Garantizar producciones de alta demanda entre la población y hacerlo con la calidad requerida, no siempre es tarea fácil. En este empeño deben ir de la mano una multiplicidad de factores que abarcan, entre otros, la voluntad y los deseos de hacer si se pretende triunfar.
No solo basta con que el producto en sí aparezca entre tarimas, sino que también goce de una calidad certificada por sus compradores, cualidad que a la larga lo dotará de la popularidad deseada.
Esta son las metas de La esperanza pinareña, una minindustria situada en el municipio de Consolación del Sur que busca abrirse camino en el territorio vueltabajero.
PRODUCCIONES
Para Luis Alberto López Placeres, dueño de la mencionada estructura perteneciente a la CCS Carlos Manuel de Céspedes, desde la concepción de la idea hasta la puesta en marcha fueron innumerables noches de desvelo.
“Ya llevamos dos años trabajando. Se dice rápido, pero en este tiempo no ha sido nada fácil lograr lo que hoy puede apreciarse aquí. Todo esto se ha hecho paso a paso y con las regulaciones y certificaciones pertinentes, siempre pensando en los destinatarios finales”, comentó.
En “La esperanza pinareña” generalmente se pueden encontrar en sus almacenes los jugos de limón y de naranja agría, vinagre, vino seco, pasta de ajo, puré de tomate, pasta condimentada y otros, todos de forma embotellada.
Con alrededor de 13 trabajadores, esta minindustria logra entre las mil o dos mil unidades mensuales en dependencia de la materia prima que se trabaje.
El destino es la venta directa a la población a través de los puntos establecidos por el Consejo de la Administración municipal en Consolación del Sur.
A la par, gracias a convenios con empresas de otros territorios, Luis Alberto López logra llegar también a comercializar en Los Palacios, Guane y San Juan y Martínez.
“Para el aseguramiento de cada una de estas líneas, las materias primas las obtenemos mediante contratos agrícolas preestablecidos, las botellas las adquirimos a través de la Empresa de Materias Primas, mientras que en el caso del enchapado apostamos por crear e innovar una maquinaria que confecciona las chapas que necesitamos al final del día”, precisó.
EL DÍA A DÍA…
“Nunca he sido una persona de estar tranquila y me gusta crear, innovar, producir. Comencé porque conozco a muchos en otras provincias que trabajan en este campo y me embullé. Me dije ‘yo también puedo hacerlo’ y con ello satisfaría una demanda que estaba pendiente en este municipio”.
Según cuenta, en su minindustria no hay lugar para el descanso y el día a día, respetando siempre los derechos de sus trabajadores, es abrumador.
“No tenemos horarios para arrancar o para detenernos. Desde que levanta la mañana comenzamos trasladando y fregando las botellas nuevamente. Luego se procede al encajonamiento de las mismas y se llenan.
“Posteriormente pasan a la fase de etiquetado para finalmente dejarlas reposar en el almacén. Es allí, en ese último paso donde se estiban y se tarjetean por lotes, fechas de producción y vencimiento, hasta tanto se comercialicen o las soliciten las mismas entidades”, aclaró.
En “La esperanza pinareña” la formulación de cada producción no es secreto, sino una mezcla de saberes compartidos. En cada receta que se esparce entre Luis Alberto y sus obreros hay parte de investigación y experimentación, horas de lecturas, consejos de amistades y fórmulas industriales.
Finalmente, este emprendedor mencionó que su meta no es quedarse estancado, pues aspira en un futuro no tan lejano a contar y montar un equipamiento de primera línea con tecnología de punta para poder diversificar sus producciones.
El objetivo final, asegura, es el de automatizar los procesos, humanizar el trabajo y mejorar la calidad que al final del día es lo que el pueblo necesita y merece.