Hace aproximadamente un año me refería en otro comentario a la accidentalidad, un tema que no por reiterado deja de incidir en la vida de todos y que muchas veces acaba con la tranquilidad del hogar.
Es raro que pase una semana sin que se reporte en alguna provincia del país un siniestro en el que pierde alguien la vida. En menos de 15 días, dos personas que no sobrepasaban los 30 años fallecieron a causa de accidentes en la Panamericana o a San Juan, como también se le conoce. Ambos iban en motos y más allá de señalar culpables, siempre son las consecuencias lo que más triste resulta.
Nunca podría acostumbrarse alguien a presenciar o a conocer hechos como esos, mucho menos cuando son vidas jóvenes las que quedan plasmadas en cifras anuales como saldos de conductas negligentes, indisciplinas o incluso desperfectos técnicos.
El pasado noviembre la Comisión Nacional de Seguridad Vial informaba que al cierre de septiembre de 2021 habían ocurrido 5 612 accidentes de tránsito en el país, 84 más que en igual periodo del año precedente. En el 51 por ciento de ellos se reportó al menos una víctima, estadística que alcanzó los 350 decesos y 3 700 lesionados.
Informaban las autoridades que las edades más frecuentes estaban en el rango de 26 a 30 años, y que las principales causas fueron irresponsabilidad de los peatones y conductores, así como la falta de atención al control del vehículo, violaciones al derecho de vía y el exceso de velocidad.
Por solo citar un ejemplo, y según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, en 2020 ocurrieron 289 accidentes en la provincia, lo que dejó un saldo de 17 fallecidos. Y aunque Pinar del Río no está entre las provincias de mayor accidentalidad, las cifras de muertes por esa causa pesan en cada hogar, en cada familia.
Es cierto que el incremento de la movilidad luego del anterior pico pandémico pudo incidir en el aumento de los siniestros, pero si somos realmente honestos, el comportamiento y la responsabilidad individual tienen un peso fundamental como evidencian las estadísticas.
A pesar de las disposiciones legales y de las acciones preventivas y profilácticas que se realizan por parte de las autoridades y de las medidas que establece la Comisión de seguridad vial para prevenir accidentes, como son el mejoramiento de la señalización, el rigor en las inspecciones técnicas, el rediseño de la vigilancia y el patrullaje, queda mucho por hacer.
Todavía es frecuente presenciar carreras de motos y de carros de caballo en plena carretera. Estos últimos aún circulan después de las ocho de la noche y además sin ninguna fuente de luz. Es común ver que señales de tránsito recién puestas son objeto de hechos vandálicos, solo porque pueda resultar divertido después de una noche de juerga.
A todo ello se suma la cada vez más creciente adicción a la tecnología, motivo por el cual se desatiende el vehículo por prestar mayor atención a un chat de WhatsApp o a un meme de Facebook. Y por si fuera poco, habría que agregar los efectos de las bebidas alcohólicas, que en estos tiempos que vivimos resultan tentadores escapes de la dura realidad.
También repercute, sobre todo en la Autopista, la cantidad de animales que permanecen sueltos en la vía, incluso en horario nocturno. ¿No existe acaso un procedimiento mancomunado entre la Agricultura y el Ministerio del Interior para controlar estas situaciones?
Y aunque de acuerdo con los datos ofrecidos por los especialistas no son la principal causa, igualmente resulta en exceso peligroso el deplorable estado de las vías: huecos que asemejan cráteres y arreglos que duran solo algunas semanas porque carecen de calidad, unido al deficiente alumbrado público.
Las carencias y necesidades que hoy sufrimos nos mantienen en ocasiones desconectados del mundo real, pero conducir un vehículo, sea cual sea, requiere de poner todos los sentidos en esa función, pues de ello depende la integridad física de los que van, los que vienen, los que cruzan y hasta de los que caminan.
El impacto de la COVID-19 nos ha arrebatado muchas vidas. La pelea que llevamos los cubanos contra el mortal virus es más que suficiente para que pongamos todo el empeño en cuidarnos y cuidar a los demás, no solo con mascarillas e hipoclorito de sodio, sino con responsabilidad, disciplina y respeto en la vía.