Aunque la mayor parte del tiempo prestamos poca o ninguna atención al ombligo, esa pequeña hendidura en el centro de nuestro abdomen es en realidad una parte fascinante del cuerpo con mucha historia y curiosidades.
No es solo nuestro primer punto de contacto con la vida, pues es la cicatriz que queda después de cortar el cordón umbilical que nos conectaba con la placenta de nuestras madres, y a través de la cual recibíamos nutrientes y oxígeno mientras estábamos en el útero.
Esa pequeña marca es mucho más, incluso cada ombligo es único, al igual que las huellas dactilares, no hay exactamente iguales. La forma y la profundidad del ombligo dependen de cómo se cicatrice el cordón umbilical después del nacimiento y de factores genéticos.
A lo largo de la historia el ombligo ha tenido diferentes significados culturales, en algunas civilizaciones antiguas se consideraba un símbolo de fertilidad y vida. En la moda moderna ha sido un punto focal en la moda de los crop tops y en los famosos piercings.
La ciencia ha demostrado que, el ombligo puede albergar una gran cantidad de bacterias. De hecho, un estudio encontró más de 2 300 especies diferentes de bacterias en los ombligos de los participantes. Esta microflora es generalmente inofensiva y puede incluso ser beneficiosa para la piel.
Los ombligos se clasifican comúnmente en dos tipos: hundidos y protruidos. La mayoría de las personas tienen ombligos hundidos, y solo alrededor del 10 por ciento de la población los tiene con protuberancias.
Hay quienes prefieren acudir a la cirugía estética para, de algún modo, corregir la cicatrización de su ombligo. La umbilicoloplastia se aplica para cambiar su forma y apariencia. Es una tendencia en aumento, especialmente después de procedimientos como la abdominoplastia, para dar al abdomen un aspecto más deseado.
Aunque rara vez se presta atención, el ombligo puede reflejar algunos problemas de salud. Por ejemplo, secreciones inusuales o dolor a su alrededor pueden ser señales de infección o hernia umbilical, por lo que debe ser revisado por un médico.
Sin embargo, hay quienes sí le dan un espacio preponderante al ombligo, como el bibliotecario australiano Graham Barker, quien ha recolectado pelusa de su ombligo todos los días desde 1984.
Barker guarda su colección en frascos y ha llegado a acumular más de 22 gramos de pelusa. Su peculiar afición le ha ganado un lugar en el Libro Guinness de los Records por la mayor colección de pelusa de ombligo.
El ombligo es mucho más que una simple marca en el abdomen, es un recordatorio de nuestro primer vínculo con la vida y un microcosmos lleno de historia y ciencia.