Podría haber dicho que el Granma volvió a zarpar, pero preferí Viva México de título para este comentario. Hace solo días se escribió una nueva página de gloria en tierra azteca; se rememoró a La Lupe, en la canción de Almeida; se invocó a Fidel, Raúl y al Che, y lo que faltaba se guardó para el final, una bofetada a la OEA y a los títeres que representaron intereses de Estados Unidos, esta vez en las figuras de innombrables asalariados provenientes de la América del Sur.
El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez ofreció una lección de historia, cuando se remontó a la participación cubana en la guerra mexicana y los altos oficiales de ese pueblo que combatieron junto al Ejército Libertador.
Muy bonitas fueron las palabras de Manuel López Obrador, no por el verbo ardiente y romántico, sino porque se revivieron aquellos momentos en el que el general Lázaro Cárdenas, el gobierno y el pueblo mexicano se colocaron en las filas de los cubanos cuando el imperio logró que a Cuba la expulsaran de la OEA y cuando brindó toda su solidaridad al comenzar las agresiones estadounidenses.
Lo dicho por nuestro presidente validó que el pueblo y el Gobierno cubanos defenderán el Estado socialista de derecho y justicia social con todos y para el bien de todos, como quería José Martí.
Al referirse al Grito de Dolores, hace más de 200 años, el presidente cubano recordó, que: “No son pocos los notables cubanos que dejaron su sangre y sus nombres en la historia de México. Sobresale especialmente la solidaridad cubana en el enfrentamiento de México a las invasiones texanas en 1835-1836 y la invasión norteamericana de 1846 al ‘48, se destacan los generales Pedro Ampudia, Juan Valentín Amador, Jerónimo Cardona, Manuel Fernández Castrillón, Antonio Gaona, Pedro Lemus y Anastasio Parodi.
“Los cubanos Florencio Villareal y José María Pérez Hernández lanzaron en marzo de 1854 el histórico Plan de Ayutla, determinante en el rompimiento del ejército y la sociedad mexicana con el gobierno dictatorial del general Santa Anna”.
Añadió que en “el Congreso, el Gobierno, el exilio o la guerra al lado de Juárez hubo siempre cubanos. Elogian su obra magnífica compatriotas prominentes como el General Domingo Goicuría y Cabrera, y los poetas Juan Clemente Zenea y Pedro Santacilia, quien fuera su yerno, secretario y agente de la República de Cuba en Armas ante el Gobierno mexicano.
“En la guerra contra los franceses sirvieron al ejército mexicano los hermanos Manuel y Rafael de Quesada y Loynaz, general y coronel respectivamente; los coroneles Luis Eduardo del Cristo, Rafael Bobadilla y Francisco León Tamayo Viedma; el médico comandante Rafael Argilagos Gimferrer y el capitán Félix Aguirre. Todos regresarían a Cuba al comenzar la Guerra de los Diez Años”.
Pero la gloriosa historia entre los dos países no comenzó con el Granma, ni siquiera con Martí, porque como comentó Díaz-Canel, “Fue México, entonces, el primer país en reconocer nuestra lucha armada y en abrir sus puertos a los barcos con la bandera de la estrella solitaria. Lo aprobó el Congreso, lo sentenció Juárez y lo agradeció Carlos Manuel de Céspedes, el Presidente de la República en Armas, en carta memorable a su par mexicano: ‘…altamente satisfactorio que México haya sido la primera nación de América que hubiese manifestado así sus generosas simpatías a la causa de la independencia y la libertad de Cuba”’.
Y aunque es una bella historia, la sellamos con que “Una de las principales tareas que entonces cumpliría Pedro Santacilia, con el consentimiento de Juárez, fue enviar a Cuba a un selecto grupo de militares mexicanos para contribuir a la formación y entrenamiento del naciente Ejército Libertador. Los mexicanos brillaron en los campos de Cuba y sus proezas inspiraron a la tropa y a cuantos oyeron hablar de ellas”.
Podríamos decir más, pero con esto basta para argumentar por qué el presidente cubano tuvo todo el derecho para responder al presidente Lacalle, que denota su desconocimiento de la realidad. El coraje y la libertad del pueblo cubano se han demostrado durante seis décadas frente a la agresión y el bloqueo de Estados Unidos.
Cuánta falta de ética de los representantes de la OEA en la representación de los presidentes de Uruguay y Paraguay, aunque entrenados por los Estados Unidos, porque no hubo una palabra de apoyo y no quiere decir que, entre los visitantes, todos simpatizan con Cuba.
El encuentro de la CELAC tenía un motivo más glorioso y cimero, dotar al continente de un sistema que rompa el tutelaje que tienen debajo los poderosos de lo más alto del norte.
Cuba, una vez más fue heroica, porque su discurso representó a todas las masas de indígenas, de obreros, campesinos e intelectuales de su continente, por eso, una vez más hay que proclamar, ¡Viva México!