Cuando supe la noticia de que Marlén Corrales Morejón estaba laborado en la zona roja del hospital León Cuervo Rubio en la ciudad de Pinar del Río me sorprendió. Y no fue porque considerara que esta joven médico con apenas tres años de graduada no estuviera apta para esa tarea, sino todo lo contrario, era más bien una especie de grato asombro en medio de este combate sanitario que aún libra nuestra provincia y todo el país.
A Marlén la conozco desde hace un buen tiempo, cuando entre fines de semanas casi habituales visitaba de niño a parte de mi familia en el Consejo Popular Sumidero, perteneciente al municipio Minas de Matahambre. Es allá precisamente donde están sus raíces y donde atesora como bien espiritual el amor materno, aunque hoy vive, sin agradarle mucho los aires citadinos, en la capital provincial.
Con estos antecedentes quise conocer un poco más sobre su experiencia de trabajo dentro de la zona roja, la cual calificó “de muy enriquecedora y a la vez difícil”. Lo cierto es que su postura valerosa ha sido también la suerte de muchos galenos en nuestro país que, con tan poco, hacen de este desafío un triunfo para todos.
Como ella, otros cientos de jóvenes médicos se han sumado a la contingencia sanitaria desde que se registró el primer caso de COVID-19 en Pinar del Río. Sin embargo muchos nos preguntamos aún cuánto temor sienten quienes realizan esta altruista labor o cómo manejan su proximidad al contagio en el vínculo directo con los pacientes positivos.
¿MIEDOS O RETOS?
En el caso específico de Marlén, quien cursa el tercer año en la especialidad de Medicina Interna y labora en la Sala A del hospital Abel Santamaría, llegar hasta la zona roja fue todo un reto profesional. Un día mientras trabajaba le informaron sobre la necesidad de la provincia para que nuevos galenos se incorporaran rápido a la batalla y no dudó en aceptar, según cuenta.
Pero ante los grandes desafíos, y esta pandemia lo constituye sin dudas, siempre puede aflorar algún tipo de miedo. Sin embargo, esta joven médico dice no haber sentido temores, porque, como ella misma refiere: “Ya estaba adaptada a trabajar con pacientes posibles COVID-19 en la sala de respiratorio del ‘Abel Santamaría’”. Aunque también reconoce que en ese momento salieron a flote otro tipo de inseguridades, estas relacionadas con la distancia física y temporal con su familia, de la que nunca se había separado por tanto tiempo.
LA ZONA ROJA Y SUS DÍAS
Ya dentro de la zona roja las exigencias profesionales se redoblan al igual que las medidas de seguridad. Tal vez por eso el día a día de esta joven pinareña como los de tantos otros galenos que la acompañaron en la labor, fueron en extremo agotadores y sacrificados.
“Sobre las ocho de la mañana comenzábamos el trabajo con los pacientes positivos y a la vez que entrabas en esa función no podías salir más, sobre todo, para cumplir con las lógicas medidas de protección”, cuenta esta médico egresada de la Facultad de Ciencias Médicas Ernesto Che Guevara.
El seguimiento esmerado a los pacientes es otro de los aspectos importantes para poder alcanzar una recuperación segura en ellos. Ese espíritu de constancia siempre primó en Marlén durante los 14 días que estuvo laborando en una de las salas de alto riesgo con personas positivas que presentaban además algunas otras enfermedades.
“Cada mañana teníamos que tomar los signos vitales a los pacientes, revisar todos los resultados de sus pruebas médicas y continuar el seguimiento hasta cerca de las dos de la tarde cuando almorzábamos”, comenta la gentil muchacha.
Pero las jornadas de trabajo no se completaban solo en un periodo matutino, además, “en la tarde había que continuar informando las altas médicas a los pacientes y si nos tocaba guardia ese día, debíamos hacer encuestas a los nuevos ingresos que iban llegando a la institución de salud”, dice.
Sin dudas que la exigencia se fue convirtiendo para estos médicos en una rutina que demandó sacrificio en cada momento. Para Marlén, aparte del lógico rigor de trabajo, lo más importante era establecer ese vínculo recíproco con los pacientes que tributara a una mejor atención.
Es por eso que afirma que los cuidados eran mutuos, tanto por el servicio médico que allí estaba como de las personas positivas al COVID-19. “Por lo general todos comprendían el complejo escenario que vivimos y existía un respeto, aunque habían otros, los menos, que no siempre eran esmerados con sus propias medidas de protección y eso también lo tuvimos que enfrontar con severidad”, comenta.
Pero si un factor es determinante para sobrellevar estas jornadas de rigor ese será sin dudas la unidad del equipo de trabajo. En el caso de Corrales Morejón y los demás compañeros, en su gran mayoría jóvenes, pudieron llagar a compenetrarse al máximo para cumplir una tarea que califican como “un deber”.
“Nos ayudábamos unos a los otros y si teníamos que levantarnos más médicos durante las guardias, lo hacíamos sin reproches, porque fue así como nos enseñaron siempre en la carrera y es esa una de las principales fortalezas del sistema de salud cubano: nuestro compañerismo”, dice sin titubear en lo absoluto.
Una situación única también vivió ese personal sanitario: el parto de dos sospechosas de COVID-19 después de 70 años sin realizar este tipo de operaciones en el hospital León Cuervo Rubio. Según la propia Marlén, sería una de las cosas que más le marcó por la sensibilidad del momento, a pesar de no estar vinculada directamente con el importante suceso.
Lo cierto es que cada una de las vivencias personales y colectivas era sentida como un logro indiscutible de todos. Cada vida salvada, afirma, “representó un triunfo para los que allí estábamos y un aliciente extra para continuar este duro pero hermoso camino que es la medicina”.
Muchas historias como estas, cargadas de ternura y sacrificio quedan aún por contarse de este difícil período. Sin embargo, la experiencia profesional de Marlén Corrales Morejón bien pudiera ser la de tantos otros hombres y mujeres de batas blancas que, ante lo adverso del momento, han sabido sobreponerse a la situación para colmar de esperanzas a todo un pueblo.