Yaimara Martínez Cruz es una de las cubanas que en los últimos tiempos trabaja de forma privada: vende juguetes; y no es porque no posea estudios u otras oportunidades porque tiene tres títulos de nivel medio superior, pero le gusta lo que hace ahora, y eso es importante.
Pero esta entrevista no tiene nada que ver con sus estudios en Armamento naval, ni con los cursos de Bibliotecología y de Cajero dependiente sino que esta mujer es uno de los seres humanos que en el consejo popular Capitán San Luis, en el reparto Camilo Cienfuegos (Villamil para los pinareños) se dedica a llevar de forma desinteresada, sin pago, los productos a las casas de las personas vulnerables y aisladas por la pandemia de la COVID-19.
La vemos en todas partes, siempre llena de jabas: en la cola de la placita, de la bodega, la panadería o el kiosko.
“Lo importante es que ellos reciban sus alimentos”, me dice con esa gracia de las mulatas cubanas. Entonces, mientras la escucho, siento que no todo está perdido y me viene a la mente la dedicatoria de Martí a su hijo en el Ismaelillo: “…Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud…”.
Es sencilla y natural, pero sobre todo muy dispuesta para defender sus principios, en los que cree desde pequeña, los que le enseñó su madre Marta; y lo más importante: Yaimara es de esas personas que cultiva la amistad verdadera y que cuida de sus vecinos.
Se incorporó a la tarea de mensajería ante un llamado que le hizo su Comité de Defensa de la Revolución, el número ocho de la zona 14, circunscripción 14, porque era necesario hacer una comisión para apoyar en la comunidad todas las acciones relacionadas con el enfrentamiento a la pandemia, de la cual ella es la presidenta.
Las principales labores fueron las de educar a las personas en las medidas de distanciamiento y también surgió la necesidad de apoyar a los casos vulnerables y a los que no podían salir de sus viviendas: fue entonces que aparecieron los mensajeros voluntarios.
Ella también, junto a otros valientes, como su hermano Vladimir, asumieron el atender a los pacientes positivos de COVID-19, a los asintomáticos o con síntomas ligeros que quedaron ingresados en casa, algo para lo que todos los seres humanos no están preparados.
“Tratar con casos positivos es una tarea difícil, pero al mismo tiempo bonita, es como afirma la canción que Raúl Torres dedicó a Fidel, que siempre están los agradecidos.
“Miedo tenemos todos, pero los enfrentamos porque atravesamos una pandemia que es mundial y alguien debe realizar esta faena.
“No podemos quedarnos en casa con las manos cruzadas teniendo al vecino de al lado en una situación que necesita ayuda y en la cual podemos estar nosotros después.
“Me cuido con los medios que yo misma me proporciono y con los que me regalan los vecinos, como guantes, caretas y mascarillas. Esta tarea la desempeño de forma voluntaria y sin retribución, aunque también los hay que cobran el salario por el trabajo que realizaban y se incorporaron a esta labor para ayudar a los necesitados”.
Reconoce el trabajo del consejo de defensa de su consejo popular por la atención a los casos positivos, por las gestiones que hacen con las empresas para poderles vender algunos productos a estas familias que están aisladas a las que siempre tratan de llegarles con algo.
Yaimara le sonríe a la vida, cada día la vemos ir y venir y siempre de buen carácter. En su casa, su familia es vulnerable -su niño de 17 años, su mamá y su hermano- pero ellos cumplen con las medidas para evitar el contagio.
“Mi mayor deseo es que termine la pandemia, la cual nos ha mostrado varias cosas: al que no era familiar, lo enseñó a serlo; y al que lo era, ahora es mucho más riguroso en la forma de expresar el cariño y de atender a su familia y a los vecinos”.
Es de las que piensa que la solidaridad es una cualidad que debe primar. “Hay muchas personas que han aprendido que tu vecino es tu familia más cercana, por eso son los gestos de cooperación”.
Yaimara cuenta una anécdota que le sucedió a su hermano Vladimir, con un hombre que solo pedía que le llevaran algo aunque fuera sencillo, un picadillo al menos, era una persona muy humilde, y eso los sensibilizó.
Hay personas en el mundo que nacen para ayudar y hacer el bien, esta pinareña es una de ellas. Disfruta con esta tarea, y al final del día aunque el cansancio la venza, ella se siente feliz y complacida.