Hablar de Vilma Espín Guillois es sumergirse en la vida de una mujer que, con su determinación y pasión, dejó una huella imborrable en la Historia de Cuba. Nacida el 7 de abril de 1930 en Santiago de Cuba, en el seno de una familia acomodada, pudo haber seguido un camino tranquilo y convencional. Sin embargo, su espíritu inquieto y su compromiso con la justicia la llevaron por senderos revolucionarios que transformarían su vida y la de toda una nación.
Desde joven mostró una curiosidad insaciable y una sed de conocimiento. Estudió Ingeniería Química en la Universidad de Oriente, convirtiéndose en una de las primeras mujeres cubanas en incursionar en ese campo. Pero su formación no se detuvo ahí; cruzó fronteras y llegó al prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en Estados Unidos para continuar sus estudios. Sin embargo, lejos de deslumbrarse con el brillo del extranjero, su estancia en tierras norteamericanas reforzó su conciencia social y su deseo de luchar por un cambio en su patria.
Al regresar a Cuba, el panorama político estaba convulso. La dictadura de Fulgencio Batista oprimía al pueblo, y Vilma no podía quedarse de brazos cruzados. Fue entonces cuando conoció a Frank País, un joven líder revolucionario que se convertiría en su compañero de lucha. Juntos, tejieron redes clandestinas y organizaron acciones que desafiaban al régimen imperante. La casa de Vilma se transformó en un refugio seguro para los revolucionarios, un espacio donde se gestaban planes y se soñaba con una Cuba libre.
Pero la lucha no estuvo exenta de sacrificios. La muerte de Frank País en 1957 fue un golpe devastador para Vilma. Sin embargo, lejos de amilanarse, tomó las riendas y asumió roles de liderazgo dentro del Movimiento 26 de Julio. Su capacidad organizativa y su valentía la llevaron a coordinar acciones en la provincia de Oriente, convirtiéndose en un pilar fundamental para la causa revolucionaria.
En medio de la vorágine revolucionaria, el destino le presentó a Raúl Castro. Su relación trascendió lo personal y se convirtió en una alianza de ideales y sueños compartidos.
Su compromiso con la causa de las mujeres la llevó a fundar, en 1960, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) que se convirtió en una fuerza motriz para la transformación social, promoviendo la igualdad de género, la educación y la participación activa de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad. Gracias a su labor, se implementaron políticas que facilitaron la incorporación de la mujer al trabajo, se crearon círculos infantiles y se luchó contra viejas estructuras patriarcales que limitaban el desarrollo femenino.
Vilma también desempeñó roles destacados en el ámbito político. Fue miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba desde su fundación en 1965 y ocupó cargos en el Consejo de Estado y en la Asamblea Nacional. Su voz resonaba en los espacios de toma de decisiones, siempre abogando por los derechos de los más vulnerables y por la construcción de una sociedad más justa.
Más allá de sus títulos y responsabilidades, quienes conocieron a Vilma la recuerdan como una mujer de carácter firme pero de trato afable. Su sonrisa cálida y su capacidad de escuchar hicieron de ella una líder cercana al pueblo. Era común verla compartiendo con las mujeres en los barrios, interesándose por sus problemas y buscando soluciones conjuntas.
Vilma Espín Guillois partió físicamente el 18 de junio de 2007. Su vida es testimonio de que la determinación y el compromiso pueden derribar barreras y construir un mundo más equitativo. Hoy, cuando las mujeres cubanas ocupan roles protagónicos en la sociedad, es imposible no reconocer la semilla que sembró con su ejemplo y dedicación.