Desde hace 23 años vive en Viñales, lugar al que llegó de visita con unas amistades en 1997, en ese periplo un lugareño quedó prendido de sus encantos y un trienio más tarde ya la había convencido para que dejara Las Tunas, su tierra natal, y viniera a vivir con él.
Así Carmen Ferrera Ramírez, graduada de maestra primaria en 1980 y posteriormente formada en Economía del Trabajo y Economía y Contabilidad, terminó como campesina, pero no fue hasta el 2008, cuando enviudó, que empezó a llevar las riendas de la vega, que comprende 2,74 hectáreas, de las cuales 2,23 son cultivables.
LA VEGUERA
Ella es una productora independiente, aunque por mucho tiempo perteneció a la cooperativa Manuel Fajardo, de la cual llegó a ser incluso su presidenta.
Ian se llevó su casa de curar tabaco, y es una de las cosecheras que esta campaña utiliza las tierras en función de incrementar la disponibilidad de cultivos varios.
Confiesa que le encanta la solanácea, pese a que apenas acumula tres campañas: “El tabaco es una producción que te da gusto verla, desde que tú lo siembras ves cómo progresa, y en dos meses ya lo tienes grande, y a la hora de seleccionar la hoja, eso es una belleza, yo me enamoré de él y quiero recuperar mi casa para continuar; aunque siembre tomate, col y otras cosas, pero el tabaco no lo pretendo dejar, para mí, como productora, es un orgullo.”
Habla con desenfado y mientras muestra lo que ha hecho y explica sus proyecciones futuras lo hace con la satisfacción de quien no se detiene ante obstáculos y sabe con certeza lo que desea. Esta mujer, que el próximo 16 de julio arribará a sus 60 años, es toda energía.
Reconoce que hoy no es fácil cultivar la tierra por la sequía, los problemas con los insumos, pero asegura que está en ventaja, “tengo un pozo, que me costó caro, pero lo hice”.
Justamente por ello es que alberga otras ideas para el futuro a corto plazo. Con la producción y comercialización de cultivos varios incluye un ranchón en la propia vega para el beneficio y venta directa al turismo, trabajando con rigor la selección, para hacer de la calidad el elemento distintivo de sus entregas.
Resalta que eso le permitirá dar empleo a otras personas, porque, además de los productos frescos, proyecta elaborar encurtidos y afirma “tengo potencialidades para eso, solo es comenzar y seguir adelante”.
Dueña de una risa contagiosa que irradia optimismo dice de sí misma: “A mí hay que aguantarme por loca, quizás porque me gusta mucho hacer cosas nuevas y quiero aprovechar al máximo las posibilidades que me da el Estado”.
Y añade que al amparo de las 63 medidas aprobadas para el sector agropecuario estaba la posibilidad de ser una productora independiente y que el desconocimiento de las opciones a veces interfiere con que las personas no logren lo que quieren.
“Soy muy habilidosa, modestia aparte, como trabajé en la cooperativa conozco los sistemas y poseo experiencia, sé cómo funciona, por eso me di a la tarea de encaminarme, no para dejar de ser revolucionaria, quiero pertenecer a la ANAP (Asociación Nacional de Agricultores Pequeños), mantenerme con todos los estatus, pero de forma individual, para demostrar que sí se puede y que sí vamos a hacer las cosas y que sí vamos a ayudar al Estado de esta manera”.
Como confirmación muestra su vega, que es chiquita, según sus propias palabras, pero está toda sembrada y apenas coseche los cultivos planea volver a plantarla, “no hay que parar”, asegura y agradece el acompañamiento de la dirección de la Empresa de Acopio y Beneficio de Tabaco (ABT) Viñales.
Escuchar la pasión con que defiende la seriedad como marca para insertarse en el mercado y la fuerza con que pronuncia el vocablo “mío” es prueba de lo que para ella representa lo que hace. No tiene dudas de que conseguirá que le paguen por sus cosechas y de que saldrá adelante.
Aunque en su hacer también tiene protagonismo la vecindad: “Las trabajadoras de la escogida vienen aquí a buscar su tomate, un jarro de cinco libras lo vendo a 30 pesos; la col a 50 la unidad y no a 18 pesos la libra, sin importar lo grande que sea, para que tengan accesibilidad y ellas puedan comprarla. ¿Qué busco con eso? Que ninguno de los que vive por aquí tenga que ir a los puntos a buscar nada, si muchos campesinos hicieran esto, ayudarían a que bajen los precios”.
Refiere que no necesita de mucho para vivir ni es ambiciosa y aunque el dinero hace falta, “hay que trabajar en función de que la gente tenga la comida, que le llegue fresca pero que, además, sea barata para que puedan solventarse, creo que eso es muy bonito y bueno, esa es la tarea que tengo. Las cosas que siembro van directo a la gente, a bajo precio o al menos más barato, a ver si hacemos algo por esta Revolución, porque no es consigna, es hacer y que se vean los resultados”.
Atribuye su modo de pensar a las raíces “orientales”, por la idiosincrasia de lucha, esfuerzo, sacrificio y de bonanza; aunque acota que no dice eso porque los pinareños no sean buenos, “de hecho, por eso encajé aquí como una malla”, precisa que tras 23 años se siente como lugareña, y de Las Tunas, los recuerdos, la familia y el acento.
Alaba la bondad, tranquilidad y nobleza de los viñaleros, “no hay robo, esto es maravilloso, en otros lugares ya no queda nada en el campo, aquí todo el mundo se quiere y se respeta y a mí me encanta eso; pero realmente el ímpetu ese de la sangre caliente de querer hacer y desenfrenadamente luchar por lo que quiero, es porque soy oriental, eso no me lo quita nadie”.
Como un cartel de alerta advierte que no es posible frenarla y que siempre que esté convencida de que le asiste la razón luchará a brazo partido por sus derechos.
LA MUJER
Carmen está nuevamente casada “con un viñalero que me cazó la pelea hasta que me conquistó” bromea, para ella no hay verdad que merezca ser callada; lamenta que no tuvo hijos, por eso quizás cada sueño lo alimenta y forja con la fuerza de la mujer que pare su propia realización.
Y ojalá que cada día haya más féminas seguras de sí mismas, sin miedo a los caminos ni a los obstáculos.