Es inevitable dialogar con Lorenzo Suárez Crespo sin que se mencione a la décima en algún punto de la conversación. El nombre y actuar de ese renombrado poeta pinareño están intrínsecamente relacionados con la llamada “estrofa nacional”, no solo por cultivarla con buen gusto sino también por la labor investigativa y de promoción cultural desplegada.
A Lorenzo le gusta contar lo importante que resultó la décima en el hogar de su niñez, en el municipio de Bahía Honda. Allí, cada día, le escuchaba los 10 versos octosílabos a su madre canaria, mientras realizaba los quehaceres de la casa.
De una prole de seis hijos, sería él el único en continuar la tradición. Y paradójicamente, fue en Cárdenas, Matanzas, ya lejos del entorno familiar, donde iniciaría su camino profesional como decimista.
“Trabajé allí durante 15 años como profesor de secundaria básica y asesor literario. Conocí a poetas importantísimos, entre ellos, a Carilda Oliver Labra. También pertenecí a los talleres literarios, fue entonces cuando tuve mis primeras impresiones para decidirme a escribir décimas. Desde ahí comenzó una labor que no ha terminado hasta hoy con la décima, tanto oral como escrita”.
A partir de las muchas investigaciones que ha realizado, ¿qué concepto defiende usted de la décima?
“Te lo voy a decir en décima, precisamente: La décima es una flor hermosa, / tierna y querida, / que se enraíza en la vida / del buen improvisador. / Es un oasis de amor / para todo ser humano, / alfombra verde en el llano / de nuestra zona rural / y es la novia espiritual / del campesino cubano”.
¿Qué particularidades tiene la historia de la décima en Pinar del Río?
“En cuanto a lo que es su forma y fenómeno cultural, no dista mucho del resto del país. Llegó con los canarios. Hay puntos de contacto que son increíbles. Por ejemplo, mientras el Cucalambé, allá en El Cornito, Las Tunas, le canta en un proceso de creación maravilloso a la fauna, a la flora y a toda la cosa espiritual que mueve al campesino, eso ocurre también aquí, en Pinar del Río, a través de los Cantares de Vuelta Abajo, un libro que resume la fauna, la flora, lo existencial del campesino vueltabajero. Ambos hechos ocurrieron a mediados del siglo XIX.
“Pero sí, siempre hay diferencias. Y una de ellas es que en Pinar del Río se crea el punto libre dentro de lo que es el punto cubano”.
¿Qué exponentes no debiéramos olvidar al reconstruir esa historia?
“Los inicios, con el sabio poeta Tranquilino Sandalio de Noda, con Francisca González Ruz de Montoro y con Celestino García. Son los tres pilares del siglo XIX que trascienden toda la centuria y que nos regalan esa décima que perdura hasta hoy. Luego, en el siglo XX, cobra vida una décima mucho más atrevida, más moderna, una décima de más alto vuelo antropológico, y ahí están una serie de poetas que no se pueden olvidar.
“Si bien están primero Pablo León, Agobio Hernández y otros grandes poetas, después viene una fragua de poesía nueva en la décima con Leandro Camargo Pérez, Juan Antonio Díaz, Adriel Ceballos, Juanito Rodríguez, Ana Baby Rodríguez Cabrera… Algunos de ellos están actualmente en el extranjero, pero sus vínculos y su identidad cultural con la décima siguen presentes en Cuba”.
¿Cómo valora usted la décima que hacen hoy los más jóvenes?
“Bueno, es una décima que requiere un estudio muy importante. Cuando ya se establece un puente entre el Cucalambé, el Indio Naborí y los poetas más jóvenes, entonces la décima cobra una dimensión mayor. Es una décima nueva, una décima enriquecida con una antropología muy actual, sin dejar atrás el criollismo. Realmente, se convierte en un orgullo para todos los que hacemos décimas esto de tener una décima cubana enriquecida y que trasciende a los marcos internacionales”.
Es más conocida la décima oral por el trabajo de los poetas repentistas; sin embargo, en Pinar del Río también hay muchos poetas que se dedican a la décima escrita, en un sentido más literario. ¿Qué opinión tiene de ese fenómeno?
“Muy importante. Ya no hay fronteras entre una oralidad y una escritura. Tenemos en Pinar del Río, por ejemplo, un poeta como es el caso de Alberto Peraza, que tiene libros publicados; tenemos a Nieves Rodríguez, de San Juan, con libros maravillosos, y tenemos a un Adriel Ceballos, que en verdad es un poeta que trasciende por eso, por una oralidad, en la que la literatura, la obra decimística es de una calidad extraordinaria.
“También hay que señalar que ya los poetas repentistas no se quedan en la décima, en ellos, igualmente, hay sonetos, está el romance, o sea, que son poetas que trascienden los 10 versos octosílabos y llegan a categorías superiores, por lo tanto, enriquecen un término que se llama poesía”.
¿Está satisfecho con la manera en que estamos conservando esa tradición e inculcándola en las nuevas generaciones?
“Bueno, yo creo que se está trabajando en distintas formas, en distintos lugares y en distintas instituciones; creo que la palabra clave sería entonces articular: que no sea la décima y el punto cubano parte de una estrategia territorial, sino de una estrategia nacional, y que esa estrategia le rinda culto y que sea coherente con la declaratoria de la Unesco como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. El reto grande es unir, para que todos pongamos nuestro granito de arena y dejemos las fincas”.
Lorenzo Suárez ostenta el premio internacional José Vasconcelos, en reconocimiento a la obra de toda su vida dedicada a la décima. Fruto de su labor investigativa, han sido publicadas varias compilaciones poéticas, entre ellas, Décima y oralidad en Pinar del Río, Antología de la décima cósmica de Pinar del Río y Sonetos, malaras y otros cantos al Valle de Viñales. Además, ha desarrollado una amplia labor de promoción cultural desde la casa de la décima Celestino García y el centro cultural Amauta.