Casi olvidada, al final del camino, la casa espera nuevos habitantes. Una morada no es para estar sola, porque las paredes suelen embriagarse con siluetas de humedad y lo que alguna vez albergó alegría puede terminar entre malezas, fantasmas y leyendas urbanas.
Pero en las últimas dos semanas la casa tuvo visitantes y ayer, un camión se detuvo al frente para descargar muebles. Los vecinos, curiosos, preguntan quién se muda.
Así llegó el día. Autoridades del territorio y directivos del Ministerio del Trabajo en Mantua entregaron una vivienda a Roaidy Ozuna Llons, joven madre de cinco niños.
Ella vive emociones intensas. Todos aplauden y alguien le alcanza un llavero. Que diga unas palabras, y los demás apoyan: ¡Sí, sí, que hable, que hable! Pero Roaidy no puede hablar y llora por el millón de sentimientos encontrados y sueños pospuestos que cierran su garganta.
Carlos, de nueve años y muy avispado, dice que está feliz porque, “tenemos una casa nueva y linda, nos ayudaron con las cosas de adentro y van a traer más”.
La dueña invita a entrar. Ahora la sala está repleta: funcionarios del Gobierno local, familiares y vecinos reunidos para felicitarla. José Luis Roque, director de Trabajo, explica que como parte del Programa de Atención a la Dinámica Demográfica, el Estado faculta a las administraciones municipales para efectuar la compra de viviendas destinadas a madres con tres o más niños menores de 18 años.
“En este caso -dijo- se invirtieron 280 000 pesos solamente en la casa, pero la cifra llegó a 400 000 con lo demás que adquirimos para que sea confortable”.
Todos elogian el nuevo hogar, grande y muy sólido, con paredes y techo preparados para soportar vientos de tormenta. Raúl Carmona, director de Vivienda, aclara que se compran de tipología tres para que puedan soportar sin problemas las contingencias meteorológicas. “No vamos a adquirir una vivienda que pierda el techo o una pared, o se inunde, porque de ese modo no estaríamos verdaderamente ayudando a la mamá y a los niños”, afirmó.
Desde una esquina del sofá, Lienny Vento Ozuna, la hija mayor de Roaidy, escucha atenta. Tiene ojos melancólicos y se me antoja que, nadie como ella, sabrá valorar la nueva casa. “Mi cuarto es el primero y claro que estoy muy contenta, por mi mamá y mis hermanos. Ahora podremos estudiar con tranquilidad y vivir con menos preocupaciones. Por eso agradezco mucho a los que hicieron algo tan lindo por nosotros”.
Emilto Leandro, el mayor de los varones, no ha parado de sonreír. Le hago una foto y, sin preguntarle, toma la palabra: “La casa me gusta mucho, pero lo mejor es que ya no tendremos que madrugar y caminar tanto para venir a la escuela”.
Y tiene razón, porque la escuela está al doblar la esquina y sin tener que cruzar la carretera.
¿Y el patio, lo vas a plantar con algo? Emilto mira a su mamá y responde, “de guayabas, tomates y muchos aguacates, porque estamos en Montezuelo”.
No hay tiempo para más, porque la mañana avanza. Alexei Hernández Perera, vicepresidente de la Asamblea Municipal, reitera la felicitación a Roaidy y a sus niños. Ella lo abraza y nadie oculta la emoción. “Yo sé -dijo Roaidy- yo sé que Cuba es grande porque ayuda a los humildes como yo y eso no lo olvidaré nunca”.
Alex le convida a una vida nueva. “Ahora a echar pa ´alante, a estudiar y trabajar, y a vivir, que es lo más lindo de todo esto”.
Desando los 12 kilómetros que me separan de la villa. A esta hora no circulan carros, así que voy solo con mis pensamientos.
Hay 180 madres, casi todas jóvenes, con más de tres niños menores de 18 años en Mantua. Muchas de ellas con necesidad de mejorar o construir una vivienda.
Son cifras grandes para los escasos recursos de un país asediado por la omnipresente guerra económica del Imperio. Pero lo de hoy demuestra que se pueden hacer cosas, aunque sea “arrancando pedacitos” a los grandes problemas. En todo caso, en una calle vecinal de Montezuelo, donde había una casa vacía, quedó una buena siembra de agradecidos y patriotas.