A muy temprana edad Amilkar Hernández Acosta supo que iba a ser bombero, o al menos, le quedaba muy claro que era eso lo que quería ser y hacer. Luego vendrían esos caminos de la vida, que casi nunca llegan derechos y entre una cosa y otra logró lo que desde pequeño había deseado.
Desde entonces su vocación ha encontrado entrega, sacrificio, superación y también agradecimiento por parte de aquellas personas a las que ha salvado o ha ayudado a no perder todos sus bienes.
Así nos contó el pasado mes de noviembre cuando se cumplieron los 326 años de la creación del Cuerpo de Bomberos de Cuba.
DE SUS INICIOS
En febrero próximo Amilkar cumplirá 22 años de servicio. Se dice fácil, pero mucho ha llovido desde que en quinto grado, cuando estudiaba en la escuela primaria Antonio Maceo e integraba el círculo de interés en el Cuerpo de Bomberos, se decidió por esta profesión.
“De 1999 al 2001 pasé aquí el Servicio Militar; fueron dos años como soldado y después me fui a estudiar para La Habana. Quería el curso de salvamento y rescate, pero en ese momento no había plazas vacantes en la unidad, pues es la única que tiene este grupo en la provincia, por lo que tuve que optar por el curso de extinción; cursé la escuela tres años; me gradué en el 2006 y desde entonces trabajo aquí.
“En el Servicio Militar era bombero de línea, que es el que apaga el incendio. En la unidad se reciben clases de preparación de todo tipo: de primeros auxilios, de salvamento y rescate, de trabajos con cuerdas, todo lo que tiene que ver con los bomberos aquí lo aprendí a esa edad y a ese nivel.
“Después, en la escuela nacional de bomberos Mártires de la calle Patria, en La Lisa, fue donde me formé como profesional. Allí aprendes no solo a actuar, sino a dirigir. Entonces adquieres otra responsabilidad, eres jefe de una compañía de guardia y quien dirige las acciones combativas en todos los servicios que se prestan”, señala Amilkar, ahora jefe de Dotación en el Comando Provincial de Bomberos de Pinar del Río.
EN CONSTANTE APRENDIZAJE
“Los bomberos son como los médicos, nos dice. Es como en la Medicina, uno nunca deja de estudiar. Aparece una nueva sustancia, y la estudias, revisas con qué es más volátil, con qué se puede neutralizar, y todos los días uno se supera.
“Es bien rigurosa la preparación. En un día normal en la unidad se hacen acciones de organización y una preparación técnica-especializada diaria; se imparten clases de dirección, de extinción y de salvamento y rescate.
“En la unidad confluimos, además del mando, el jefe de compañía que va al frente de las acciones, el jefe de carro que es al que anteriormente se le decía jefe de pelotón, están los técnicos de salvamento y rescate, los operadores que trabajan el sistema tecnológico de la técnica de combate y los soldados, que son los bomberos de línea.
“Los técnicos de rescate se autopreparan; son especialistas en su rama, en altura, agua y tierra. Los jefes debemos saber de todo eso, del funcionamiento de los equipos y de la extinción, pero cada cual tiene su encargo estatal y cumple con sus tareas por independiente”.
LO QUE ARRIESGA UN BOMBERO
“Es una gran familia. Uno pasa aquí tanto tiempo como en la casa. Prestamos servicios a llamadas de incendios, de rescate, de emergencia, que es cuando peligra la vida de una persona, por ejemplo, un atrapado,…
“Un derrame de combustible en la vía es un servicio de emergencia, un escape de cualquier tipo de sustancia también. Este es el comando provincial y, por tanto, el más operativo de todo Pinar del Río, es el que más salidas, personal y técnicas tiene.
“Recibimos entre una y tres llamadas diarias, puede ser que un día tengamos más, cuatro o cinco, pero la media está por ahí. Ya hemos hecho los cálculos de que este año van a empezar más temprano los incendios en áreas yermas y forestales, porque apenas ha llovido y hay mucha sequía”.
Amilkar habla de cuánto arriesga un bombero, de cuánto se desespera la familia cuando sabe que están de servicio y de cuánto uno confía en ese otro bombero o técnico de rescate que lleva al lado, hombro con hombro.
“Uno nunca debe ir solo. Tenemos un reglamento que debemos cumplir. Uno no extingue solo, uno no bucea solo, uno nunca debe estar solo en un sector de combate”.
Al hablar de su experiencia cuenta: “Recientemente recibimos una llamada del reparto Hermanos Cruz, de una muchacha a la que se le cerró la puerta del apartamento y adentro quedó un niño de dos años. El bebé era pequeño y cabía por las rejas del balcón.
“Fuimos de inmediato y a pesar de que ordené bajar una escalera de tres secciones y unos fórceps para abrir el candado de la reja, no esperé por eso y escalé por todas las rejas del edificio hasta la tercera planta. Le había pedido a su mamá que lo llamara por la puerta para evitar que fuese hasta el balcón. Logré abrir el candado a tiempo y entrar antes de que él se percatara de que estábamos allí.
“Lo que quiero decir es que uno a veces actúa por impulso, pero siempre se debe velar porque no corra peligro la vida del bombero, que en este caso no era así. Uno debe salvar y salvaguardar la vida.
“No es fácil llegar a un lugar, saber que la vida de una persona corre peligro y que tú eres el responsable, que eres el que estudió para salvarlo, que día a día te preparaste para eso y que en un momento determinado digas no lo puedo hacer por esto o aquello.
“Si no hay tanto riesgo para la vida yo lo he hecho y en más de una ocasión. Me he quemado las manos evacuando una bala de gas licuado junto a un técnico de rescate y salvamento. Uno lo hace y se arriesga y después, en el análisis de actuación que se hace al regresar de cada llamada, si se detecta que violaste el reglamento te llaman la atención”.
Es imposible no hablar del incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas, más cuando tuvo compañeros que estuvieron allí desde el primer momento.
“Aquí hubo muchos bomberos dispuestos a ir para allá, se decidió que fueran del comando de Consolación del Sur que también tienen mucha experiencia. Pero allí había oficiales que han cursado con nosotros posgrados, escuelas, cursos de superación, algunos a los que vimos también en el Saratoga, que son amigos en lo personal y fue catastrófico”.
LA COMPAÑÍA DE LA FAMILIA
“Soy del Maica. En el reparto se escucha la sirena de los carros cuando salen y mi mamá no podía sentirla. Empezaba a llamar para acá: ‘¿Amilkar está para allá? Por favor, cuando llegue que me llame’. Yo le decía ‘mima te me vas a morir de un infarto, ese es mi trabajo’.
“Mira cuántos años han pasado y a veces se entera y empieza a llamarme al celular o llama aquí para ver qué sucede. Siempre la familia de todos los compañeros está atenta y pendiente de nosotros.
“Nos vamos para concentrados de escalamiento o buceo y los ves todo el tiempo detrás de uno: ‘No bajes tan profundo, no entres a la cueva si no es necesario…’, pero comprenden, que es lo importante”.
Amilkar tiene cuatro hijos y aunque aparentemente es muy sereno, dicen quienes lo conocen que es bastante arriesgado. De ello da fe Yenisley Díaz García, su esposa, quien comparte con él la pasión por el Cuerpo de Bomberos.
Ella, de apenas 33 años, es inspectora de Control Estatal en el Cuerpo de Bomberos de Pinar del Río y pertenece a la Unidad Técnica de Prevención de Incendios.
“Mi labor consiste fundamentalmente en inspeccionar objetivos económicos y detectar las violaciones que puedan existir en materia de prevención. Se trata de mantener la seguridad en los centros y he aprendido mucho de él.
“Cuando en una institución veo algunas violaciones, él es capaz de detectar otras tantas, porque tiene una amplia experiencia y me enseña. Eso sí, mis propios compañeros me dicen que es muy arriesgado y atrevido. Por eso siempre le pido que haga lo que tenga que hacer, pero que se cuide mucho y vuelva sano a casa porque lo esperamos la niña y yo”.
Yeni, como le dicen las personas más cercanas, recuerda la noche del paso de Ian: “A él le tocaba la guardia, yo estaba sola. Cuando empezó a soplar se fue todo el techo de la casita. En el tiempo que duró el ojo salí al patio, pude recoger algunas cosas, guardé otras en la casa de mi vecina y cuando él llegó al otro día ya lo tenía todo organizado; por suerte otro vecino campesino nos ayudó con unas tejas de cinc de su casa de tabaco y pudimos reponer la cubierta”.
Sobre su esposo una última acotación: “Él se prepara, se supera y ayuda para que yo lo haga también, por eso estoy en la universidad ahora. Y sé que es pequeño de tamaño, pero tiene un corazón muy grande”.