Lograr el reconocimiento social en cualquier profesión o arista de la vida que se escoja no siempre es sencillo. En ello va la profesionalidad, el humanismo, la solidaridad y el carisma propio, entre otras, de quien ejerza el trabajo.
Tal confianza nunca llega en edades tempranas, ni al comienzo de la vida laboral, pues primero debe demostrarse que se tienen, aparte de los conocimientos necesarios, las cualidades antes mencionadas.
Sin embargo, para Abel Leonardo Crespo Pérez, un joven médico recién graduado del municipio de Consolación del Sur, ganarse la confidencia y el respeto de todos sus pacientes y vecinos no ha sido difícil.
Según confiesa este galeno al frente del consultorio familiar número seis del Consejo Popular de Villa II, cuando se trabaja con esmero y con amor, todo fluye.
Hoy confiesa que la carrera de medicina no fue su primera opción; sin embargo, las horas de desvelo y el propio roce cotidiano con pacientes, familiares y amigos a los que reconoce clínicamente, le han hecho amar su labor.
VOCACIÓN Y SATISFACCIÓN
La vocación, asegura Abel Leonardo, le llegó casi al final de su etapa de preuniversitario. Consideraba entonces otras opciones como lenguas extranjeras y relaciones internacionales, y no había considerado la parte humana que brindaba la medicina.
En el camino, reflexiona, comenzó a hacerse un poco más clara la idea y fue considerando dicha carrera como una opción viable para su desempeño futuro.
“Al final de mis estudios de preuniversitario comencé a pensar en cómo podía ayudar y serle útil a mi familia, al barrio, a la comunidad, al país, y finalmente decidí por las Ciencias Médicas”.
“Ahora, una vez graduado, creo poder responder la pregunta de por qué soy médico. Pienso que esta es una de las profesiones más hermosas y humanas que existen”.
“El simple hecho de devolver la salud desde tus manos y tus conocimientos a una persona que esté enferma, no tiene comparación con nada. Es un sentimiento bien bonito el que te va naciendo y quedando por dentro”, expresa.
¿RECONOCIMIENTO SOCIAL?
A pesar de ser el primer médico de su línea familiar, Abel Leonardo no renuncia a la idea de estudiar y crecer cada día más para convertirse en lo que llaman un médico de cabecera.
“No soy de los que se creen cosas o se encumbran. Soy una persona sencilla a la que le gusta ayudar. Este camino es pedregoso, pues no siempre se tiene la solución exacta para salvar una vida. Pero lograr dar un diagnóstico certero a cualquier paciente, y que al tiempo de su recuperación te lo agradezca, es lo máximo a lo que debe aspirar cualquier profesional de la salud”.
“No obstante, a la vez es un compromiso enorme, pues las personas van confiando en ti, y en tus conocimientos, y comienzan entonces a identificarte como su médico. Y es ahí cuando llega ese reconocimiento social del que hablas”.
“Pero una vez tus pacientes depositen su salud en tus manos, sencillamente por el hecho de ayudarlos a sanar, debes y tienes irrevocablemente que ser mejor cada día para que con los conocimientos adquiridos puedas llegar y ayudar a otros que antes no podías”.
“Ser profesional de la medicina lleva mucho sacrificio, responsabilidad, sensibilidad, perseverancia, humanismo, tenacidad, entre otras. Y cuando las incluyes a todas en tu actuar cotidiano, en tu estilo de vida, pues las personas lo notan”.
RUTINAS
Al indagar sobre las rutinas de este recién graduado, los vecinos de la comunidad aseveraron que siempre está cuando lo necesitan, y que resulta extraño verlo dejar el consultorio en horas tempranas de la tarde.
“Comienzo siempre sobre las 7:30 u ocho de la mañana atendiendo a todos los pacientes que llegan con cualquier síntoma o dolencia. Al mismo tiempo ordeno las pesquisas y estoy al tanto de los test rápidos para los sospechosos a la Covid-19”.
“Hago tiempo para rellenar entonces las encuestas epidemiológicas y superviso y atiendo en la medida de lo posible el proceso de vacunación del momento. No voy a mentir: es estresante y demanda mucho tiempo y concentración”.
Ya en las tardes Abel Leonardo baja un poco el ritmo y aprovecha la oportunidad para hacer terreno en su comunidad y visitar al 100 por ciento de sus vecinos.
En ocasiones, afirma, concluye extenuado pasadas las nueve de la noche, pero regresa a su casa con la conciencia tranquila de haber “tocado” a cada persona y que su área de salud se mantiene estable y sana.
COVID-19
“Graduarme en plena pandemia también ha sido un reto. Le enfermedad, si pudiera decirse de esta forma, me ha dado la oportunidad de crecerme como profesional”.
“Por supuesto, ha sido intimidante enfrentar todo lo que se asocia a esta enfermedad; sin embargo, ha hecho que nosotros los jóvenes no nos acomodemos y salgamos de nuestras zonas de confort. Soy del criterio que no se debe estudiar para quedarse en el margen de lo sencillo, nosotros no estudiamos para lo fácil”.
“Hoy agradezco la posibilidad y oportunidad de estar al frente de un consultorio, y chocar con la realidad que trae aparejada todo lo asociado a la Covid-19”.
“Creo que lo que más distingue a los médicos cubanos es la humanidad, y la pandemia lo ha demostrado. Somos un país que siempre ha apostado por una medicina que eleve a lo más alto la calidad humana y el bienestar social sobre todas las cosas. De eso que no le quepa duda a nadie”.