía o boletas en blanco; pero no somos ingenuos, los conocemos, son los mismos que aplauden el bloqueo económico, mienten, amenazan y odian.
Sabemos con toda certeza de qué lado ponernos en esta hora decisiva y acumulamos suficiente madurez cultural y política que nos permite comprender lo que está en juego.
No habrá vacilación o dudas, no puede haberlas, porque ellas podrían abrir las puertas de la desunión, que nos debilite, y los cubanos aprendimos, hace mucho de nuestro Héroe Nacional, que toda dificultad puede vencerse si no se pierde la honra.