La cercanía de las montañas genera un microclima en la zona, aseguran los entendidos, lo que sí resalta a ojos vistas, es la belleza del entorno, enaltecida por los sembradíos en alternancia con segmentos de tierra recién arada, que crea un contraste hermoso entre el verde de la vegetación y los suelos rojizos. Desde que se entra a la finca El renacer hay certeza de vida.
Yoary Miranda Mató cursó estudios como técnico integral veterinario, pero las circunstancias lo llevaron a convertirse en agricultor.
Este mantuano de nacimiento, y palaceño por elección, reconoce que le encanta la profesión en que se formó, pero tras dos contagios con leptospirosis por falta de medios de protección, “fui sacándole un poquito el pie a eso, después mi papá se enfermó, había que
llevarlo a La Habana para hacerle el tratamiento, me estresé mucho…”.
LA MOTIVACIÓN
En esa etapa ya empezaba a sembrar en las tierras de amigos a los que les atendía los animales, y motivado por la experiencia de su padre que fue un excelente productor de pimientos, comenzó con ese cultivo; en un viaje de su padre de regreso a la casa lo llevó a ver su “plantación”.
Recuerda que estaban todas “quemadas”, sonríe evocando la sabiduría de quien le engendró: “Nada más que las vio me dijo ‘es que están mal sembradas, tienes que hacerlo teniendo en cuenta por dónde sale el sol, pero bueno, ya yo estoy jodido, busca la latica de pimiento (semillas de la variedad california que reservaba como un tesoro en su casa en Mantua) y siémbralas’”, el hijo le propuso esperar a que se pusiera bien, pero insistió en que empezara, “lo hice y se me dio divino, siguiendo todos sus consejos, yo pienso que él me da su luz.”
Más allá de la superstición y del amor por el padre que le inspira, también es un hombre de ciencia, y ello lo prueba el estrecho vínculo con el instituto de investigaciones hortícolas Liliana Dimitrova.
“Tengo libros con ellos, publicaciones en revistas, trabajos que hicimos antes de la Covid-19, después eso paró, y con toda esta crisis que hemos tenido, ya no han podido venir más, aquí a veces había una guagua llena de científicos, ellos fueron los que me guiaron para
poco a poco buscar las combinaciones y obtener la variedad Miranda”.
Sobre esta destaca que es más dulce al paladar, de alto rendimiento, llega a dar hasta 14 y 15 toneladas por hectárea, es resistente a las altas temperaturas e intensas lluvias, y para probarlo nos muestra el campo que sobrevivió a las precipitaciones asociadas a la tormenta tropical Idalia, “siempre tengo los clones, y ya a finales de julio contrato con la Empresa Cubaquivir, llevo las semillas y me las siembran en bandejas en las casas de cultivo”.
Las tierras que actualmente maneja las explota en usufructo, dice que era una finca abandonada, “los que estaban aquí la dejaron y la pedí, me la dieron, ni el camino se veía, no podías pasar. Comencé con machete, con ansias, después con una motosierra, limpié un pedazo más grande; al otro año vinieron representantes de un proyecto francés para sembrar uvas y con equipos se limpió el resto, eso no llegó a materializarse, pero las 15 hectáreas que tengo están en producción”.
Hasta el paso del huracán Ian, también sembraba tabaco, perdió la casa de cura y no ha vuelto a plantar la hoja, y si no es indispensable para el municipio, prefiere seguir dedicándose exclusivamente a los cultivos varios.
El día de nuestra visita le confirmaron que ya estaban en el territorio las semillas para incursionar en la siembra de la papa con prácticas agroecológicas, algo que le ilusiona, porque espera que el microclima beneficie los rendimientos, al igual que con el tomate cherry, en el que también irrumpirá. Aunque asegura que no le teme a ningún cultivo, le apasionan las hortalizas, “salí veterinario, pero eso está en mis raíces, lo llevo en mi sangre”.
Defensor de la agroecología, utiliza el beneficio de una granja avícola cercana para fertilizar con gallinaza y productos del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA); resalta que estos métodos de producción repercuten en la salud, y que es vital consumir alimentos sanos, libres de químicos, “de ahí que el primero en comer soy yo”; por otra parte, dichas prácticas contribuyen al cuidado de los suelos, algo de suma importancia en su vega montañosa propensa a la erosión.
Uno de los problemas con que lidia es la disponibilidad de fuerza de trabajo, ya que no consigue la estabilidad deseada “a veces no se puede ni hacer contrato, porque aunque están necesitados, vienen hoy, si acaso una semana, un mes y se van, pero vienen otros, y así estamos, pago 500 pesos, 600 y hasta más, depende de lo que se vaya a hacer”.
LA FAMILIA
Para Nieves Mató Cruz no fue fácil decir adiós a Mantua, pero tras la muerte de su esposo quedó sola, el otro hijo, músico, profesor de la Escuela Nacional de Arte (ENA), vive en La Habana, así que vino para Los Palacios, y aunque tiene su propia casa, está todo el día en la finca, cocina para los trabajadores, lava, limpia y lamenta que con sus 72 años ya no puede ayudar en otras faenas.
Yoari cree que su hijo pueda dar seguimiento al cuidado de la finca, todavía es un adolescente, pero dice que empieza a gustarle y a interesarse por ciertos detalles.
El padre es una presencia permanente, la muerte no pudo arrebatarle su legado, ese del que se siente orgulloso al mostrarnos la manera de cortar un pimiento, la suavidad con que hay mover las hojas de cada planta para evitar daños físicos, “de él aprendí que no se pueden cortar con cuchilla, es con tijera, ese corte hace que el ají dure más, tarda más en deshidratarse…”.
A Raúl Miranda Díaz la vida no le alcanzó para ver a su descendiente convertido en agricultor, con una variedad que lleva su apellido, pero es la motivación permanente para este hombre que sueña con más.
EN GRANDE
Asegura que hay que pensar en grande, por eso espera tener en algún momento riego por goteo, bombear el agua para un tanque elevado y luego emplear la gravedad a su favor.
Actualmente tiene que usar dos motores, por la complicada geografía del terreno. Tener maquinaria, a pesar de la escasez del combustible, es otra de sus ambiciones, porque el laboreo con tracción animal cuesta arriba requiere de mucho esfuerzo de los hombres; en su opinión podrían aprovecharse las facilidades que tienen para importar las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) y poner en el país sistemas de riego y equipamiento para el desarrollo agrícola, porque la seguridad alimentaria es lo primero “y nadie está pidiendo que regalen nada, sino que lo vendan aquí para que sea más fácil para los que hacemos producir la tierra”.
En la finca El renacer dan ganas de pensar en grande, y se alimenta la esperanza de que una agricultura sostenible, eficiente y diversa es posible.
Si el campesino trabaja de acuerdo a sus conocimientos sin que intervengan los burocrata tendremos producciones de muchos productos que no necesitan de fertilizantes importados.