Ya estamos en Congreso. Sin duda unos días gloriosos para que nuestras calles se vistan de Patria, pues este VIII cónclave será de especial interés y beneficio para el futuro de todos.
Mucho se conversará durante las jornadas sobre el devenir del país. Los asuntos económicos, sociales y políticos de la Isla y su correlación con las naciones hermanas, así como también con el imperio, por supuesto, serán puestas sobre la mesa.
Pero… ¿se podría hablar siquiera de este Octavo Congreso de nuestro Partido Comunista de Cuba sin mirar, pensar y valorar el camino recorrido?
Sería interesante si todos nos planteáramos esta interrogante. A mi juicio, el aluvión de criterios sobre el tema sería muy provechoso.
En este sentido, pienso que despuntarían y prevalecerían dos ideas claves: Unidad y Continuidad.
Es aquí donde me gustaría detenerme, pues todos estaríamos de acuerdo con que sin tales fervores no seríamos la Cuba de hoy, ni mucho menos pudiéramos mostrar al mundo que a pesar del asedio constante al que se nos somete, siempre nos sobra amor para dar.
Importante recordar que Fidel y los cubanos de aquella noche del tres de octubre del ´65, se inspiraron nuevamente en José Martí para la concepción de un Partido Comunista, de un partido único.
Y es que este último vocablo, aunque los enemigos se empeñen en cuestionarlo, lejos de exclusivismos o soledades, invita a la necesaria unidad de todos, pues si hablamos de historia, cuando faltó en los momentos decisivos de la causa libertadora, causó grandes calamidades a los mambises de entonces.
Cuba es la suma de todas las partes, llámense obreros, científicos, intelectuales, campesinos, mujeres, hombres, jóvenes y ancianos, negros y blancos, héroes consagrados y héroes anónimos… es esta mezcla heterogénea la que revitaliza la Patria nueva, fortaleciéndola y renovándola en el fragor del combate diario.
Nuestro Comandante en Jefe una vez comentó “(…) No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil (…)”. Y lo ha sido. Pero para los cubanos no hay mañana incierto ni reto imposible. Lo hemos demostrado.
Es por esta unidad de pensamiento que la Revolución sigue en pie, no se paraliza y tiene la garantía de un relevo seguro y victorioso. Y es aquí donde entra a jugar su papel la segunda idea rectora que comentaba líneas más arriba.
Continuidad, es el faro que, en lo adelante y no con pocos esfuerzos, marcará el rumbo de este país. Ya es un hecho que a las altas responsabilidades se suman los “pinos nuevos”. Basta con mirar al campo o a los avances científicos del momento.
La generación histórica que nos trajo hasta aquí, bajo la conducción de Fidel, se nutre y fertiliza con tales liderazgos, ajenos a la inercia, las rutinas y las repeticiones.
La juventud ha renovado los estilos de trabajo y multiplicado las ideas legadas. Es gracias a ella que la coherencia de este proceso se mantiene como baluarte.
Es gracias a la continuidad que Cuba continúa actualizándose, lista y a la escucha de los cambios y transformaciones que demanda el presente; adopta nuevos métodos y vías cada vez más inclusivas y creativas para el desarrollo de una sociedad plena de derecho, siempre con la concepción fidelista de “(…) Cambiar todo lo que debe ser cambiado (…)”.
Pero que nadie se engañe, con las mismas banderas con que defendemos tales cambios, también defenderemos las convicciones socialistas y soberanas de siempre, las que tenemos por sangre… y las que tendremos “con todos y para el bien de todos”.
Para los millones de hombres y mujeres que se levantan cada día con carencias económicas, pero también con sueños y realizaciones pensando en una Cuba mejor, el camino es el de hacer cada quien la parte del deber que le corresponda, porque así nada podrá vencernos.
Por tal motivo, Unidad y Continuidad son esos principios y valores irrenunciables por lo que se vivirá o morirá hasta el final sin cuestionamientos. Que de eso no le quepa la menor de las dudas a nadie.