Han pasado cerca de 40 años desde que Niurka María Curbelo Herrera se graduó en la escuela formadora de maestros Tania la Guerrillera, sin embargo, aún guarda como una reliquia las fotos y recuerdos de sus primeros alumnos durante sus prácticas docentes.
Amor es la palabra que me viene a la mente cuando me habla de su profesión, de la pasión por dar clases, por la Historia, por sus alumnos.
Estamos ante una mujer dulce, tranquila y armoniosa, pero muy hacendosa y constante en su trabajo, así la pueden observar sus actuales compañeros de trabajo en la Dirección Provincial de Educación. Es ella quien atiende todo lo que tiene que ver con la Comunicación en la entidad.
La voz le tiembla cuando habla de su niñez: es sanluiseña y el veguerío de esas zonas supo de sus juegos y fantasías de la infancia.
“Fui criada en mis primeros años de vida con mucho amor por mis abuelos, porque mi papá, Miguel Curbelo Soa, era chofer del circo Montalvo y siempre estaba por el país, y mi mamá, Blanca Herrera Lemagne, enfermera en el hospital pediátrico Pepe Portilla, muchas veces tenía que doblar turnos y viajaba; era muy difícil.
“Disfrute mucho de mi infancia con los amigos del barrio, a quienes todavía adoro; cazaba mariposas y las soltaba, corría detrás de los caballos, recogía las tripas del tabaco y las ensartaba, también estaba con mi abuela en la escogida.
“Siempre mi entretenimiento preferido era jugar a la escuelita: ponía muñecos o palos y con un pedazo de cartón hacía mi pizarra; todavía sin ir a la escuela, con solo cuatros años, ya soñaba con ser maestra”.
Como niña de campo y criada por guajiros, recibió una educación rígida en la que primó siempre el respeto por las personas mayores, por eso Niurka afirma con orgullo: “les agradezco siempre lo que me enseñaron”.
De la enseñanza Primaria, que cursó en varias escuelas del municipio de Pinar del Río, recuerda sobre todo su estancia en el seminternado Conrado Benítez, y también a maestros como Rolando y Miriam Garriga, que trataban a los alumnos con mucho amor y daban clases tan lindas que se fue enamorando más del magisterio.
“En particular me inspiró mi maestro Tony, que impartía la Historia de Cuba con bellas láminas, y nos hacía llorar y reír en cada clase, entonces mi interés por la asignatura creció más y quise ser como ellos”.
Y SE HIZO MAESTRA
Una vez que terminó la secundaria, por supuesto que solicitó la “Tania la Guerrillera”, y Niurka amó esa escuela.
“Conocí compañeros de muchos municipios, adoraba mi uniforme el que siempre usé con orgullo, y me desempeñe por tres cursos como divulgadora a nivel de plantel en la FEEM, incluso hacía guardia en el comedor, pasaba inspección en los dormitorios con los profesores, siempre bien cerca de ellos.
“Fui monitora de Historia de Cuba y en segundo año ya escogí la especialidad de Humanidades. En cuarto año pude impartir clases como alumna ayudante a los estudiantes del primero, y nos preparaban para esta labor muy bien”.
Desde joven supo exigirse mucha responsabilidad individual, porque nunca sabía qué se iba a encontrar en el aula, frente a los alumnos.
Tuvo también paradigmas en la escuela pedagógica, y entre ellos mencionó a Ada Bonilla y Lourdes Rodríguez, profesoras de Historia.
“En sus clases soñaba, adoraba verlas. En las de Lourdes montaba en el caballo de Maceo, ella te hacía ir a la manigua sin siquiera moverte de la silla escolar. Recuerdo también a mi profe Fonticoba, a Sofía de Química, Fernando de Marxismo, a Ana Pastora de Psicología y a Isabel de Pedagogía, para ellos era como su hija.
“En la Formadora de Maestros viví bellos momentos y también tuve angustias: una vez nos fugamos y nos cogieron; lloré mucho porque tuve que ir al otro día con mis padres y me regañaron, pero aprendí la lección.
“La última práctica la realicé en el seminternado Pablo de La Torriente Brau, con sexto grado, y mi tutora fue Zoe Calzada. Recuerdo que ella venía de otro municipio, y cada tarde me hacía darle la clase del día siguiente de Lengua Española, Historia y Plástica, entonces me corregía con toda la ternura del mundo y así fui aprendiendo.
“Tenía grupos de más de cuarenta alumnos y tuve que crecerme, los muchachos me adoraban porque, joven al fin, terminaba y me ponía a jugar con ellos al mediodía, en el horario de almuerzo”.
Hasta Ciego de Ávila fue a cumplir su servicio social, en el municipio de Ceballos. Se ríe Niurka y cuenta que allí sus alumnos le llenaban todas las mañanas el aula de frutas y viandas.
“Un olor riquísimo”, nos dice, y viaja hasta aquellos tiempos a través del olfato, que a veces también nos ayuda a rememorar tiempos lindos. Y saborea el aroma de la piña, la guayaba, los plátanos…
Después vino al municipio de San Luis, luego a Pinar del Río y durante todos los años de vida laboral se ha desempeñado además como jefa de ciclo, metodóloga y directora.
MAESTRA SIEMPRE
Cumplió misión en Ecuador, como asesora del programa Yo sí puedo, y entre las anécdotas que guarda en su corazón fue la de enseñar a un adulto con síndrome de Down.
“Fue lindo y difícil a la vez: el día de la graduación no quería soltarme y me abrazaba, como muestra de cariño y agradecimiento. Son momentos que un educador nunca olvida.
“Ser maestro significa mucho más de lo que pueda expresar en unas cuantas líneas. Es ser parte fundamental en la formación de un niño o una niña y hasta de la familia, porque hay que trabajar unidos, y la educación es el principio de todo, el futuro.
“Constituye una enorme responsabilidad que asumimos con orgullo, con la ilusión de compartir cada día en las aulas con los alumnos, de ofrecerles la mejor versión posible de nosotros, de darlo todo por ellos, aportando nuestro granito de arena para ayudarles a ser buenas personas.
“También es reír con ellos, jugar, volver a la infancia y recuperar un poquito de ese niño que llevamos dentro.
“Los que nos dedicamos a esta hermosa labor compartimos dos características claves: la pasión y la dedicación. Una combinación perfecta que sirve para pensar que el futuro de nuestros niños está en buenas manos”.
UNA HISTORIA DE VERDAD
Al hablar de sus alumnos, de cómo ellos resumen el porqué de su profesión de toda la vida, nos contó la historia de Julito, un niño que no conoció a su padre y había perdido a su madre.
“Era de los más inquietos del aula y rechazado por los demás alumnos. Lo asumí como mío, lo traía a mi casa, hacía con él las tareas, lo vestía y bañaba. Le tenía tanto cariño que me decía mamá. Hoy es un hombre, recién lo vi y con mucho cariño me llamó y me dijo: “¿no se acuerda de mí?”, le respondí: “Cómo no recordarte si marcaste mi vida”.
La nobleza es un don que adorna a Niurka, una mujer que respeta y reverencia mucho la palabra amistad y a la que le gusta leer un buen libro o jugar juegos de mesa.
“Mi familia es todo, mi inspiración constante, mi fuerza en las cosas. Mis hijos son el tesoro más valioso que nos fue dado, sin ellos nada sería igual. Tengo dos, ambos profesionales y bien educados, a quienes amo mucho, Elizabeth y José Miguel.
“Brayan, mi nieto, me hizo seguir activa, pues de pronto mi vida recobró sentido. Lo necesito y él a mí, nos adoramos”.