Este viernes concluye el décimo cuarto Congreso Internacional de la Educación Superior, Universidad 2024, cuya línea de trabajo, en todas sus sesiones, fue Educación Superior del Futuro: transformación social, calidad, pertinencia y sostenibilidad.
En correspondencia con ello, no son pocos los retos y desafíos que dibujan el panorama de la enseñanza universitaria, sobre todo, en un país como el nuestro, en el que cada casa de altos estudios debiera verse reflejada mucho más en la vida social de los territorios.
Y no estamos diciendo aquí que debe esta institución solamente salir de sus predios e incluir en sus investigaciones asuntos esenciales que hoy son preocupaciones o problemas para los vueltabajeros, porque sabemos que lo hacen, más bien instamos a las entidades y autoridades a buscar respuestas aulas adentro; a consultar profesores de prestigio y a expertos que mucho pueden contribuir con la toma de decisiones.
Se trata de ver a la universidad como lo que es: un centro de pensamiento, de ciencia, de innovación, con responsabilidad meridiana ante el futuro del país.
Recientemente formulaban algunas interrogantes que conducen a analizar la importancia de las universidades y de un Congreso como el que hoy concluye en La Habana, y en el que participan colegas de la provincia.
¿Qué papel les corresponde a las universidades dentro de la transformación social? ¿Cómo enrumbar los estudios y las investigaciones que desde estas instituciones se gestan en función de impulsar la innovación, la creatividad y el compromiso hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible? ¿Cómo tener una casa de altos estudios que forme no solo a su interior, sino que fomente desde el extensionismo considerables cambios en la sociedad desde la inclusión, la equidad y la sostenibilidad?
No tendremos jamás sociedades justas, resilientes, equitativas y con una visión estratégica de desarrollo desde el ámbito territorial y a partir del uso de recursos endógenos, si no vamos hasta la universidad, si no se buscan en ella las respuestas que en los centros de trabajo y en otras estructuras no encontramos.
El anhelo mayor es que, como muchas veces pasa, no se engaveten investigaciones, propuestas, ideas novedosas e innovadoras; que lo nuevo que se haya dicho allí encuentre tierra fértil en Pinar del Río, y que desde la emblemática “Hermanos Saíz” se contribuya al desarrollo de Vueltabajo.
El cónclave ha servido para hacer alianzas, para tomar de las buenas experiencias, beber de aquello que en otras partes ha dado resultado, sin copiar. Pinar del Río ha llevado también sus ejemplos, sus proyectos, iniciativas, porque la nuestra es también una Universidad del futuro.
El llamado es hoy a impulsar un desarrollo integral; no se puede aspirar a un crecimiento económico divorciados de lo social, lo espiritual, del cuidado y preservación del medio ambiente, y sobre todo, no se puede pensar en un desarrollo que no sea sostenible y sustentable.
Lo mejor de las reseñas que hemos visto del décimo cuarto Congreso Internacional de la Educación Superior es que ha habido un espacio para los profesores, pero también para los estudiantes, porque no son nada las universidades sin sus movimientos juveniles, sin esa vida estudiantil que pone ganas y talento a cada obra que en ellas se gestan.
No son pocos los ejemplos que mueren en el camino olvidado de la implementación, de la revisión de si es viable o no. Ojalá que cada buena idea en ese tránsito hacia la transformación social encuentre en esta universidad, que es para todos los tiempos, fuertes asideros.