Mileydy Darias Esquijarosa sabe muy bien ensartar tabaco, porque aprendió desde los cinco años con una pequeña aguja de un juego de bordar.
Allí, en una comunidad rural cuyo nombre es Galope, en San Juan y Martínez, transcurrió su infancia, y de ahí los recuerdos de aquellos tiempos en que sus padres eran obreros tabacaleros y que supieron inculcarle muy bien, como personas de campo al fin, el respeto y amor hacia los demás.
Aprendió desde chica la responsabilidad ante los estudios o cualquiera otra labor que emprendiera, a proponerse retos y superarlos sin hacerle daño a nadie y a tratar de ser mejor persona cada día.
Tal vez por esas enseñanzas de sus padres, hoy Mileydy es una de las profesoras de la Escuela Profesional de Artes (EPA) de Pinar del Río Pedro Raúl Sánchez que ha entrado a zona roja.
La vemos en fotos siempre en su Facebook, en publicaciones en las que aparece junto a sus compañeros bien protegidos y en las que pide a Dios protección para todo su equipo de trabajo.
Es graduada del año 1994 en la especialidad de Primaria y siempre el magisterio rondó por los juegos de su infancia y sus muñecos de aquel entonces recibieron más de una clase de Español o Matemáticas; claro de muy cerca le vino le herencia porque su abuelo paterno fue maestro y un poco que el amor por la profesión lo llevaba en los genes.
“Me gusta enseñar a los pequeños, formar en ellos sentimientos y valores que los acompañen durante la vida. Ser maestra es sentirme realizada”, afirma.
Mileydy estudió de niña en una escuela rural de su pueblo y la secundaria la cursó becada en la ESBEC Batalla de Cacarajícara, en Sandino. Después apostó su futuro al magisterio y se graduó en la escuela formadora de maestros Tania la Guerrillera.
Una vez titulada trabajó en Sandino y San Juan y Martínez, luego vino a vivir para Pinar del Río y comenzó en la EPA desde el 2004.
MÁS FUERTE
La etapa de pandemia la ha hecho más fuerte, según nos asegura, y continúa: “He aprendido a buscarle a todo el lado bueno, pasé dos cuarentenas en el hogar y empleé el tiempo de encierro en actividades productivas y no le di pie al estres, sino que disfruté mucho con mi familia”.
Algo útil y bueno realiza Mileydy los jueves: ella, junto al resto del equipo de trabajo, se enfrentan a los riesgos que entraña atender a contactos de enfermos de la COVID-19.
“Entro porque las personas que están allí nos necesitan. Visitamos las salas más de seis veces al día, les llevamos los alimentos que se le distribuyen en el centro, más los que envían los familiares.
“El protocolo que seguimos es de estricto cumplimiento. Vestimos con doble ropa estéril, desde los zapatos, los guantes de goma, las caretas hasta el gorro”.
Le preguntamos por un hecho que la haya marcado durante su estancia en zona roja.
“Recuerdo muy bien las palabras ‘El PCR de mi nieta y el mío son positivos’. Están unidas a la imagen de una señora mayor llorando junto a su nieta de 13 años. La mamá de la adolescente está cumpliendo misión en Venezuela.
“No podía entrar donde estaban ellas, deseaba darles un abrazo fuerte; solo palabras de aliento salieron de mi boca: ‘¡Abuela ánimo, sea fuerte, verá que se recuperarán rápido’”.
Por supuesto que siente temores al entrar a zona roja, pero los vence con sus oraciones a Dios, con la convicción de que la función de ellos es vital y necesaria y sobre todo porque sabe que afuera, en casa, la familia la espera.
“Ellos son mi razón de ser, mi vida. Aquí vivo con mi esposo y mis dos hijos, un varón de 19 años y la hembra de 13; el resto está en San Juan y Martínez; mis padres, mis hermanos… a los cuales en estos meses extraño mucho porque no puedo visitarlos”.
Para sus alumnos, sus pollitos como se refiere a ellos cariñosamente, también dedica su amor.
“Son parte de mi familia, por ellos me preparo, estudio y pongo mi más grande empeño para ser mejor maestra cada día. Sus alegrías y preocupaciones son mías.
“Aunque en estos tiempos no nos encontramos todas las mañanas en el aula, sí conversamos sobre dudas que puedan tener en los contenidos de las asignaturas, hacemos chistes, nos enviamos fotos e intercambiamos anécdotas”.
De corazón inmenso es esta maestra de Primaria, quien reparte entre sus semejantes lo mejor de sí, e incluso expone su vida para atender a otros que la necesitan, todo por una buena causa.