Posiblemente si los invito a hacer una asociación alrededor de la frase “la COVID-19”, y les pido concretamente que me digan qué palabras le vienen a la mente cuando escuchan “la COVID-19”, aparecerán alusiones a pandemia, virus, cloro, muerte, cuarentena, miedo, y otras tantas, sin embargo, poco se asocia la frase con el tema de violencia de género.
Describir la variedad de tipos de violencia de género que existen puede ser engorroso para esta reflexión, pero sí resulta necesario dejar claro que nos referimos a un tema que afecta las relaciones de hombres y mujeres, más allá de la edad, la raza, el nivel escolar y se expresa de diversas formas, abarcando desde las conductas más evidentes, hasta aquellas menos visibles que pasan como ocultas, a fuerza de su reiteración y silencio.
El espacio compartido en familia, muchas veces, es escenario de violencia de género, por eso resulta interesante retomarlo ahora que estamos todos en casa.
Violencia tiene que ver con maltrato, con imponerse para someter a alguien. Para superar esta realidad o mantenerla lejos de nuestras dinámicas familiares, sería oportuna una reflexión personal, quizás frente al espejo o sobre la almohada, que nos permita reconocer si hemos violentado con nuestras acciones, palabras o silencios.
Se sobrecarga el ambiente familiar, coinciden múltiples generaciones, intereses y prioridades diversas, tensiones, preocupaciones, noticias y otras tantas realidades que ponen a todos, sin excepción, en una situación muy vulnerable ante la violencia que a veces se disfraza de lección educativa, se justifica y se hace eco de la culpabilización de otros, quienes parecen ser los responsables de nuestro descontrol emocional.
Continúan existiendo espacios, a pesar de la propuesta de asilamiento que hoy vivimos, para denunciar esta realidad, pero también seguirá existiendo la posibilidad de dialogar, reconocer errores, apoyarse unos a otros y no adentrarnos en un clima de violencia circular donde todos seamos, en algún momento, víctima y en otro victimario, al responder siempre a una herencia patriarcal que insiste en enfrentar a hombres y mujeres.
Existen muchos mitos que justifican la violencia de género, y todos ellos pueden acentuarse hoy frente a la situación social que vivimos, no debemos conformarnos con ello, no es un derecho ejercer violencia; por el contrario, es un deber, más allá de las tensas situaciones, las ansiedades y la incertidumbre, encontrar formas de convivencia diaria que permitan conservar, frente a la COVID-19 la fuerza familiar basada en el amor, el respeto, la colaboración y la comunicación, en oposición a la fuerza, el chantaje, la manipulación, el desprecio, la devaluación, el silencio y la inevitable herida física y/o psicológica.