A sus 29 años, Orlando Nodarse Hernández reconoce en las artes plásticas más que una profesión, una pasión. Hereda de la historia pictórica de la alta academia cubana: Esteban Chartrand, Leopoldo Romañach y Armando Menocal, por el estilo de sus pinceladas y la paleta de color. Por eso, defiende el paisaje y el retrato como géneros aunque en los circuitos protagónicos de las artes visuales hoy abundan formas más contemporáneas.
“Pinto a Viñales, sus paisajes, su gente, y en cierta medida, me estoy pintando a mí, por formar parte de toda esta cultura. Utilizo el auténtico vínculo entre el campesino y su trabajo diario, su entorno. Me interesa resaltar lo que me identifica… la sencillez del campo viñalero, que en definitiva es lo que lo hace bello”, asegura. No en vano, la serie en la que actualmente trabaja se titula Identidad.
Para Nodarse, representar su contexto es defender el patrimonio cultural: las tradiciones, los modos de vida y costumbres del hombre rural. Sus retratos, por ejemplo, están inspirados en personajes reales sobre los que intenta contar pequeñas historias. En cada caso, el título enriquece la interpretación, aportando un agregado literal.
Graduado en la Academia Tiburcio Lorenzo de Pinar del Río en 2012 y en el Instituto Superior de Artes, en Conservación y Restauración de Bienes Muebles, en 2019, afirma que busca la musa, no aguarda por ella pasivamente y pinta siempre que puede, porque el talento también debe modelarse con constancia.
Si bien disfruta el dibujo al carboncillo, prefiere la técnica del óleo, quizás porque la viscosidad de los aceites permite un regodeo más noble y detenido en las manchas de colores y los estudios de luz. Cada obra es un microuniverso autónomo que parece respirar. Ahí están contenidos los espejos de agua, el sembradío de tabaco, animales en faenas de tracción y el ser humano humilde, porque la simplicidad es lo verdaderamente exquisito y complejo.
Es la suya una obra donde la naturalidad resignifica lo estético y el individuo es prominente mientras más terrenal. Maravilla de trazos y tonos que habitan formatos reducidos de una prodigiosa geografía: Viñales en el lienzo.